Artunduaga: de sal y de dulce

Muerte cobarde

En periodismo se llama “sordina” y conduce a desaparecer un personaje. Simplemente no existe, ni para bien ni para mal.

En la burocracia los documentos se pierden. Es posible que usted vuelva a repasar cada despacho y todos hablen de haber firmado tales papeles, que misteriosamente nunca aparecerán.

En el Congreso se dilata con un discurso de varias horas o con discusiones absurdas para obstruir una decisión. Cuando se quiere aprobar algo (porque hay consenso, porque el proyecto es bueno o simplemente porque les da la gana), el consejo es no hablar, no discutir, avanzar con sigilo, en espera del pupitrazo respectivo.

Es lo que Álvaro Gómez Hurtado llamaba “la muerte cobarde”. Me lo recordó Jaime Castro, de buena memoria y chispa política.

El método se lo están aplicando al referendo sobre reelección los mismos uribistas. El Presidente de la Cámara, Germán Varón (Cambio Radical) y Hernán Andrade (Partido Conservador) están manejando el acelerador a su manera, es decir con desgano.

Los precandidatos se dedican a recorrer el país y a no molestar al Presidente Uribe, de quienes esperan la venia. O la indiferencia, pero nunca el veto.

Es la patria boba. Uribe no decide perentoriamente. Los candidatos a sucederlo sufren y rezan. En el Congreso no se habla de otra cosa, pero en voz baja. Los uribistas le juegan a que Uribe decline. La discusión frontal, con ideas y con carácter, han desparecido de la esfera nacional.

Uribe está muy arriba. Sus contendores muy abajo. Y la cobardía bien ubicada.

Bien dice Jaime Castro: Mientras Uribe respire, que nadie aspire. Por lo menos no se ve un buen gallo. Y lo digo yo que no soy uribista. Sólo periodista.