Internacional

Declaración universal de los Derechos Humanos cumple 60 años

Hace sesenta años, el 10 de diciembre de 1948, la Asamblea General de la ONU adoptaba en París la Declaración Universal de los Derechos Humanos, texto fundador que inspiró el derecho internacional desde de la Segunda Guerra Mundial, aunque sus ideales sigan siendo lejanos y cuestionados.

Varias manifestaciones están previstas en esta ocasión, en particular en Francia, donde el miércoles tendrá lugar una ceremonia en el Palacio Chaillot, en París, donde fue adoptado el texto, en presencia de representantes de la ONU, de la Comisión Europea, y de las ONG.

Inspirada en la declaración francesa de los derechos humanos y del ciudadano en 1789 y la declaración de la Independencia de Estados Unidos en 1776, la Declaración Universal de los Derechos Humanos remonta su origen al traumatismo provocado por la Segunda Guerra Mundial y el genocidio por los nazis.

«Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y en derecho», proclama el primer artículo de esa Declaración, que en treinta puntos enumera los derechos humanos, civiles, económicos, sociales y culturales, «inalienables» e «indivisibles».

El texto fue adoptado por los que entonces eran los 58 Estados miembros de la Asamblea General de la ONU, con excepción de la Unión Soviética, de los países de Europa del Este, de Arabia Saudí y de Sudáfrica, que se abstuvieron.

La URSS y sus satélites insistían en los «derechos reales», económicos y sociales, contra los «derechos burgueses» civiles y culturales defendidos por los occidentales.

Sólo en 1966 fueron adoptados por la ONU dos pactos coercitivos que con los derechos humanos, constituyen la Carta de los Derechos Humanos de la ONU.

Sin valor coercitivo, la DUDH ha inspirado todos los tratados internacionales de la post-guerra, y es generalmente reconocida como el fundamentto del derecho internacional relativo a los derechos humanos.

Las convenciones internacionales de 1979 contra la discriminación hacia las mujeres, de 1984 contra la tortura, de 1990 por los derechos de los niños, la creación de la Corte Penal internacional (CPI) en 1998 surgen directamente de la DUDH.

Esta también inspiró «el derecho de injerencia» y de asistencia humanitaria de la que es gran partidario el canciller francés Bernard Kouchner.

Sin embargo no impidió un nuevo genocidio, en Ruanda en 1994, ni la violación cotidiana de los derechos fundamentales en diversas partes del mundo.

Por otra parte, los derechos humanos siguen siendo una «ideología» según el término del ex ministro francés de la Justicia, Robert Badinter, ideología rechazada por Estados que denuncian una visión exclusivamente occidental y que ponen en tela de juicio su caracter universal.

«Hay una corriente soberanista – cada cual es dueño en su casa -representada sobre todo por China, Venezuela, Cuba y Birmania, y una corriente islamista, que estima que los derechos humanos son el producto de un pensamiento religioso revelado», estimaba Badinter en una reciente conferencia de prensa en París.

Para este decidido militante de la universalidad de los derechos humanos, el mundo entró en «regresión» en este terreno, desde los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos y la política «desastrosa» emprendida por Washington y luego por las democracias europeas con el pretexto de la lucha contra el terrorismo: «Hemos renunciado a lo que pretendemos defender, y vamos a sufrir por largo tiempo las consecuencias».