Artunduaga: de sal y de dulce

PERIODISTAS EN APUROS

Con este título presenté hace algún tiempo un trabajo sobre anécdotas del gremio. Hoy me sirve para referirme al día institucional del periodista, que se cambió por ley (la 918 de 2004, a instancias del CPB) pero que nadie respeta, ni siquiera el Círculo de Periodistas de Bogotá, que presionó el cambio, para el 4 de agosto.

El argumento de César Mauricio Velásquez (hoy jefe de prensa del Palacio de Nariño) era –y es- que se le venía haciendo un homenaje al cubano Manuel del Socorro Rodríguez, cuando había colombianos ilustres por exaltar.

Y cambiamos la ley para rendirle tributo a Antonio Nariño, el nuestro, el hombre de las leyes, quien publicó “La Bagatela”. Es conocido como el padre del periodismo político en Colombia. Nariño, como se recuerda, tradujo en 1794 la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano (que tomó del francés).

El ejercicio del periodismo en Colombia es hoy tan difícil como siempre. Menos bohemio, eso sí. Suicida, especialmente en la mal llamada provincia. De habilidosos mercaderes en Bogotá y de mendicidad en las pequeñas ciudades.

Grandes y pequeños intereses lo atraviesan, desde políticos, pasando por los económicos, cuando no relativos a situaciones de abierta corrupción.

Unos muy uribistas (Ernesto Yanhure, Saúl Hernández) y otros anti-uribistas (Daniel Coronel, Ramiro Bejarano). Unos de derecha y otros de izquierda. Unos cercanos a las FARC (Alfredo Molano, Jorge Enrique Botero, Hollman Morris) y otros a los paramilitares. Todos seguramente creyendo que defienden de la mejor manera la democracia y el país.

Un Presidente que considera aliados del terrorismo a quienes no comparten sus criterios. Y unos colegas que suponen al Jefe del Estado paramilitar por sus posiciones dictatoriales y de seguridad.

Unos periodistas que se ganan más de 100 millones de pesos mensuales (Julio Sánchez, Arizmendi, Gossaín) y otros que apenas logran el salario mínimo, que son el 80 por ciento de los reporteros del país.

El 70 por ciento de los viejos periodistas nacionales, algunos de renombre, se murieron o se están muriendo en la indigencia. Otros fueron desalojados muy temprano de su actividad, para dar paso a muchachos menos preparados pero con más agallas, más carga académica y más baratos.

Yo no tengo claro si el periodismo de hoy es mejor o peor que el de antes. Lo que no me explico es cómo hicimos –los viejos- para ejercer esta profesión sin computador, sin google, sin telepronthers, sin carro particular, sin celulares, con pésimos sueldos y en algunos casos (yo, por ejemplo) sin estudiar la carrera.

Felicitaciones en su día a todos los periodistas colombianos.

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