Farándula

Alicia regresa al País de las Maravillas

Los admiradores de Tim Burton van a disfrutar mucho su versión de Alicia en el país de las maravillas.

Lo verdaderamente significativo es su retorno a un mundo de fantasía que conoce bastante bien y su habilidad para darle la necesaria fluidez a un relato poblado de pintorescos personajes en escenografías de colores fuertes.

Alicia Kingsleigh (Mia Wasikowska) ya no es la niña que vivió intensamente su primera aventura en el país de las maravillas. Tiene 19 años, reside en la Inglaterra victoriana y al quedar huérfana de padre la presión social la coloca en la disyuntiva de tener que aceptar la propuesta matrimonial de un antipático joven de la alta sociedad o salir huyendo. En un acto de rebeldía preferirá escapar y seguir a un conejo blanco hasta un agujero al pie de un viejo árbol. Preciso golpe de efecto para hundirse en el abismo y regresar a «Wonderland».

Interesante es el hecho de que los habitantes del mágico reino no la reconozcan, justamente porque ha crecido y no parece la misma.

También la propia inquietud de la muchacha, quien manifiesta no recordar su pasada visita y cree que todo es producto de un sueño.

Sin embargo, una antigua profecía la señala como la heroína que salvará al territorio de la tiranía de la malvada y cabezona reina Roja (una divertida Helena Bonham Carter) en favor de la dulce reina Blanca (Anne Hathaway).

Burton nos sumerge de lleno en un curioso mundo de fantasía donde Alicia vive una agitada aventura y se reencuentra con personajes que conoció cuando era pequeña y están siempre de su lado. Por ejemplo, el locuaz Sombrerero (infaltable Johnny Depp), los gemelos obesos, la oruga fumadora, el gato de Cheshire que aparece y desaparece. Pero el relato, si bien se aleja bastante de las lúgubres y sangrientas correrías de El jinete sin cabeza (1999) o Sweeney Todd (2007), no está exento de una breve dosis de violencia muy propia del realizador.

Como ocurre en la escena en que la ratoncita le saca un ojo al enorme perro cazador o en la decapitación del monstruoso dragón Jabberwocky.

Evidentemente, la cinta no sería todo lo atractiva que es si no fuera por la segura visión humorística que aporta Burton al escenario fantástico. A lo que hay que sumar la acertada partitura musical de Danny Elfman, eterno colaborador del director, y sobre todo el deslumbrante tratamiento visual, que incluye un competente trabajo de efectos de maquillaje y composición de la proporción y perspectiva de los cuerpos de varios personajes.

Ahora bien, gana la visión de la película en el formato tridimensional? La respuesta es afirmativa, porque el relieve digital le da un valor agregado a la escenografía, a sus diversas criaturas y a los efectos especiales.

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