Yo Periodista

Dos para un Estado perverso: Acerca de obras en Bogotá

Cuando observo las obras de Samuel Moreno, desapercibido de prevenciones, tan comunes en el inventario político, pienso que somos injustos al juzgarlo, al fustigar al Polo por mantenerle su respaldo, pienso, en fin, que no somos capaces de advertir que su balance será superior al de Enrique Peñalosa cuando dejó el cargo alegando que había hecho mucho, siendo otra la verdad: un montón de obras de mala calidad, algunas de las cuales prácticamente han desaparecido.

Del primer Peñalosa queda sino un esperpento llamado Transmilenio, una cadena de buses rojos –acusados de tiburones—que mal prestan el servicio que peor ofrecen otros en la única ciudad grande de la civilización occidental que no tiene metro. Y siquiera que no le aprobaron a Samuel el metro que le aconsejaron. No recuerdo bien el trazado, pero lo que sí sé es que habría convertido en el tiempo de construcción a Bogotá en un infierno peor que el actual por más de doce años. Y con un trayecto rentable para sus dueños pero equivocado en cuanto a las necesidades de los ciudadanos.

Bogotá reclama y resiste, y además por sus paisajes se lo merece, un metro como el de Miami. Elevado. Y debería comenzar por la Caracas, de extremo a extremo, es decir de extremo sur hasta Chía.

O por la 30, es casi lo mismo. Poco habría que destruir. Sería por encima de Transmilenio y la vía de este se recuperaría para otros servicios. Poco costoso, fácil de hacer, sin causar muchos trastornos. Pero ya eso lo hará otro. Ojalá el presidente Santos, luego de que se compruebe la derrota de Peñalosa en su ansiedad por recuperar el negocio, para él, de la alcaldía de la capital.

Pero vamos al grano de este día. Es mi reclamo otra vez por lo que se está haciendo en La Avenida Boyacá. Lo dije y lo repito. Lo que había que hacer, hace dos años, era tapar unos huecos, tarea de una semana, y no acabar con la avenida, ocasionando mil perturbaciones entre los vecinos de lado y lado. El negocio de los contratistas era, claro, ganar una millonada sin tener que romperse la cabeza: Destapando y tapando. La recorro diariamente, obligatoriamente, y no veo que es lo importante que han hecho. Nada. En los separadores, nada. Ni un arbolito están sembrando. Si por lo menos taparan el robo con hojas verdes, es decir arborizando los separadores. Pero no, Samuel no se da cuenta de la tumbada que nos están pegando. El es prisionero de los contratistas.

Será, La Boyacá, como la vía de un cementerio abandonado. Y así será la 26, la que fuera la majestuosa Avenida Eldorado, construida por el abuelo de Samuel, el nieto que permitió la innecesaria derribada de la cadena más bella de arboles que tenía Bogotá, y tal vez única en el país.

¿Quien la repondrá? Nadie. A los contratistas no les interesa eso, y Samuel, que nació en Miami, ya se olvidó de lo bien arborizada que está esa bella ciudad.

Es que el objetivo de los contratistas es arrasar, un verbo que gusta mucho en el uribismo. Arrasar con todo lo emblemático que tenga Bogotá para que avance Transmilenio con el desarrollo urbanístico que dizque inventó Peñalosa y que se llenen los bolsillos de su mafia.

Acabaron los mafiosos con la 26 y ya está encima la tarea destructora de la séptima. Y como hay crisis en la movilidad, los bogotanos aplaudirán nuevas extensiones del extravagante conjunto de tiburones rojos.

Pero, a pesar de los pesares, el balance en obras de la alcaldía de Samuel será superior a la de Peñalosa, superior a la del señor del Parkinson Mockusiano. Porque la educación gratuita pasará a la historia. Lo mismo el balance de la salud, los programas de vivienda, de empleo y por encima de todos de derechos humanos.

Lástima que el Polo no sepa cobrar lo que hace. Lástima que sean tan giles, permitiendo que Alvaro Uribe, el patrón de los falsos positivos, presente a Bogotá como una ciudad con enfermedad terminal. Que dizque necesite ser reconstruida, es lo que alega Peñalosa. Que contradicción, si ese él el abanderado de la destrucción de dos emblemas viales de la ciudad.

26 y 7. Reconstruida debe ser la mente de ambos, autores de la estructura de un estado que con la capital que los dos nos quieren imponer sería la base de un poderoso estado perverso y criminal en todos sus órdenes y francamente la zona franca de todos los suyos, los más cercanos por supuesto.

EL ARQUITECTO INTERVENTOR
Ricardo Rodriguez T.
pormiciuidadbog@gmail. com

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