Farándula

45 mil seguidores despedieron a Shakira de Argentina

Shakira, ofreció anoche en el estadio Puerto Madero de Buenos Aires un espectáculo con una estética visual, tecnológica y coreográfica admirable que complació a 45 mil seguidores.

Shakira clausuró en Buenos Aires su nuevo recorrido por la Argentina, que había tenido escalas en Salta y Córdoba, y que tuvo como señuelo la presentación del disco «Sale el sol», en el que ratificó las elecciones musicales que la convirtieron en una cantante universal.

El material presentado anoche condensa un discurso musical que reposa sobre el beat en desmedro del tratamiento melódico y armónico que la colombiana había explorado con intensidad en sus dos primeros discos («Donde estás corazón» y «Estoy aquí») e incluso en «Pies descalzos», ya en su etapa de ascenso.

No se trata de una elección a primera vista condenable, ya que bellas sonoridades se han sostenido únicamente sobre la dimensión rítmica -en especial en las músicas africanas-, pero en el caso de Shakira parecen alejarla de su costado artístico más noble.

Sin embargo, la colombiana, con su nuevo repertorio, parece recuperar terrero con respecto a la propuesta anterior («Loba»), al ahondar, aun con la simplicidad que reclama un formato a escala mundial, en la cruza de ciertas sonoridades tropicales, teñidas con aires de pop o de rock, según el caso.

La aparición de Shakira tuvo como prólogo un largo desfile de artistas que incluyó, entre más, a Vicentico, Emmanuel Horvilleur y el jamaiquino Ziggy Marley.

El hijo del legendario Bob Marley fue el encargado de dejarle el escenario caliente a la colombiana. Lo hizo con un recorrido breve pero diverso en el que mostró su creatividad para explorar formas consagradas y otras menos corrompidas del reggae.

Tras la sólida performance del jamaiquino, Shakira estiró 39 minutos el horario anunciado para su presentación e irrumpió en el escenario central del Festival Pol caminando desde el sector VIP del estadio, encapuchada, y cantando «Pienso en ti».

Enseguida, la colombiana apeló a dos temas con aires rockeros -un circuito en el que siempre intentó validar su música-: «Años luz» y «Te dejo Madrid», con un resonante riff de guitarra a modo de introducción.

Con la cancha ya marcada, Shakira saludó a sus seguidores y se internó en una serie de temas consagrados que le bastaron para convencer a sus fieles («Si te vas», «Contigo»).

Luego jugó con el público enseñando su movimiento de caderas para interpretar «Mi vida»; apeló a la emoción con «Inevitable»; ofreció una coreografía erótica junto a su percusionista; y se acomodó en la sonoridad flamenca con «Gitana».

El público volvió a vibrar con una seguidilla de clásicos («La tortura»), «Ciega, sorda y muda», «Undermeath your clothes») y luego prestó atención a las canciones nuevas: «Gordita», «Sale el sol», dedicada a Gustavo Cerati.

La noche concluyó con los hits que el público más esperaba «Loca», «Loba», «Ojos así», «Hips don`t lie», «Será será» y el gastado «Waka waka» para alcanzar casi dos horas de recorrido musical.

En ese tramo, la colombiana, que ensayó siete cambios de vestuario, estuvo sostenida por un octeto de músicos comprendido por tres guitarras, bajo, teclado, percusión, batería y coro; más otros instrumentistas que aparecieron en segmentos específicos.
Sin reservas, el público celebró de principio a fin el primero de los veintiún recitales que la colombiana ofrecerá en Latinoamérica como parte de la presentación de «Sale el sol».

Si el trabajo artesanal de la creación artística y la dimensión industrial suponen siempre una tensión, en un concierto de Shakira ese conflicto se expresa en una dimensión asombrosa.

Las vinchas de purpurina, el merchandising adolescente, los efectos visuales, el baile tribal del público, los acordes de la banda y la singular técnica vocal de la colombiana convergen en un ambiente donde la mezcla parece azarosa pero, en rigor, es más próxima al diseño de laboratorio.

En ese contexto no es fácil advertir si la puesta comprende algún orden jerárquico para estos valores.

Sea como fuere, la celebración incondicional del público invita a preguntar, incluso, si ese orden es deseable. Shakira hace tiempo encontró esa respuesta.

Télam