De acuerdo con un artículo publicado por Área Tendencias, las mamás a través de los años y las experiencias, nunca dejarán de lado ese sentimiento afectivo e innato hacia sus hijos que es el amor.
A través de esta publicación se pueden apreciar cuatro experiencias enriquecedoras y especiales del valor que representa la mamá en la sociedad, por las múltiples razones que existan en el mundo como cultura, religión, creencias o política, la madre debe sobre imponerse por encima de todo.
Así las ocupaciones de los hijos, la distancia, su profesión e inclusive el matrimonio, quiten tiempo, siempre debe permanecer en el corazón de todos los seres humanos un lugar para privilegiar y llevar el nombre de quien nos dio la vida.
Las mamás siempre son las mejores mamás del mundo: tienen el corazón más grande, no les importa no dormir una noche para que su niño (que será su niño aún si tiene 40 duerma mejor y que si no estrenan zapatos en un año no pasa nada y en cambio sonríen, con tal de que su hijo tenga esos de los que se enamoró a primera vista.
A una mamá se le acelera el corazón con lo mínimo: si la muchachita dijo Toto, en lugar de Tito, o si el niño de seis sacó un 4.0 en matemáticas.
El amor es el que las mueve. Son capaces de ver un héroe donde solo hay un hijo, pero que, para ellas, es el suyo. El que sintieron desde cuando era un puntico en su barriga.
Ahora bien, no importa si son amas de casa, trabajan o estudian. Si son de antes o de ahora. A una mamá, mamá, un hijo no le cambia la vida, se la completa. El bebé aquel, aunque esté grande, sea hombre o mujer, es el que las hace suspirar toda la vida.
Cuatro mujeres cuentan cómo ha sido ser mamá en la Medellín de hoy. Cada una tiene su historia, muy a su manera. A lo que han sido sus hijos.
Una mamá joven y enamorada
Cristina Pérez no esperaba ser mamá a los 23 años. Pensaba terminar su carrera de Comunicación Social y después llegaría la familia. Sin embargo, aunque Emilio no fue buscado, «sí fue el bebé más esperado del mundo». Ella habla sin parar: si supiera toda la felicidad que le ha dado su pequeño, que ya tiene 16 meses, se hubiera ahorrado todas las horas de susto de la primera semana. Ni ella ni el papá se habían graduado y, de todas maneras, el reto daba susto. Sin embargo, «yo me enamoré de mi hijo desde que estaba embarazada. Es la mayor alegría».
Su mamá estaba enferma y, Cristina no lo duda, llegó su alma gemela a hacerle compañía en sus últimos días. «Tenía que llegar para que se conocieran. Es nuestro héroe». Y ahora, la reconforta: cuando tiene un día triste, aburrido, ve a Emilio y se le olvida todo. Sabe que lo más importante es la familia.
Ella no ha dejado de estudiar. No lo hizo en ningún momento, porque cree que si se acostumbraba a la casa, allí se iba a quedar, y quiere un buen futuro para su bebé.
Emilio le cambió la vida, por completo, pero vale la pena: es, al fin y al cabo, su «príncipe azul».
La magia y el amor de ser mamá a través de la adopción
De a poco, Susana Medina ha ido encontrando eso que mucho llaman instinto materno. «El amor de mamá se va generando día a día», asegura. Si bien sus niños no salieron de su vientre, sí están en lo más profundo de su corazón. Junto a su esposo Carlos Andrés Palacio, decidieron que la mejor manera de consolidar una familia era adoptar. Pasó cerca de año y medio de trámites y talleres hasta que un día recibieron una llamada a eso de las 11:00 a.m.
Esa comunicación no solo era la confirmación de que Susana y Carlos iban a ser padres; era, al mismo tiempo, el prólogo de una inesperada historia. Cuando recibieron la propuesta concreta de adopción, descubrieron que no habían sido seleccionados para ser los padres de un niño, sino de dos, y mellizos. «Si a nosotros nos dieron esta oportunidad -cuenta Susana-, si vieron en nosotros una pareja responsable para esta tarea que no es fácil, entonces de alguna manera uno se siente orgulloso». De eso han pasado seis meses. Pasado mañana, Susana celebrará por vez primera el día que rinde homenaje al rol más bello.
Tiene su equipo ganador: cinco hijas, entre los 9 y 19 años.
«¿Cinco? ¡pero vos sí sos muy guapa!». Aunque su primera hija ya tiene 19 años, a Ana Margarita Moreno todavía se le acercan a hacerle ese comentario, pues en la actualidad no es muy común ver a una familia tan numerosa. Pero para ella son más guapas las que tienen solo un hijo, porque les toca hacer de todo y tener todas sus energías concentradas en un solo pequeño. «Muchas veces me preguntan si tengo tiempo para salir, tiempo para mí. La respuesta es sí, yo nunca he dejado de trabajar y de hacer mis cosas, es cuestión de organización».
Ana Margarita creció entre cuatro hermanos todos hombres, así que tener cinco hijas es para ella un sueño hecho realidad. Sus hijas, de 9, 11, 13, 17 y 19 años son para ella una satisfacción que nadie más le puede dar, ni quitar. Su formación como enfermera y orientadora familiar, sumada a su experiencia personal, la llevaron a escribir dos libros sobre educación sexual y educación del carácter en los niños.
Felipe y Pedro, las razones para mantenerse joven, activa y tomarse el calcio
Dos de las renovaciones de Pilar Castaño nacieron hace dos años y cinco meses, la misma edad que tienen sus nietos, quienes -dice ella- la hacen más activa, más joven.
La periodista, experta en tendencias del vestuario, ha cambiado su rutina de trabajo para estar con sus nietos porque no es una «Abu» -como ya la llaman- de fines de semana.
Tiene un jardín amplio en su casa en el que sale con ellos a jugar con palos, rastrillos y a darle de comer a las golondrinas. Ese el tipo de cosas que prefiere compartir con ellos porque sabe que la mayoría del tiempo estarán conectados al mundo virtual.
Cree que es una Abu aventajada porque los nietos no le llegaron a una edad avanzada, lo que le ha ayudado a no malcriar y seguir las estrategias que le han funcionado con sus hijos, uno de ellos adolescente de 17 años.