Cultura

Obama y…la izquierda de Indoamérica

Obama y…la izquierda de Indoamérica*

Por: Clara Nieto

Ante todo deseo expresar mis agradecimientos al doctor Alonso Ojeda, médico de la Universidad Nacional y distinguido sociólogo, por haberme invitado a presentar en la Universidad Pedagógica, y en su el importante Programa, Pedagogía de la Paz, mi libro sobre Obama y la nueva izquierda latinoamericana publicado por B. También van mis sinceros agradecimientos a Juan Carlos Flórez, por haber aceptado la invitación de Alonso Ojeda, para dar su evaluación académica sobre esta obra.

Juan Carlos, es historiador, profesor de los Andes, del Rosario y de otras prestigiosas universidades y, actualmente, activo Concejal de Bogotá. En tales condiciones, imposible darles a ustedes una mejor apreciación de su contenido. Y aprovecho esta oportunidad para agradecer a Alfonso Carvajal, aquí presente, y a Phililp Vergnaud, directores de la editorial española B, por el apoyo que me han dado y por la impecable publicación de este libro.

Este es mi segundo libro sobre EUA y América Latina, sobre sus desarrollos y sus relaciones. El que presento esta noche, Obama y la nueva izquierda latinoamericana, trata de un período crucial de la historia, en el que ocurren profundos cambios, al Norte y al Sur del continente, de enorme trascendencia, pues plantean una nueva situación geopolítica en el hemisferio.

En América Latina, por primera vez, la mayoría de los mandatarios son de izquierda, progresistas, nacionalistas y, opuestos al dominio estadounidense. Y, en la misma década en EUA, rompiendo barreras racistas, por primera vez un presidente negro llega a la Casa Blanca. Muchos esperan que el triunfo de Barack Obama signifique el inicio del fin del racismo en EUA cuya historia ha estado plagada de hechos aberrantes contra las minorías negras.

América Latina

En este milenio el fenómeno de la nueva izquierda en América Latina es considerado por historiadores como el renacer de esas fuerzas, y el inicio de una nueva etapa de su lucha política, alejada de las armas. En efecto, la lucha armada de grupos pro-castristas, inspirados en la Revolución cubana, contra brutales dictaduras neo fascistas en el Cono sur y en Centroamérica, que se prolonga por más de tres décadas, ha sido superada con la caída de esas dictaduras por presiones internas. Tales conflictos concluyen con acuerdos de paz, firmados por los grupos armados y los nuevos gobiernos civiles.

Un factor determinante del cambio radical que se opera en el continente, es la participación de movimientos sociales, de fuerzas políticas de izquierda, de sectores populares y de movimientos y organizaciones indígenas, que irrumpen con gran fuerza en la arena política de sus países. Tales sectores dan apoyo a candidatos de izquierda, opuestos a las políticas neoliberales que impone Washington, comprometidos con programas sociales, con las necesidades de las clases trabajadoras y pobres, y con los indígenas. Cuando fallan a sus promesas esos mismos sectores los tumban. Así caen tres presidentes neoliberales, incompetentes y corruptos en Ecuador y dos en Bolivia. Un sociólogo define a tales gobiernos, como gobiernos de “coalición”, pues por primera vez las voces del pueblo se hacen sentir.

En esa nueva izquierda hay matices políticos e ideológicos, hay mandatarios radicales y los hay de centro-izquierda, unos rechazan el neoliberalismo, otros no tanto, unos se aíslan de Washington, otros no tanto, pero todos apoyan los planes de integración regional que excluyen a EUA. Sus promotores son Inazio Lula da Silva, presidente de Brasil, y Hugo Chávez de Venezuela, quienes crean organismos regionales como la Unión de Naciones Sudamericanas, Unasur, el Consejo de Defensa Suramericano, el Banco del Sur, y finalmente la Comunidad de Naciones de América Latina y el Caribe. Mark Weisbrot, analista político estadounidense, celebra la creación de esa Comunidad que reúne a los 33 países, Cuba incluida, pues muestra su decisión de independizarse de Estados Unidos. Con tales instituciones establecen un nuevo sistema interamericano, sin Estados Unidos y Canadá, al margen de la OEA. Otros proyectos de unificación regional, promovidos por Chávez, son acuerdos sobre el petróleo y en comunicaciones.

En este libro destaco la importancia determinante de la Revolución Cubana en el surgimiento de ese movimiento latinoamericano. La Revolución ha sido ejemplo y referencia de las agendas políticas, sociales y económicas de los gobiernos de la nueva izquierda. Tal fenómeno no hubiera sido posible sin la experiencia extraordinaria de la Revolución, sujeta por más de medio siglo, en mayor o en menor medida, a la agresión de las distintas administraciones de EUA. Así lo reconocen sus mandatarios. Los profundos cambios que implantan en sus nuevas Constituciones, de corte socialista, son a imagen y semejanza del socialismo cubano.

Hugo Chávez, Evo Morales y Rafael Correa son los mandatarios más radicales y más reformadores. Hablan de sus Revoluciones, la Bolivariana de Chávez, la Ciudadana de Correa y la Social de Morales, y manifiestan el propósito de “refundar” a sus países en base al socialismo del siglo del 21. Y señalan sus diferencias con el socialismo cubano: no es dogmático y respeta la propiedad privada. Chávez le da connotaciones más humanas: dice que este se basa en la solidaridad, la fraternidad, el amor a la libertad y la igualdad. Ante las críticas que le hace la Iglesia Católica venezolana, que lo acusa de marxista, Chávez pide a los jerarcas leer a Lenin y a Marx y buscar el socialismo en el cristianismo, en los textos de los Evangelios y en la Biblia.

Tales mandatarios implantan profundos cambios sociales y políticos. Correa y Morales logran adoptar nuevas Constituciones de corte socialista y Chávez modificaciones constitucionales en tal sentido. Reconocen por primera vez los derechos a los indígenas, denegados por siglos, y los derechos de los sectores que han permanecido marginados. Los indígenas son mayoría en Bolivia, el 60%, el 40% en Ecuador y el 2% en Venezuela. Chávez les dedica una de sus Misiones Bolivarianas y les titula 6.600 kilómetros cuadrados de tierra, que no podrán vender.

Hoy en América Latina hay diez gobiernos de la llamada “nueva izquierda” y unos llevan tres períodos consecutivos en el mando. La izquierda se afianza con el triunfo en las urnas de Dilma Rousseff en Brasil, de Cristina Fernández, en Argentina, reelegida por una abrumadora mayoría, y con el cambio de gobierno en Perú. Sale Alán García, miembro del APRA, partido de izquierda, no obstante milita en la derecha. Sale elegido Ollanta Humala, con el apoyo de partidos de izquierda con los que firma acuerdos de coalición. Humala manifiesta que su modelo de gobierno no será Chávez, como lo acusan sectores de derecha, sino Lula da Silva.

Para sorpresa de muchos, el cambio de gobierno en Colombia significa un aporte importante a la convivencia regional. Se ha frustrado la aspiración de Alvaro Uribe, líder de ultra derecha, a un tercer mandato, y asume Juan Manuel Santos, su ex ministro de Defensa y creador del Partido de la U, su partido. Para las mayorías uribistas, Santos es garantía de continuidad. Triunfa por abrumadora mayoría pues sus electores están convencidos de que eligen a Uribe III. Pero Santos, de centro derecha, de inmediato va en vía contraria de la política de Uribe: busca la paz y restablece las buenas relaciones con Venezuela, de enorme importancia para Colombia. Invita a Chávez y lo declara “su mejor nuevo amigo”. Y a pesar de haber sido responsable, como ministro de Defensa de Uribe, de la controvertida y audaz incursión militar colombiana en Ecuador, cuyo objetivo es liquidar a Alfonso Cano, importante jefe de las Farc, que lleva al rompimiento de sus relaciones, en la Presidencia logra restablecerlas. Correa ha condenado tal incursión como violación del territorio ecuatoriano, y califica de “masacre” dicho operativo (el ejército colombiano liquida 23 personas, la mayoría guerrilleros). Santos también mantiene buenas relaciones con Washington, sin agacharse.

Con Santos, Colombia deja de ser el país problema para sus vecinos y para el continente. Presenta la candidatura de la ex canciller colombiana, María Emma Mejía, como Secretaria de Unasur, y todos la apoyan, y en el serio impasse de la posible presencia de Cuba en la VI Cumbre de las Américas a lo cual se opone EUA, también lo apoyan. Va a La Habana, habla con Raúl Castro y con “su mejor nuevo amigo”, convaleciente de su cáncer en esa ciudad, y con su ayuda lo arregla. Cuba no esta interesada en asistir. La imagen de Colombia ha cambiado y, ahora, todos son amigos.

Un país que se inclina a la derecha es Chile, a pesar del exitoso gobierno de Michelle Bachelet, del Partido Socialista, su candidato pierde y triunfa Sebastian Piñera, de derecha. Pero recientes acontecimientos muestran que los movimientos sociales y estudiantiles chilenos, de izquierda, son fuertes, y se han impuesto al nuevo presidente.

América Latina nunca ha sido prioridad para EUA y tampoco lo ha sido para Barack Obama. Sólo Franklin D. Roosevelt, con su Nuevo Trato y su Política del Buen Vecino, cuya intención es establecer relaciones más justas y amistosas con la región, y Kennedy, con la Alianza para el Progreso, un plan de ayuda económica y social para el continente, miran al Sur. El interés de Kennedy es contrarrestar la enorme influencia de la Revolución Cubana en América Latina y el Caribe y presiona a sus gobiernos para que rompan con La Habana. Todos los hacen, menos México. Además pone en marcha una nueva estrategia contrainsurgente (aún vigente) con el fin de combatir a los grupos armados, procastristas, que pululan en el continente y los ejércitos nacionales la adoptan. Así comienza una monstruosa y larga etapa de guerras sucias contra los llamados “enemigos internos”: los movimientos guerrilleros, los opositores y la protesta social. Es una larga etapa de brutales violaciones a los derechos humanos, de torturas, asesinatos selectivos y desapariciones cuyas víctimas han sido decenas de miles de hombres, mujeres y niños latinoamericanos.

Durante varias décadas Washington ha logrado modelar una relación de sumisión y obediencia con el continente. Pero la que le toca en suerte a Obama, es muy distinta. El nuevo movimiento de la nueva izquierda, de integración regional que excluye a EUA, ha afianzado su fuerza como bloque. Varios países expanden sus relaciones, comerciales y diplomáticas hacia otros continentes y EUA deja de ser su principal socio comercial. A la vez limitan o liquidan la actividad del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional en sus países, mecanismos de control de Washington, que pierden influencia en la región. Ecuador, Venezuela, Bolivia y Brasil, críticos de sus empréstitos condicionados a la privatización de sus empresas y recursos naturales, y de sus acuerdos leoninos, pagan sus deudas y cortan tratos con esos organismos.

Mientras que Uribe pone en venta a Colombia, los gobiernos de la nueva izquierda buscan recuperar el control de sus recursos naturales y detener la explotación por parte de empresas extranjeras. Algunos las nacionalizan, o renegocian los leoninos contratos con las trasnacionales, o las invitan a salir del país. En abril del 2012, Argentina entra en esa onda: Cristina Fernández anuncia la expropiación del 51 por ciento de la empresa petrolera, YPF, controlada por España, la mayor de su país, para lograr el autoabastecimiento de hidrocarburos, su explotación y comercialización y “garantizar el desarrollo económico y la equidad social”, según reza el decreto argentino. El mandatario español, Mariano Rajoy, considera ese acto hostil a su país, y anuncia represalias.

En temas cruciales, como la política contra la droga, América Latina busca su propio camino para combatirla. Bolivia y Venezuela ya han expulsado a la DEA, y sin su intervención continúan combatiendo el narcotráfico. Washington se indigna y toma represalias. La tendencia actual de los gobiernos es lograr un cambio en la política de EUA contra la droga, pues ha sido un solemne fracaso. Así lo plantean Santos y otros mandatarios en la VI Cumbre de las Américas, en Cartagena, en abril del 2012. América Latina busca su propio camino. Bajo la llamada “guerra contra la droga” EUA expande su presencia militar en la región, no obstante, el narcotráfico continúa boyante, la droga sigue entrando por toneladas a su país y, a la vez, la violencia del narcotráfico sigue cobrando victimas en Latinoamérica.

EUA

El análisis de ese período crucial de la historia estadounidense, lo inicio con el colapso financiero que estalla en ese país en septiembre del 2008 y es de impacto global. Ocurre en la última etapa de la nefasta administración republicana de George W Bush. El ex presidente Jimmy Carter es la primera figura nacional en responsabilizar a Bush de tal desastre. Su incompetencia es inocultable y es e inocultable el poder que delega en Dick Cheney, su vicepresidente, quien hábilmente maneja las cuerdas del poder, desde la sombra. Para muchos tal administración ha sido la peor de su historia.

Obama recibe al país en la peor situación que la que le haya tocado en suerte a presidente alguno. Bush lo deja en la quiebra, en medio del peor el colapso financiero mundial ocurrido en 70 años, sumergido en dos guerras, Afganistán e Irak, profundamente impopulares, y ruinosas e innecesarias, según las mayorías, con un déficit federal y fiscal de proporciones exorbitantes y con la mayor deuda exterior del mundo. China, nueva potencia mundial, es su principal acreedor.

Muchos creyeron que el triunfo de Obama sería el comienzo del fin del racismo en EUA, pero por el contrario lo exacerba. Desde el momento en que pisa la Casa Blanca, los republicanos lanzan una virulenta campaña para hacerlo fracasar, sin importar los daños que le causen al país. Su intención es recuperar el control del Congreso y regresar a la Casa Blanca. Paul Krugman, premio Nobel de Economía (2008), en su columna en The New York Times, califica tal campaña de racista.

A los tres meses de tomar posesión, surgen los llamados Tea Party, un movimiento amorfo, reaccionario, populista, conservador, republicano, de grupos de extrema derecha, que crecen como hongos por todo el país. Su encono contra el presidente no tiene paralelo. Sus agresivas campañas propagan infundios y ofensas personales contra el presidente y su familia, que incluyen amenazas de muerte. Influyentes medios de comunicación de derecha, como The Wall Street Journal, The Washington Times, The New York Post, y la cadena de televisión Fox News, la de mayor audiencia nacional, santuario de la extrema derecha estadounidense, le dan amplia cobertura a la campaña, y extraordinaria resonancia a los Tea Parties. El ex presidente, Jimmy Carter sostiene que tal campaña es racista.

A pesar de esa violenta oposición, y de la contundente derrota demócrata en las elecciones parlamentarias, en noviembre del 2011, a la mitad del mandato de Obama (los republicanos por amplia mayoría logra el control de la Cámara de representantes y un avance substancial en el Senado, aunque no su control), obtiene triunfos históricos. Entre estos la criticada reforma integral de la salud –es el primer presidente en lograrlo-, que beneficia al 95 por ciento de los sectores más vulnerables, las clases media y los pobres; la reforma financiera, que por primera vez en su historia mete en cintura a los poderosos sectores bancarios, financieros y económicos, espinazo del capitalismo, para impedir que provoquen un nuevo colapso. Y logra la reforma energética.

Obama, auque quiere terminarlas, continúa las guerras en Afganistán e Irak (en el 2012 retira la mayoría de las tropas), abre nuevos frentes: en Asia, Pakistán y Yemen, continuación de la “guerra global antiterrorista” de Bush con otro nombre. En su campaña le tiende la mano a Irán pero regresa casi de inmediato al enfrentamiento. Varios países latinoamericanos estrechan relaciones con Irán y se oponen a las sanciones que le impone. Presionado por Israel Obama está a punto de dar luz verde a Tel Aviv para que lo ataque y desate una nueva guerra que sería de proyecciones impredecibles.

En el campo internacional Obama es admirado y respetado y en corto tiempo EUA recobra el prestigio y la credibilidad perdidos con la política aislacionista y prepotente de Bush. A los nueve meses de gobierno, Noruega lo distingue con el Premio Nobel de la Paz, más por el ambiente de distensión que ha creado y por su propuesta a favor de la desnuclearización mundial, que por lo que ha alcanzado en tan corto tiempo. De distintos rincones del mundo salen críticas: “Es prematuro” Pero también recibe palabras de apoyo. Noami Klein, en su columna en la revista The Nation, una influyente publicación progresista neoyorquina, comenta que la explicación más verídica la da el presidente francés, Nicolás Sarkozy cuando dice: “Este es el sello del regreso de América al corazón de todos los pueblos del mundo”. En otras palabras “Europa le dice: Te amamos de nuevo”. Su atractiva personalidad, su honestidad, su actitud de apertura y de colaboración con sus colegas europeos, inspiran respeto y de nuevo confianza en la superpotencia..

Obama pronuncia discursos magistrales y palabras nunca antes oídas en boca de un presidente estadounidense. En el discurso que pronuncia en El Cairo, en junio del 2009, da un viraje a la política de su país hacia el Medio Oriente y un cambio radical en el enfoque tradicional del conflicto Israel-Palestina, siempre de apoyo irrestricto a Tel Aviv y de silencio sobre la tragedia Palestina. El mandatario habla de esa “tragedia” y describe la situación de ese pueblo, bajo el domino israelí, como “intolerable”. Tales palabras encienden la alarma en Israel y son bienvenidas en Palestina, en los países árabes y en sectores del mundo opuestos a la brutal ocupación israelí, a la política sionista del Gran Israel, a LAS anexiones ilegales de tierras palestinas, en Cisjordania y Jerusalén del Este. Algunas de esats tomas son con violencia. Obama ha dicho que desea dar solución a ese conflicto y lograr la paz en la región con la creación de dos Estados, Israel y Palestina, que vivan en armonía y en paz. Pero cede ante la inflexibilidad de Benjamin Netanyahu, primer ministro, líder de ultraderecha. No reacciona ante su descaro de ignorar la petición que le hace de suspender la construcción de asentamientos judíos ilegales en territorio palestino, en violación de las Convenciones de Ginebra y de más de un centenar de resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU. A Netanyahu lo apoyan poderosas organizaciones sionistas en EUA, opuestas a hacer “concesiones” a los palestinos. El plan de paz de Obama es letra muerta.

Obama incumple promesas de campaña ofrecidas para su primer año, en gran parte por los obstáculos que crea la oposición republicana y conservadora. Pospone la reforma integral de inmigración alegando otras prioridades. Esta reforma es extremo importante para los latinos, cuyos votos cada día adquieren mayor importancia y pueden inclinar la balanza en un sentido o en otro. La mayoría de los indocumentados, cerca de 13 millones, son latinos, principalmente mexicanos. Los republicanos no aceptan tal reforma mientras que el país tenga más de trece millones de trabajadores cesantes (una de las secuelas del colapso financiero del 2008), pues los indocumentados –sostienen- les quitan trabajo a sus ciudadanos. El ambiente en contra de los inmigrantes, en especial de los latinos, está al rojo vivo, no exento de víctimas. Alentados por los republicanos varios Estados adoptan leyes antiinmigración, xenófobas.

Obama tampoco puede, como promete, cerrar la prisión de Guantánamo, establecida por Bush para encerrar supuestos terroristas de Al Qaeda, responsables de los ataques a las Torres Gemelas y al Pentágono en septiembre del 2008. Esa prisión es motivo de enorme preocupación para los estadounidenses, por la mala imagen que dan a su país los escándalos sobre torturas y tratos crueles a los prisioneros, prácticas autorizadas por Bush. A su cierre se oponen gobernadores republicanos, y algunos demócratas, opuestos recibir en las cárceles federales de sus Estados a los supuestos terroristas. En el Congreso, los republicanos y algunos demócratas, no aprueban los 80 millones de dólares que pide Obama para cerrarla.

Sectores progresistas y demócratas critican que Obama no haya roto, como esperaban, con las controvertidas e ilegales políticas de Bush sobre torturas y tratos crueles a los prisioneros, prohibidas en su Constitución y en disposiciones del derecho internacional. Obama se apresura a prohibir la tortura, no obstante mantiene algunas de tales prácticas. Permite el ahogamiento simulado y continua el cuestionado plan de la CIA (Extraordinary renditions), de secuestros de supuestos terroristas, en cualquier lugar del mundo, que luego transporta en forma clandestina a cárceles secretas en otros países donde los torturan. Obama autoriza los secuestros, pero advierte que ha pedido a tales gobiernos abstenerse de torturarlos.

Obama le falla a América Latina. No se ocupa de sus países y no cumple con las ofertas hechas en la V Cumbre de las Américas, en abril del 2009, en Trinidad y Tobago, primer encuentro con sus líderes, de diálogos de igual a igual y una mejora en las relaciones con Cuba. La mayoría exige levantarle el embargo. Cuba lo califica de “bloqueo” económico, financiero y comercial, apoyado por un enjambre de leyes, con cláusulas que violan disposiciones del libre comercio internacional. Sus sabuesos corren por el mundo para impedirle realizar acuerdos comerciales con otros países, y obtener empréstitos, y Washington sanciona a países y empresas que los incumplan. Obama ha dicho repetidamente que no levantará el embargo, y expone las mismas razones, argumentos, restricciones y exigencias a Cuba de sus antecesores. Nada cambia. En ese tema EUA está solo. En la Asamblea General de la ONU, por cerca de 20 años consecutivos, la inmensa mayoría de sus miembros lo condena. En contra sólo votan, Estados Unidos, Israel y uno o dos pequeños países difíciles de ubicar en los mapas.

Próximo a dejar el mando, Lula da Silva lamenta que Obama no haya hecho “nada” por sus países. Ha frustrado las enormes expectativas creadas en los primeros meses y, además, ha tomado medidas en extremo negativas para América Latina y para sus países. Tal es el caso frente a su primera crisis en el continente: el golpe de Estado en Honduras contra el presidente constitucional Manuel Zelaya, en junio del 2009, urdido por las corruptas derechas en contubernio con altos mandos militares. El parlamento lo destituye con base en una falsa carta de renuncia. Los golpistas cuentan con el aval de las altas Cortes, la bendición de la Iglesia católica y el apoyo de los poderosos sectores económicos, comerciantes y terratenientes, y de influyentes medios de comunicación. El parlamento designa a su presidente, Roberto Michelletti, oligarca conservador y líder del golpe, en reemplazo de Zelaya.

Aunque al inicio Obama habla de “golpe”, de “terrible precedente”, de “retroceso a la era de los golpes militares en lugar de elecciones democráticas”, en forma sorpresiva abandona a sus colegas, rompe el acuerdo a que han llegado para obligar a los golpistas a restablecer a Zelaya en su cargo, y regresar al Estado de derecho, un contundente rechazo a ese acto ilegal. Cede a las presiones republicanas y acepta que los golpistas celebren las elecciones programadas para elegir un “nuevo presidente”. Son espurias, pues las realiza un gobierno de facto. Lula da Silva, muy molesto, señala el daño que ha hecho Obama: dice que ha abierto la puerta a nuevos golpes de Estado y ha dado aliento a otros “aventureros” a lanzarse. Para América Latina, que supone haber superado la larga etapa de golpes de Estado, maquinados desde la Casa Blanca. Su acción no es nada distinta a las de sus antecesores: pone en peligro a sus democracias y amenaza a las fuerzas populares de sus países. Poco después del golpe se sabe que el Comando Sur y los marines, estacionados en la base Soto Cano, en manos de EUA desde la era Reagan, han tomado parte.

Otro hecho que levanta ampolla en el continente es el Acuerdo militar que firma con Colombia, negociado en secreto, a espaldas de ambos países, cuyo objetivo es la entrega de siete bases colombianas y 7 aeropuertos, para uso de sus fuerzas. La noticia la divulga la revista Cambio y estalla el escándalo. Los mandatarios de Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador expresan alarma y plantean enérgicas protestas: la voluminosa presencia militar de EUA en Colombia, es una amenaza para sus países y es un peligro para la región. Tal iniciativa, sin embargo, no ha sido de Obama, sino de Uribe, quien a espaldas del país compromete su soberanía. Colombia, país clave para EUA, con costas en los dos océanos y fronteras con cinco países importantes, se convierte en su principal bastión militar en el hemisferio, y en amenaza para el resto del continente.

En cuatro capítulos trato sobre la política de EUA en la era de Obama, sobre su mundo, el desarrollo de su campaña y los logros y dificultades de su gobierno frente a la virulenta oposición republicana. Uno es sobre la “guerra contra la droga” de EUA y su política militarista para combatirla; otro, lo titulo, “Más de lo Mismo”, señala las diferencias y similitudes de su política con la de Bush, trata sobre el “fenómeno Uribe”, líder de extrema derecha, cuya política va en contrapelo de la que prima en el continente. Es una antítesis ideológica, cuestiona la integración regional al margen de EUA y de la OEA y es motivo de constante alarma y desagrado para sus vecinos y colegas. El tratado de las siete bases que firma con EUA, un golpe artero al continente, es el súmmum de su sumisión a Washington. Los mandatarios de Brasil, Venezuela, Argentina, Bolivia y Ecuador, y amplios sectores del continente, expresan indignación, protestan y piden explicaciones a ambos gobiernos. En Colombia, no obstante, la entrega de la soberanía nacional no provoca ninguna protesta popular. La revista Semana indica el humor del momento con el titulo, en inglés, “Welcome gringos”, de un artículo sobre el tema. Más de uno se estremece.

El último capítulo lo titulo “Quo Vadis Obama?”, pues hay incertidumbre sobre la orientación de su gobierno. Han sido muchas las expectativas de “cambio” y muchas las frustraciones. Y me explayo sobre la virulenta y constante oposición republicana y de la ultraderecha, pues no tiene paralelo en su historia. Ningún presidente se ha visto enfrentado a una oposición tan extrema, viciosa y tan desenfadada, expresión del racismo que permanece arraigado en amplios sectores de su sociedad.

Es evidente la desilusión de América Latina con Obama. No ha dado el ancho a sus aspiraciones, ha mostrado desinterés hacia sus países y su política no ha sido muy diferente a la de Bush. Nada ha cambiado en sus relaciones. Sin embargo, el distanciamiento ha sido mutuo. Washington ya no es la voz cantante y los gobiernos toman medidas que son contrarias a sus intereses. Estados Unidos deja de ser su principal socio comercial. Varios países extienden sus relaciones comerciales y diplomáticas hacia otros continentes y China y Rusia empiezan a ocupar sus espacios; Brasil, Venezuela, Bolivia y Nicaragua estrechan relaciones con Irán, su supuesto enemigo, y cultivan su amistad con su presidente, Mahmud Ajmadineyad. Obama presiona a Lula para que cambie su política, y Hillary Clinton, secretara de Estado, amenaza a Bolivia, a Venezuela (no menciona a Brasil), para que las suspendan o se atengan a las consecuencias”, y califica al presidente iraní de máximo líder terrorista. Evo Morales critica sus destempladas amenazas y Lula responde que no esta dispuesto a cambiar su política.

Analistas afirman que América Latina está en un momento promisorio, hay paz en la región, entendimiento, cooperación entre sus gobiernos y amistad entre sus mandatarios. La mayoría son progresistas, nacionalistas, opuestos al dominio de Washington, y afianza la integración regional al margen de EUA. Ante esa realidad las derechas internas y externas están al acecho y no cesan de conspirar contra esos gobiernos. En el campo económico expertos dan buenos conceptos sobre el futuro de sus países, aunque reconocen que están expuestos a las consecuencias de la crisis mundial que hace tambalear al capitalismo del Primer mundo.

No culpo a Obama por no cumplir a cabalidad con su agenda doméstica, liberal, de hondo contenido social, enfocada a dar soporte y oportunidades a los sectores más vulnerables, la clase media trabajadora y a los pobres. Ha tenido que hacer concesiones a la poderosa oposición republicana para lograrla y ha obtenido triunfos históricos. Obama se mueve entre los límites que impone la maquinaria existente: la política de seguridad nacional, la preeminencia militar a manos del Pentágono, el enjambre de sectores de interés y grupos de poder que producen fondos y votos. Obama ha tenido muchos de tales sectores en su contra, principalmente a la ultraderecha: el partido republicano, sectores conservadores y su apéndice, los Tea Parties. También influyentes medios de comunicación distorsionan y ocultan sus logros y dan amplia resonancia y cobertura a las campañas en su contra.

También tiene en su contra a la Corte Suprema de Justicia, politizada y con mayoría de ultraderecha. Abiertamente ha favorecido a los republicanos: le da el triunfo fraudulento a Bush contra Al Gore, y en vísperas de las elecciones parlamentarias, a la mitad del mandato de Obama, cruciales para su gobierno y para su reelección, autoriza a las corporaciones, a sindicatos de trabajadores y a entidades extranjeras usar sus fondos, sin límites, en las campañas políticas. Esos fondos contribuyen al triunfo de los republicanos en esos comicios. En ambas ocasiones el influyente diario, The New York Times, en notas editoriales crítica duramente a la Corte. Y Obama, en su primer discurso “Estado de la Unión”, la alocución más importante de los presidentes al Congreso y al país, reprende a los magistrados. Les dice, que “no puede pensar en nada más devastador para el interés público” y anuncia que tomará medidas para tratar de impedirlo. A tal política corrupta se ha opuesto desde el Congreso, como Senador de Illinois. En su campaña no acepta fondos oficiales ni de corporaciones, ni de sectores privados cuya intención es obtener ventajas.

En la campaña presidencial, actualmente en marcha, Obama aspira a la reelección y se enfrenta a la agresión de los candidatos opositores, cuyos excesos alarman incluso a su propio partido. El país no quiere tales extremismos y estos excesos ayudan a Obama. Algún comentarista señala que le están sirviendo el triunfo en bandeja. Pero lo que cuenta en las contiendas presidenciales es el estado de la economía, y priman el alto desempleo, que no se reduce, y las dificultades economías de amplios sectores, secuelas del colapso financiero global del 2008, provocado por erradas políticas de Bush, pero de esto no están concientes los electores, y culpan a Obama. También alarman las noticias y predicciones sobre la crisis del Euro, la ruina de Grecia, la quiebra de España, la fragilidad de Italia. No obstante Jimmy Carter afirma que es imbatible y, muchos están seguros de su reelección, para bien de las clases trabajadoras y pobres, de los sectores progresistas y demócratas, y de la democracia. También del mundo que desea cooperación y paz. .

Este es el panorama que aquí les presento, y muchas gracias.

Bogotá, junio del 2012

( * ) Clara Nieto Ponce de León es la autora del libro Obama y la nueva izquierda latinoamericana ( B ) y este texto corresponde a la presentación del mismo en la Universidad Pedagógica Nacional, de Bogotá.

Nota: el libro puede ser solicitado a culturalibrosyletras@gmail.com