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PAZ ENTRE LOS DIOSES


Carlos Fradique-Méndez

Abogado de Familia y para la Familia

Debemos ofrecer todo cuanto nos sea posible para que el Presidente Santos logre un principio de acuerdo sobre el fin del conflicto con todos los grupos narco guerrilleros. Será como la primera piedra para que Colombia en treinta o cuarenta años sea un pueblo relativamente vivible en paz.

La paz comienza en el corazón, se extiende a la familia, abarca la sociedad y cubre la Patria. Un pueblo en paz, en términos amplios, es aquel en el que las personas cuidan la vida de los demás como si fuera la propia suya, hay buena educación, no necesariamente doctorados pero buena, hay ocupación y trabajo con remuneración digna, no hay hambre ni miseria ni necesidades básicas insatisfechas, está garantizada la salud preventiva y la atención de urgencias es inmediata, el consumo de alcohol es racional y controlado y hay empresas así no tengan parentela multinacional, no hay guerrilla, ni narcotráfico, hay sentido de pertenencia social… No hablo del paraíso, sino de una comunidad de humanos racionales, decentes, solidarios…

La paz comienza en el corazón pero con frecuencia el fundamentalismo, el oscurantismo y la negación a ver otros horizontes, despierta odios y genera daños y los daños dan vida a la venganza y la venganza multiplicada lleva a excesos y anima la guerra. Para comenzar una guerra se necesita poco tiempo, pero para sanar las heridas de la guerra se necesitan varias décadas porque donde hubo fuego quedan brasas y con menor viento renacen las llamas.

El ser humano necesita de una fuerza espiritual que siempre le multiplicará sus aptitudes y sus actitudes. Esa fuerza viene de Dios y todos los Dioses, hasta los de los ateos, quieren la felicidad de sus fieles o seguidores. Pero cuando los voceros de un Dios se empeñan en demostrar que los seguidores de otros dioses están equivocados y que de seguir en su error serán castigados en una incierta vida eterna, ponen en discordia a los Dioses y a los pueblos y dan pie para guerras o venganzas infernales que perturban la paz de los mortales.

La historia es pródiga al referirse a los desastres que han dejado las guerras en las que han involucrado a los Dioses. Israel y Egipto y ahora Israel y Palestina y las cruzadas y las torres gemelas de Nueva York y las matanzas de inocentes en colegios del mundo por vengadores de Mahoma y la guerra entre Católicos y Cristianos y Ortodoxos, con el mismo Dios, la misma Biblia, pero con interpretaciones subjetivas que los llevan a matarse y a promover la deserción de sus seguidores. Parece tonto que entre gente “sabia e ilustrada” no se logre un pacífico diálogo sobre la necesidad de que los ministros de Dios ejerzan su legítimo derecho a formar una familia con esposa para los religiosos y esposo para las religiosas. La lista de estas guerras es interminable.

Todos queremos la paz, y los mayores que hemos vivido en medio de la guerra o por lo menos con noticias diarias sobre su desarrollo, queremos que haya paz entre los Dioses para que nuestros corazones vivan en paz y podamos tener paz en la familia, porque bien sabemos que si no hay paz en la familia, no hay paz en las naciones y sin paz es no es posible rehacer el mundo.

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