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EL MITO DE LA FIDELIDAD


Por: Carlos Fradique-Méndez
Abogado de Familia y para la Familia
El matrimonio, en sentido amplio, es un contrato por el que un hombre y una mujer se unen con el fin de vivir juntos, de procrear y de auxiliarse mutuamente. De estos fines se generan las obligaciones de guardarse fe, socorrerse y ayudarse uno al otro en todas las circunstancias de la vida.

En la época moderna ha tomado auge la convivencia en pareja sin previa celebración de ceremonias civiles ni religiosas. Esas nuevas parejas se llaman equivocadamente uniones libres y legalmente uniones maritales de hecho, también en forma errónea porque lo que está regulado por la ley no es de hecho, sino de derecho. Yo prefiero llamarlas, como se llaman en muchas legislaciones, matrimonios consensuales que es lo mismo que matrimonios no formalizados. Estos matrimonios existen desde hace quinientos mil años.

La fe es la creencia firme de que el hombre solo tiene relación sexual con su mujer y que ésta solo tiene relación sexual con su marido. Las relaciones sexuales, en principio, se limitaron al contacto entre humanos. Luego se extendieron a los demás seres vivos. Las caricias, besos y demás actos eróticos no son actos sexuales, pero si incumplimiento de los deberes de respeto como esposos y son agravios o ultrajes. En esta forma se falta a los deberes de socorro y ayuda. Se considera que con estos comportamientos se incurre en infidelidad moral.

La relación anterior al matrimonio se conoce con el nombre de noviazgo. Cuando los novios se comprometen en matrimonio se llaman técnicamente esposos. Las relaciones entre novios y esposos han cambiado sustancialmente. Hoy se acepta que entre novios es lícita la convivencia sexual. Y también se ha llegado a considerar que entre amigos especiales es tolerada esa vida íntima.

Por los cambios aceptados en la vida sexual entre parejas de amigos, novios, esposos, compañeros permanentes y casados, la obligación de fidelidad se ha ampliado en el mundo actual.

En principio la exclusividad sexual se exigió a la mujer porque al tener una relación sexual con un hombre que no fuera su pareja podía quedar embarazada y el hijo que daría a luz tendría su sangre adulterada. Por eso esta relación se llamó adulterio y a la mujer adúltera. El hombre solo era censurado cuando tenía otra mujer pero de tal manera que su relación fuera pública. El hombre debía tener una manceba, es decir mujer con la que mantenía en forma continua relaciones sexuales. Por eso esta relación se llamó amancebamiento.

Al tolerarse la falta a la fidelidad por parte del marido, la mujer quedaba en condiciones de inferioridad. Al lograr la mujer su independencia económica, la defensa de su estima, su reconocimiento social, se cambió la ley y se sancionó en igualdad de condiciones la infidelidad tanto del hombre como de la mujer, en todas las relaciones de pareja.

El cambio ha sido legal, pero quedan rezagos en la cultura machista de la sociedad. La infidelidad de la mujer socialmente sigue siendo considerada grave y hay hombres, casi salvajes, que castigan brutalmente a sus mujeres, esposas, compañeras o cónyuges infieles y hasta les causan la muerte y pretenden que el juez encuentre justificado su delito alegando enajenación mental transitoria, lo que otrora se llamó ira e intenso dolor causada por la defensa del honor sexual.

Y por esas infidelidades, que al final son de la naturaleza del ser humano, se ha truncado la carrera de líderes sociales como sucedió con el francés Dominique Strauss-Kahn, poderoso director gerente del Fondo Monetario Internacional y firme aspirante a la Presidencia de Francia y como acaba de suceder con el general David Petraeus, hasta la semana pasada director de la CIA, agencia de inteligencia de los Estados Unidos de Norte América.

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