Opinión

NOS DEJARON LOS CAYOS, PERO NOS PISARON LOS CALLOS


Por: Julio Fernando Rivera Vallejo

Sin duda el tema de la semana, del año y de mucho tiempo, se relaciona con el fallo de la Corte Internacional de Justicia de La Haya que, no ´´ salomónicamente ´´ como auguró hace un tiempo nuestra Ministra de Relaciones Exteriores, sino políticamente, le otorga una buena tajada de riqueza marina a Nicaragua. La funcionaria expresa hace varios días que, de las decisiones del ente internacional, ´´ nadie sale con las manos vacías ´´, lo que para varios analistas representa abrir el paraguas por si acaso las cosas no se dan, como en efecto sucede.

El diferendo limítrofe es un problema de vieja data y, así como en su momento le corresponden en desgracia al ex presidente Betancourth la tragedia de Armero y la toma del Palacio de Justicia, le toca a Santos, afrontar la providencia de un organismo supranacional, cuya jurisdicción es aceptada por Colombia, un fallo que toma por sorpresa a muchos, quienes confiados por la providencia de 2.007 que confirma el Tratado de 1.928 sobre el Archipiélago de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, ensillan antes de traer las bestias.

La ratificación de la soberanía colombiana sobre el Archipiélago, incluidos los siete cayos, es vista por algunos expertos como algo positivo, pero, ´´ en plata blanca ´´ no significa más que continuar ejerciendo mando sobre lo que durante dos siglos se considera como propio. En cambio, la pérdida de cerca de cien mil kilómetros cuadrados de mar, con una exuberante riqueza de fauna y flora y, eventualmente de yacimientos petrolíferos, se constituye en un desagradable ´´ Roncador ´´ que, es un auténtico ´´ Quitasueño ´´.

La Corte, a cuya decisión se somete el país, para bien o para mal, toma ahora una posición acomodaticia para quedar bien ´´ con Dios y con el diablo ´´: nos deja los cayos, pero nos pisa los callos; y el dolor por esto último es inmenso y despierta de nuevo el nacionalismo que se pierde en las aguas mansas de las épocas en que el ´´ dejar hacer, dejar pasar ´´, parece ser la actitud de gobernantes y gobernados en esta patria boba en la que pasa de todo y no pasa nada.

El discurso del señor Presidente Santos, en el sentido de que Colombia respeta el fallo, pero que éste resulta inaceptable, acompañado con el lanzamiento del ´´ Plan San Andrés ´´ y el anuncio de una posible declaratoria de Emergencia para tratar de conjurar el enorme impacto que la decisión de la Corte Internacional de Justicia desde ya produce especialmente para los habitantes de ese Departamento, cuya pesca, en un 90 % se realiza en aguas que la providencia entrega a Nicaragua, muestran un mensaje ambiguo de sí, pero no; porque una cosa es manifestar que una decisión jurisdiccional se respeta pero no se comparte, como acontece a diario en el litigio o ejercicio profesional del derecho, lo que implica, como debe ser, acatamiento a las sentencias, así no sean favorables, y, otra muy diferente, decir que la sentencia es inaceptable, lo que supone como la expresión lo denota, más que el desagrado por un resultado adverso, la voluntad de no aceptarlo.

Pedir aclaraciones a la Corte internacional, puede ser un camino para ganar tiempo y evitar la aplicación inmediata del fallo, mientras se buscan posibles vías jurídicas que permitan reversar la decisión, aunque cuando pensamos que iba a ser favorable, alardeábamos repitiendo su carácter de inapelable.

No es hora de poner el espejo retrovisor para buscar culpables, porque de nada vale llorar sobre la leche derramada. Hay que mirar al frente y escudriñar como ratón de biblioteca, a ver si se encuentran argumentos jurídicos para discutir algo que de antemano aceptamos sin segunda instancia.

Por lo pronto, el Instituto Geográfico Agustín Codazzi, debe estar preparando un nuevo mapa con el 10 % menos de mar. Ojala este sacudón sirva para que el gobierno central atienda a la provincia como lo merece y no siga en la postura del niño que no usa su triciclo, pero se enoja cuando un amiguito se monta en él.

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