Opinión

´´ MAMÁ, ¿DÓNDE ESTÁN LOS JUGUETES….?´´.


Por: Julio Fernando Rivera Vallejo
En los albores de la Navidad, cuando apenas es tiempo de arrancar la penúltima hoja del calendario que recibido como ñapa por las compras de hace un año, en los semáforos, en los centros comerciales, en las puertas de las iglesias y, en cuanto lugar concurrido existe, aparecen parejas con cuatro, cinco o más niños de todas las edades, propios, prestados o alquilados, quienes con estentóreos gritos acompañados por destemplados acordes de rudimentarios instrumentos, entonan, o mejor, desentonan un patético himno a la pobreza y a la discriminación, que relega, por momentos, temas trascendentes como el fallo (o la falla) de la Corte Internacional de Justicia sobre el diferendo colombo – nicaragüense, o los diálogos del Gobierno con las Farc, y estremecen el alma de un pueblo, que parece condenado a vivir por siempre con dolor de patria: ´´ Mamá…….dónde están los juguetes,…..mamá…..el niño no nos trajo………´´.

Mientras los infantes claman ayuda, es común ver a los adultos que los acompañan, o dirigen, levantar arrugadas cartulinas rosadas en las que desordenadas letras verdes anuncian que son desplazados que imploran un pancito con aguapanelita para sus hijitos. Muchas personas de buen corazón se conduelen, y con su mano derecha, sin que lo sepa su mano izquierda, les dan una generosa limosna; entre tanto, otras, también de buen corazón, piensan que a esos compatriotas ´´ deberían enseñarles a pescar y no darles el pescado ´´.

Y, no es por tacañería y menos aun por indolencia o falta de sensibilidad, o por identificarse con autores como Amartya k. Sen, quien plantea una concepción diferente sobre la carencia de recursos, enfatizando en la premisa de que la pobreza o la miseria no debe fundamentarse en la situación de los pobres y sus innumerables sufrimientos, sino más bien en lo que esta dinámica afecta a aquellos que no son pobres, disminuyendo su bienestar.

Según este autor, cuya teoría resulta inaceptable para muchos y exótica para otros, la pobreza es algo más que la carencia de recursos, y la miseria humana no se fundamenta tanto en los sufrimientos de los pobres, sino en las incomodidades y costos que esto trae a la comunidad; ello quiere decir, según M Rein, que la pobreza es un problema en la medida en que los bajos ingresos atentan contra quienes no son pobres. Y, un ejemplo de lo mencionado es que, en cualquier municipio, ante la falta de oportunidades, muchos buscan en la mendicidad una fuente de ingresos.

No se trata, ni más faltaba, de acoger esa idea; pero sí, de llamar la atención acerca de un fenómeno social permanente que se dispara por estas épocas, y en torno al cual, es necesario adoptar posturas de conjunto que permitan afrontar la problemática,

La disyuntiva de dar o no dar limosna, para ubicarse en el bando de los buenos o de los malos, debe ser remplazada por la decisión de ayudar de una manera efectiva a la superación y abolición de la mendicidad como destino y como medio de vida. La buena voluntad y la solidaridad, se deben canalizar a través de entidades estatales pulcramente manejadas – en las cuales no se roben la bienestarina – a las cuales se debe sumar el ejercicio de la responsabilidad social empresarial, que en muchos casos está en deuda con la sociedad de la cual deriva sus ingresos. Y esto, abandonando el sistema asistencialista de colocar unos pesos en las manos de unos pobres que se habitúan a ello y no vislumbran en su horizonte nada distinto a la fecha en la que tienen que madrugar para hacer cola y recibir un dinero que se convierte en adicción, pero no en solución. Programas de verdadera inclusión social en educación, salud, vivienda, trabajo y recreación, son los que requieren miles de colombianos, no para sobrevivir de las migajas con las que se pretende calmar su hambre, sino para tener la vida digna que la constitución predica, mientras el sistema se niega a brindarles.

Los comentarios están cerrados.