Opinión

¡Que viva la pola!

jose-luis-ramirez ESCOMBROS Por: José Luis Ramírez Morales
Los tenderos de Bogotá le ganaron el pulso al secretario de Gobierno, Guillermo Alfonso Jaramillo, y lo dejaron tendido en el asfalto. Un liberal de pura cepa, hoy confundido en el Gobierno del alcalde Gustavo Petro, buscando reconocimiento, después de una larga carrera política y de ser un excelente secretario de Salud. Claro, es médico.

¿Por qué les cuento esto? En un año en Bogotá se consumen 1.316 millones de cervezas, es decir, que por minuto, los habitantes de la capital se bogan 153 mil cervezas. Los estudios de consumo demuestran que el 80 por ciento de las personas mayores de 15 años ya se han tomado una cerveza o más en su corta existencia.

Esta bebida alcohólica, que se fabrica con granos de cebada y se fermenta en agua con levadura hace parte de la vida diaria. ¡Qué tontería creer que la medida que ordenaba cerrar las tiendas de 9 de la noche a 10 de la mañana tendría algún éxito!

Nadie es tan bobo, inocente o pendejo de cumplir esta medida y dejar de ser parte de un negocio que mueve más de dos billones de pesos al año, y en efectivo. Y menos, en el caso de los tenderos, cuando en la venta de pola está su sustento diario, la seguridad de su familia, la educación de sus hijos, su comida y la permanencia como ser humano útil en su barrio.

Es una amenaza chistosa, además, pensar que 9 mil policías que hay en Bogotá por turno, además de patrullar 5.550 barrios, controlen a 50 mil tiendas, todas parecidas, vendiendo licor y persiguiendo a los muchachos que llevan domicilios. ¡Hágame el favor!.

Con tal de quitarse de encima el decreto que los obligaba a cerrar las tiendas, los tenderos salieron corriendo a firmar un pacto de18 puntos en el que se comprometen a promover el consumo responsable de alcohol en los barrios. Y de paso hacerle conejo a la medida.

Yo quiero ver al primer tendero que se niegue a la una y media de la madrugada a vender la última ronda de Pola, cuando uno, jincho de la perra, le diga a Don Alvarito o a Doña Isabelita, con plata en mano, que por favor me sirva las últimas, las de p’irnos. ¡A ver si se niega!

¡Que viva la pola!

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