Opinión

Paro Nacional o la ineludible necesidad de adaptación,

Santiago Arroyo Por: Santiago Arroyo M
Una idea como la que quiero plantear en este articulo, de seguro no será la más popular en estos días de Paros y Manifestaciones populares.
El derecho al Paro es en efecto constitucional y una obligación del gobierno, garantizarlo y protegerlo. Mal actúan los policías que golpean y maltratan a quienes salen a la calle a hacer uso de este instrumento de participación. Pero salir a la protesta, no necesariamente quiere decir interrumpir el derecho de los demás a la movilidad. Tampoco buscar la protección del presidente para la actividad agraria sin exigencias de adaptación o competencia y no implica impulsar a los desadaptados a la destrucción del patrimonio colectivo.
Las redes sociales, han inundado el cyber espacio con videos de maltratos a los campesinos relegados al olvido y subdesarrollo. La solidaridad de los colombianos se ha expresado en ruana, con odio y rechazo a la posición oficial. Analizo este panorama y me convenzo más de la necesidad de ver en profundidad la razón del porque estamos en Paro.
Más allá del resumen de los cometarios de Facebook sobre el tema de semillas modificadas y el de los macabros TLC, no encuentro en los protagonistas la explicación sobre la razón de fondo, que justifique el bloqueo de carreteras y la pasión de los gritos y las arengas.
Veo en medios a algunos sectores de la producción agraria arrojando naranjas, leche, papas entre otros productos. La ofrenda simbólica, la leo como el resultado improductivo del campo por políticas que han marginado al campesinado colombiano desde siempre. Es contundente la histeria de los manifestantes que bloquean las carreteras y enfrentan a la policía, sin ofrecer siquiera una mesa de concertación con los poderes locales. Alcaldes y gobernadores se quedan sin interlocutor cuando buscan alternativas de salida a esta crisis. Sentarse a la mesa requiere creatividad de las dos partes y voluntad de solución. De lo contrario la protesta queda en el activismo sin progreso alguno.
Es entonces cuando pienso que los países se construyen en la corresponsabilidad de los ciudadanos por el cambio. El primer sector de este país presenta dos grandes escenarios sobre los cuales cabe esta reflexión: El de la agroindustria, mono productora, proveniente de grandes inversiones y gestiones de capitales locales y extranjeros y del otro lado, sectores tradicionales que han luchado como gremios para hacer frente al primero, con la inminencia de los TLC.
Los gremios en paro, protagonistas del segundo escenario, exponen una relativa comodidad de exigir el retraso del país para que se vean complacidas sus demandas. Veo que piden, les sean perpetuadas las garantías de los antiguos métodos de producción, atados a tradiciones regionales de poderes locales y formas de mercado casi medievales. A pesar que el gobierno ofrezca fortalecer el sector en el escenario de los actuales tratados de comercio, los lideres se encierran en sus demandas y no se acercan a un punto medio y las mesas en consecuencia tienden al fracaso.
Los cambios exigen adaptación. Colombia, así como cualquier país que busca consolidar un modelo emergente, no puede perpetuar por decreto la protección de sectores que no ofrecen transformaciones y oportunidades nuevas a sus clientes en el mercado local. La papa, la leche, el arroz entre otros, no están ofreciendo un valor agregado al proceso de producción que resulte en beneficios al consumidor. El país en paro, es uno que sigue considerando el local como su nicho y los commodities como su área de producción.
Las tendencias mundiales de consumo nos podrían ofrecer una luz en este panorama. Frente a la crisis de producción de alimentos, las granjas locales, de menor huella ecológica y de modelos orgánicos, ofrecen mercancías que son más caras, pero de mejor calidad frente a las grandes procesos en masa, aquellos impulsados por semillas modificadas y monumentales subsidios de los países de origen. Si se ofrece un producto renovado o procesado en una forma creativa, cambiando las cadenas de distribución y mercadeo, tal vez exista una opción no solo en Colombia sino en los países vecinos con los cuales hemos firmado los acuerdos de libre comercio.
Con mi más profundo respeto por los que están reclamando, levanto mi voz en contra y demando de ellos una mejor lectura de los tiempos para invitarlos a las transformaciones y sobre todo a nuevas propuestas. También los invito a pensar que la protesta requiere la responsabilidad de los efectos que esta misma causa. De la mano del legítimo movimiento en las calles, también debe persistir el cuidado y rechazo con quienes aprovechan estos escenarios para causar crisis con sus acciones vandálicas.
Las mesas de negociación con el Estado en estas condiciones, no deben ser tribunas de reclamos sin la obligación de presentar opciones. Debemos comprender que en colectivo, es importante buscar opciones de producto y de transformación de la materia prima, para expandir la fortaleza de los gremios.
Así como la Federación de Cafeteros, tendrá que enfrentar con calidad y productos especiales la llegada de Starbucks a Colombia desde el próximo año, otros gremios deben asumir la competencia y ubicarse estratégicamente en los nichos tradicionales y en otros nuevos. La garantía de su existencia no debe centrarse en la protección del estado como único recurso de subsistencia.
De otra parte, los gremios deben revisar sus estructuras jerárquicas y sus procesos de acercamiento y negociación con el Gobierno. Lo primero, para garantizar la democratización de los beneficios con todos los productores, evitando la concentración de poder en los intermediarios. Simultáneamente, deben poner en las mesas de negociación, los mecanismos de diálogo permanente que analice progresivamente el comportamiento del sector en corta y mediana duración, para hacer los ajustes necesarios. Así, lograrían evitar los grandes problemas que desembocan en los conflictos sociales que cada Paro denuncia y a la vez multiplica con la filtración de los violentos en la protesta.
Finalmente veamos como ejemplo, que la enarbolada y generalizada critica a Venezuela y a su anacrónico modelo proteccionista, nos debe servir de ejemplo para el país en el cual no nos podemos convertir. No esperemos un gobierno paternalista que cubra con un manto protector a todos sus sectores.
Al contrario, estoy convencido que podemos pedir que el estado acompañe y apoye nuestros proyectos de crecimiento, democráticos y acorde a las exigencias de los tiempos. Propiciemos entonces escenarios donde se valide la voz del pequeño productor o del empresario agrícola de mediano a gran tamaño. Impulsemos la reconstrucción del pacto con el estado para construir futuro entre todos. Evitemos caer en la tentación de luchar por los intereses particulares sin una visión de lo nacional desde cada gremio. Y sobre todo, asumamos la responsabilidad de lo que implica la protesta, evitando generar espacios para los violentos.
Recordemos y consideremos para nuestro país, las palabras del extinto presidente de Estados Unidos John F Kennedy cuando le decía a su pueblo, No pienses en lo que el país puede hacer por ti. Piensa en lo que puedes hacer por tu país.