Opinión

Educación: Una asignatura pendiente

Andres Burgos New Por: Andres Burgos
Decía Nelson Mandela que “La educación es el arma más poderosa para cambiar el mundo”. Con ocasión de los resultados de las pruebas PISA (Program for International Student Assessment) que ubican a Colombia en las últimas posiciones a escala mundial, cabe preguntarse qué estamos haciendo en el país para cambiar el mundo. Parece que muy poco.
Los resultados son devastadores: De los 64 países evaluados ocupamos el puesto 51 en Ciencias, el puesto 55 en Lectura, y el puesto 61 en Matemáticas, con promedios ridículos en comparación con los de algunos países asiáticos como China y Singapur que encabezan la lista.

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Y es que si bien ha habido avances significativos en el país en cuanto a la democratización de la educación, que ahora más que nunca abarca un gran porcentaje de la población, estas cifras no se compadecen con la calidad educativa que se imparte; sirven si acaso, para subir los índices de alfabetización que no es garantía de calidad ni desarrollo del sentido crítico en el estudiantado.
Para María Fernanda Campo, ministra de educación a la que se le nota que jamás ha trabajado en el aula, es urgente revisar los modelos pedagógicos principalmente en el área de Matemáticas, sin embargo asegura que vamos por buen camino. Yo no soy tan optimista. La verdad es que no hay que ser un genio para comprender que la crisis de la educación en Colombia va mucho más allá de lo eminentemente académico y que en nuestros resultados influyen muchas más variables de otro orden.
Si bien en el sector privado la educación es un negocio, como el negocio debe mantenerse, muchos colegios implementan planes de mejoramiento que garanticen un buen nivel educativo. Lo que en apariencia es bueno, resulta ser problemático porque todos los procesos académicos se enfocan en la obtención de buenos resultados medidos por el ICFES que redunden en una imagen favorable para la institución. Imagen que muchas veces se consigue sacrificando competencias que las pruebas ICFES no evalúan como lo son las habilidades escriturales y la expresión oral. Todo sea por salir en los primeros lugares de un ranking nacional y así conseguir más clientes.
En el sector público el asunto es más delicado. Si nos guiamos por los resultados del ICFES, que como vimos no garantizan una educación integral, encontramos que ningún colegio público aparece entre las mejores 200 instituciones del país, según la Revista Dinero. La falta de recursos parece ser en este caso la razón principal del descalabro, ya que nos rajamos también en infraestructura, sobredemanda de cupos y malos salarios a los docentes. Y no es de extrañarse que esto pase en un país que invierte más en guerra que en educación –Mientras tenemos uno de los ejércitos más grandes de América Latina somos testigos de excepción del derrumbamiento físico y académico de la Universidad Nacional-.
Tal vez el día en que el ministerio de educación deje de ser una cuota burocrática y sea manejado por un especialista que haya ejercido el noble oficio de la docencia, empezaremos a repensar la educación nacional y a comprender que su objetivo último es formar ciudadanos de bien, personas con criterio y sentido crítico que con su ejemplo construyan una mejor sociedad. Por ahora, con la ingeniera industrial que nos tocó de ministra, la misma que sin vergüenza dice que vamos por buen camino, no veo cómo en las altas esferas del gobierno vayan a comprender la magnitud del problema.
Los resultados de las pruebas PISA son la oportunidad soñada para que un presidente decente le exija la renuncia a una ministra incompetente, pero en nuestro país la decencia no sirve para gobernar.

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