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EL VALOR DEL TRABAJO HOGAREÑO DE LAS MUJERES

Carlos Fradique
Todavía permanecen las ideas esclavistas de que i) el mundo de la mujer es la casa y la casa del hombre es el mundo, ii) la mujer debe estar al servicio de su marido y iii) el hombre debe aportar todo para el sostenimiento del hogar. Estas ideas han mutado por fuerza de los cambios culturales y económicos del mundo. La mujer se ha incorporado al mercado laboral porque la sociedad lo necesita y la economía lo exige. También por el propio bienestar de las mujeres.

Desde hace cinco décadas el trabajo hogareño de la mujer se ha tenido en cuenta, no siempre en su justo valor. Por medio de la discutida sentencia de tutela No 494 de 1992, de la cual fue autor el Magistrado Dr. Ciro Angarita, la Corte Constitucional dijo: “Como se desprende de lo anterior, el sentenciador parece creer que los únicos aportes a una sociedad de hecho deben ser en dinero o en bienes relevantes en el mercado, con lo cual descarta de plano el denominado aporte de industria. Seguramente por eso se abstuvo de considerar, por un momento siquiera, si el trabajo doméstico de la concubina tuvo o no significación económica suficiente para reconocerle, con todas sus consecuencias, la calidad de socia.”

Hoy no se habla de concubina. El término no infunde respeto. Por ser la unión sin ceremonia un hecho público con igualdad de protagonismo frente al matrimonio solemne, la llamada Unión Marital de Hecho, se considera una forma real de matrimonio consensual.

Agrega la Corte que a nivel internacional, estudiosos serios del aporte de la mujer al desarrollo señalan con toda razón que las obligaciones tradicionales de la mujer con respecto a la familia y su trabajo no remunerado en el hogar con frecuencia no se reconocen, pese a tratarse de actividades económicas que contribuyen al ingreso del hogar y por ende al ingreso nacional.

Que el trabajo de la mujer en el hogar tiene un valor importante ya no se pone en duda. Estamos en NAVIDAD, una época en la que brilla la luz del amor y de la alegría y en casa donde no haya una mujer no se vivirá la belleza del árbol de navidad, difícilmente habrá una cena, los regalos no darán alegría en la noche del 24.

Según el DANE, “cuatro de cada 10 mujeres lavan y planchan en su hogar, frente a 1 de cada 10 hombres que hacen lo mismo.” ¡Sin el trabajo de la mujer no hay hogar! Hacer el oficio de la casa, cuidar los niños (propios o ajenos) estar pendiente de los papás, abuelos o los enfermos o ‘hacer las vueltas’ de los familiares que trabajan y no tienen tiempo, ya tiene una valoración económica. Pero esta tarea no debe ser exclusiva de las mujeres. Los hombres debemos apoyar y colaborar en estas tareas.

El trabajo de la mujer en el hogar debe ser reconocido y valorado. La mujer debe hacer real esta exigencia. La mujer aporta trabajo en el hogar el que debe ser remunerado con por lo menos dos o tres salarios mínimos. Esto sin contar su desempeño en labores en especie. Y el hombre debe ayudar en esos quehaceres atendiendo los niños, lavando la loza, tendiendo la cama, sirviendo la mesa, haciendo el mercado y apoyando otros oficios. La mujer no puede resignarse a ser la empleada de la casa sin remuneración real. En cuanto pueda debe ser trabajadora formal con toda clase de prestaciones laborales.

La jurisprudencia ha reconocido que esta clase de trabajos deben valorarse al tasar la cuota de alimentos y al reconocer el patrimonio de las sociedades conyugales y patrimoniales formadas por la pareja. La creencia de que la mujer deber servir en la casa y que el hombre debe sostener a la mujer, es una cultura maligna de machismo salvaje.

Y es dañino que la mujer que atiende los oficios del hogar, en las encuestas responda que es ama de casa y que no trabaja.