Opinión

Cadena de oración contra el procurador

Andres Burgos New Por: Andres Burgos
Si la voz del pueblo fuera la voz de Dios, el procurador estaría en una crisis de fe terrible. La ratificación de la destitución de Petro de nuevo lo pone en el ojo del huracán porque no son pocos los que lo acusan de arbitrario; incluso muchos sectores que sobre el papel comparten sus postulados políticos, han declarado que su decisión está sesgada.
En efecto, yo también creo que el procurador se ha desmedido. No desde que destituyó a Petro sino desde siempre. Su desmesura, pienso yo, no radica en sus posiciones políticas o religiosas, sino en su entusiasmo de contagiar al mundo con ellas.
Curioso que la fe católica, cuyos preceptos promueven el perdón, la tolerancia, la abnegación, la humildad y el amor, sea el arma que utiliza Alejandro Ordoñez para castigar sin misericordia a los que según su criterio, están violando las leyes de Dios. Y es que hasta la causa más bonita puede volverse terrible en manos de un fanático. Eso es nuestro procurador: Un fanático que legisla con Biblia en mano.

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Pero no todo es culpa de él. Si bien es terrible que crea con fervor que moral es sinónimo de fe, también es cierto que la Constitución del 91 le otorgó a su investidura un poder exagerado que lo protege de todo mal. Como dirían por ahí, se juntaron el hambre con las ganas y el resultado es una vergüenza para el respeto de nuestras libertades individuales.
¿Qué garantía puede brindar un funcionario que en su juventud quemó libros que considera inmorales? ¿Qué nivel de tolerancia a la diferencia puede tener una persona que fiscaliza las acciones de los demás con los argumentos más ridículos y puritanos?
La respuesta a esta pregunta ya la hemos vivido: Persecución descarada a homosexuales e investigaciones a notarios que se atreven a casarlos; desconocimiento de la legislación sobre derechos reproductivos e intenciones insolentes de tumbarla; intervenciones en política en contra del proceso de paz, que no solo no le incumbe sino que tipifica una extralimitación de sus funciones.
Eso sin mencionar la construcción de un oratorio en su edificio y la presión que reciben sus empleados para comulgar con sus creencias, delito en un estado laico como el nuestro; o la asignación de cargos en la Procuraduría a cambio de votos por su relección, que también se configura como un delito aunque a los ojos de Dios no exista pecado. Ni qué decir de los puestos que generosamente otorga a sus hermanos de fe saltándose la meritocracia -¿O es que Amada Rosa Pérez, la otrora actriz y modelo que actualmente pertenece a la Legión de María, fue nombrada en la Procuraduría por sus méritos en el servicio público?-.
¿Con qué criterio un abogado que en su tesis de grado suplica “la restauración del orden cristiano y el aplastamiento del comunismo ateo para que brille por doquier la fe católica” puede juzgar con objetividad a un comunista ateo?
Las leyes divinas que rigen nuestra esfera privada, si bien iluminan el corazón del ser humano y le brindan la opción de la esperanza, no sirven para regir un estado que se define como laico, pluricultural y multiétnico.
La obligación de la Procuraduría es velar porque se garanticen nuestros derechos, seamos cristianos, católicos, agnósticos, legionarios de María o comunistas; pero nuestro procurador, desde lo más alto de sus jerarquías imaginadas, no hace sino lo contrario: Estigmatizar, polarizar y generar odios y discriminaciones.
Roguemos a Dios porque a algún senador honesto de la nueva legislatura se le ocurra limitar las funciones del procurador, pidamos al cielo que su proyecto sea aprobado aunque todos los santos se opongan y elevemos plegarias para que nunca más se vuelvan a quemar libros en nuestro país. Amén.
Twitter: @andresburgosb

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