Opinión

Mercaderes de la fe

Andres Burgos New Por: Andres Burgos
El domingo pasado me decía un testigo de Jehová que el Apocalipsis se aproxima. Vivimos, me explicaba, en tiempos convulsionados en donde las catástrofes naturales y las guerras prevén el fin de la existencia humana. Como es más fácil llevarle la contraria a la mamá que a un testigo de Jehová, no quise entrar en polémicas, pero me quedé pensando en esa idea fatalista que augura sufrimiento a menos que lleguemos a la Salvación por el camino del diezmo.
Y pensé que en realidad siempre hemos vivido en tiempos convulsionados. En la Edad Media el discurso era parecido: Las autoridades eclesiásticas de entonces exhortaban a los fieles a comprar indulgencias para garantizar su estadía en el paraíso.
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Y había catástrofes terribles y enfermedades mortales, todas ellas atribuidas a un Dios cruel que castigaba a los impíos. Y también había guerras. La mayoría de ellas, justamente en nombre de Dios.
Desde los mismos tiempos de la Biblia, que cuenta de traiciones, crueldad, guerra y muerte, hasta nuestros días de sofisticación bélica y de iglesias carismáticas, los diferentes momentos de la historia siempre han sido convulsionados.
Si bien los tiempos han evolucionado y en los últimos años hemos presenciado un desarrollo tecnológico y social inédito en el mundo, el paradigma de Dios no ha sufrido mayores cambios. En teoría, la persistencia del credo judeocristiano en nuestra sociedad resulta necesaria y positiva. Dios es amor y la oración un placebo. La esperanza de una eternidad feliz a cambio de seguir sus normas y perdonar, es un aliciente que nos hace buenos prójimos y buenos ciudadanos.
El problema es que el perfil de algunos que predican la palabra de Dios tampoco ha cambiado mucho con el advenimiento de los nuevos tiempos: Así como en la Biblia o en la Edad Media los llamados mercaderes de la fe se aprovechaban de los fieles para su beneficio personal, hoy la Iglesia Católica y las comunidades protestantes no están exentas de los escándalos de algunos de sus líderes.
Por ejemplo, recientemente la revista Semana publicó la noticia de una monja dio a luz a un varón en una comunidad católica. En el colmo del cinismo, el bebé recibió el nombre de Francisco, en honor al papa célibe. Las monjas de la comunidad de las Discípulas de Jesús pidieron respeto y privacidad para su hermana, irónicamente, lo mismo que muchas organizaciones feministas le han exigido a la Iglesia desde hace muchos años.
Y ni qué decir de los graves escándalos del Vaticano sobre corrupción, lavado de dinero y encubrimiento de pederastas que han ocupado las primeras planas de los periódicos en la última década.
Tanto o más puede decirse de los protestantes, acusados en diferentes latitudes de enriquecerse a costa de sus feligreses. Para la prueba, el botón desgastado de María Luisa Piraquive, líder de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional, de tendencia neopentecostal. Esta comunidad de nombre grandilocuente ha estado en el centro de todas las críticas por diferentes causas: La que destapó el escándalo fue la discriminación, pero detrás de eso, cada día conocemos entramados más tenebrosos y sorprendentes.
Según reveló la FM en los últimos días, la líder de esta iglesia que recoge más de 1.000 millones de pesos al mes en diezmos, tiene un pasado oscuro que no se compadece con sus predicaciones: Su propio hijo, Iván Darío Moreno, la acusó de quitarle su herencia y solicitó a la Fiscalía abrir una investigación de la muerte de su padre, porque sospechaba que su madre había podido asesinarlo. A eso se le suman investigaciones por lavado de activos y enriquecimiento ilícito.
Por si fuera poco, hace algunos días se conoció un video en el que se evidencian presiones electorales en favor de su brazo político, el MIRA. (Ver noticia) Todo lo anterior es mucho más grave que no permitir a pastores discapacitados hacer las predicaciones, exhortar a su nuera a abortar un hijo ilegítimo o expulsar de su iglesia a un hijo gay, cuestiones que según varios medios, también se suman a su prontuario.
Jugar con la fe de las personas es un negocio redondo: Mientras los líderes espirituales se enriquecen con el diezmo, la comunidad sale a evangelizar en busca de más dinero y más votos para sus pastores. María Luisa Piraquive, que tiene inversiones multimillonarias y mansiones tan fabulosas como el nombre de su iglesia, recibe todo el apoyo de sus seguidores, que extasiados con su verbo, defienden sus excentricidades.
Curioso que para los pastores de su iglesia, está bien que Piraquive viva en medio de sus comodidades porque dicen que se lo merece, pero a la hora de presionar el diezmo, su discurso cambia y propenden por la humildad y el desapego de los bienes materiales. Esta doble moral me ofende profundamente porque pecadores somos todos, pero quien peca desde la jerarquía de la autoridad moral, es doblemente pecador; como un policía ladrón o un profesor tramposo.
Son estos falsos profetas los que prostituyen el credo a costa de la ingenuidad de sus fieles. Sin importar la obviedad de las evidencias en contra de sus pastores, los devotos seguirán defendiéndolos a muerte porque tienen inhibido su sentido crítico. Les han cercenado la voluntad con promesas y placebos que les venden a muy altos costos.
Me pregunto cuán grande es el don de la palabra de la señora Piraquive para mantener a su rebaño tan ciego y tan unido. En todo caso este don de la palabra ha de ser mucho mayor que el don de la profecía que dice tener, porque nunca pudo adivinar lo que se le avecinaba cuando decidió excluir a los pastores discapacitados del púlpito de su negocio.
Me pregunto también en qué piensan los fieles que aplauden en el culto a los pastores millonarios que predican la humildad. ¿Serán felices en realidad? ¿Necesitan sentir que son parte de algo? ¿Buscan aprobación social? ¿Acaso en algún momento de epifanía se darán cuenta de que siguen los dogmas de unos pillos que usan la esperanza en el más allá para enriquecerse en el más acá?
Me pregunto si puede ser tanta la angustia y la desesperación del ser humano como para comprar una supuesta salvación eterna a costa de la enajenación y el sometimiento en esta vida terrena. No tengo la respuesta pero invito a los asistentes de la Iglesia de Dios Ministerial de Jesucristo Internacional a que me cuenten que tienen en sus cabezas y en sus corazones. Tal vez el equivocado sea yo y pronto me convierta en su hermano. Tal vez no.
Twitter: @andresburgosb

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