Opinión

En Colombia nos debemos un análisis serio sobre el salario mínimo. Pero con otro ministro

JoseLuis2 Por José Luis Ramírez Morales
Es increíble e imperdonable que el ministro del Trabajo, Luis Eduardo Garzón, salga con un nuevo desatino. Inmediatamente después de haber dado a conocer al final del año el aumento de mil pesos como auxilio de transporte para los colombianos -¡qué descaro!- y la cifra del salario mínimo de 644.350 pesos, da una entrevista donde muestra lo poco que le importa la angustia de los colombianos.

Del sindicalista, no queda nada; del camarada beligerante, ni rastro; del defensor de los trabajadores, quedó demostrado en esta negociación salarial, que no

estuvo a su lado.

Estas son algunas de las respuestas que le dio a la revista Jet Set en su primer número del año y que muestran su desconexión con la realidad que viven hoy los trabajadores colombianos. Y su pérdida de discurso.

Revista. ¿En qué gastó su primer sueldo?

Luis Eduardo Garzón: Ayudándole a mi mamá.

R: ¿Qué no presta?

LEG: Mi almohada.

R: ¿En qué cree?

LEG: En mi mamá y mis dos hijos

R: ¿Cuál es su ideal de vida?

LEG: Vivir con intensidad el presente, no angustiarme con el futuro y recordar con alegría el pasado.

R: ¿Cuál ha sido su mayor reto?

LEG: No perder mi autenticidad por efecto de los juegos del poder.

R: ¿Su meta más satisfactoria?

LEG: Haber cumplido con Bogotá, sin hambre, ciudad escuela y salud.

R: ¿Su mejor decisión?

LEG: Dedicarles mi vida a los trabajadores

R: ¿Cuál es su lema?

LEG: Trabajar, pensar y descansar.

R: ¿Un lugar que alguna vez haya pensado para escaparse?

LEG: La piscina del Club de la Policía, donde durante una hora me concentro en mi bronceo, en mi respiración y en el sonido del agua.

R: ¿Cómo despidió el año?

LEG: Buscando el máximo del mínimo para los trabajadores colombianos.

R: ¿Cuántos timbres para levantarse de la cama?

LEG: Los tres golpes que da mi mamá en la puerta en la mañana.

R: ¿Cuál es su brújula?

LEG: Depende para donde cambien los vientos. No hay sitio preferido.

R: ¿La mejor propuesta?

LEG: Arrunchémonos 24 horas.

Anda fresqueado, como si los colombianos estuvieran satisfechos del aumento salarial para el 2015 y del trabajo que él ha venido cumpliendo en este ministerio.

Como llama la atención el sacerdote jesuita Francisco de Roux, en su última columna, “en Colombia nos debemos un análisis serio sobre el salario mínimo, asunto complejo, que no podemos seguir despachando con la discusión precipitada de fin de año; de ética pública, pues se trata de decisiones de unos pocos sobre el bienestar de millones y que no puede resolverse diciendo que ‘tenemos que hacerlo porque nos obliga el mercado’, pues esto no es cierto, el mercado no obliga éticamente a nadie”.

Agrega que una familia no solo come. “Necesita servicios, transporte, ropa, salud, utensilios, libros, algunas celebraciones, algún funeral, se endeuda por un televisor y paga arriendo”.

En definitiva, a este ministro se le olvidó cómo vivía.

Se siente escalofrío. Se siente ira. Se siente dolor. Se siente terror. Se siente miedo de ver a este ministro defendiendo la suerte de los trabajadores colombianos.

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