Tema del Día

La corrupción es como el azúcar, es dulce, nos gusta y terminamos diabéticos: Papa Francisco

PAPA- KENIA 1–El Papa Francisco volvió a fustigar duramente la corrupción, que, dijo, no es sólo en la política, sino en todas las instituciones, incluso en el Vaticano y la comparó con el azúcar… «es dulce, nos gusta, es fácil y después terminamos mal y terminamos diabéticos o nuestro país termina diabético».

Las precisiones las hizo el Pontífice en el Estadio de Kasarani en Nairobi, en un encuentro con jóvenes kenianos a quienes les pidió: «Por favor no le tomen el gusto a esa azúcar que se llama corrupción. Cada vez que aceptamos una coima y la metemos en el bolsillo, destruimos nuestro corazón, destruimos nuestra personalidad y destruimos nuestra patria».

“Padre, pero yo veo que todos corrompen”, continuó diciendo el Papa. «Yo veo tanta gente que se vende por un poco de plata, sin preocuparse de la vida de los demás. Como en todas las cosas, hay que empezar. Si no querés corrupción, en tu corazón, en tu vida, en tu patria, empezá vos. Si no empezás vos, tampoco va a empezar el vecino».

Además notificó: «No sólo en la política, en todas las instituciones, incluso en el Vaticano hay casos de corrupción. La corrupción es algo que se nos mete adentro», expresó el jefe de la cristiandad, quien a renglón seguido preguntó: ¿Se puede justificar la corrupción por el solo hecho de que todos están pecando y siendo corruptos? ¿Cómo podemos ser cristianos y combatir el mal de la corrupción?.

Y se respondió contando la siguiente anécdota, advirtiendo que «es un ejemplo no más»: Yo me acuerdo que en mi patria un joven de 20, 22 años, quería dedicarse a la política, estudiaba entusiasmado, iba de un lado para el otro. Y consiguió un trabajo en un ministerio. Un día tuvo que decidir sobre qué cosa había que comprar y entonces pidió 3 presupuestos, los estudió y eligió el más barato, el más conveniente y fue a la oficina de su jefe para que lo firmara”. ¿Por qué elegiste este? “Porque hay que elegir el más conveniente para las finanzas del país. No. Hay que elegir aquel que te den más para ponerte en el bolsillo. Y el joven le contesta a su jefe: “yo vine a hacer política para hacer grande a la patria”. Y el jefe le contesta: “Y yo hago política para robar”.

Francisco señaló que «la corrupción además nos roba la alegría, nos roba la paz. La persona corrupta no vive en paz».

Y rememoró otro episodio: Una vez – esto es histórico lo que les voy a contar – en mi ciudad murió un hombre que todos sabíamos que era un gran corrupto. Yo pregunté unos días después cómo fue el funeral y una señora con mucho buen humor me contestó: “Padre, no podían cerrar el cajón porque se quería llevar toda la plata que había robado”.

«Lo que vos robás con la corrupción– continuó diciendo– va a quedar acá y lo va a usar otro. Pero también va a quedar – y esto grabémoslo en el corazón – en el corazón de tantos hombres y mujeres que quedaron heridos por tu ejemplo de corrupción. Va a quedar en la falta de bien que pudiste hacer y no hiciste. Va a quedar en los chicos enfermos, con hambre, porque el dinero que era para ellos por tu corrupción te lo guardaste para vos. Chicos y chicas, la corrupción no es un camino de vida, es un camino de muerte.

De otra parte, el Papa Francisco se refirió a los problemas de la juventud y en particular al reclutamiento por parte de bandas y organizaciones criminales y lo atribuyó a «un sistema internacional que es injusto:

«Si un joven no tiene trabajo… ¿qué futuro le espera? y ahí entra la idea de dejarse reclutar. Si un joven no tiene posibilidades de educación incluso de emergencia, de pequeños oficios, ¿qué puede hacer? Ahí está el peligro. Es un peligro social que está más allá de nosotros incluso más allá del país, porque depende de un sistema internacional que es injusto, que tiene al centro de la economía no a la persona sino al Dios dinero. ¿Qué puedo hacer para ayudarlo o hacerlo volver? Primero rezar por él, rezar fuerte. Dios es más fuerte que todo reclutamiento. Y después hablarle con cariño, con simpatía, con amor y con paciencia; invitarlo a ver un partido de futbol, invitarlo a pasear, invitarlo a estar juntos en el grupo. No dejarlo solo».

Chicos y chicas no vivimos en el cielo, vivimos en la tierra y la tierra está llena de dificultades, les dijo el Obispo de Roma y añadió: La tierra está llena no sólo de dificultades sino de invitaciones para desviarte hacia el mal, pero hay algo que todos ustedes los jóvenes, que dura un tiempo más o menos grande: la capacidad de elegir. ¿Qué camino quiero elegir? ¿Cuál de estas dos cosas quiero elegir, dejarme vencer por la dificultad o transformar la dificultad en una oportunidad para vencer yo?

Se refirió igualmente al tribalismo, tradicional en Africa, advirtió que este destruye una nación y además hizo las siguientes precisiones:

El tribalismo es tener las manos escondidas por detrás y tener una piedra en cada mano para tirársela al otro. El tribalismo sólo se vence con el oído, con el corazón y con la mano.

¿Qué podemos hacer para evitar el reclutamiento de nuestros seres queridos? ¿Qué podemos hacer para hacerlos volver? Para responder esto tenemos que saber por qué un joven lleno de ilusiones se deja reclutar o va a buscar ser reclutado y se aparta de su familia, de sus amigos, de su tribu, de su patria, se aparta de la vida porque aprende a matar. Y ésta es una pregunta que ustedes tienen que hacer a todas las autoridades. Si un joven o una joven no tiene trabajo, no puede estudiar, ¿qué puede hacer? O delinquir, o caer en las dependencias, o suicidarse. En Europa las estadísticas de suicidio no se publican. O enrolarse en una actividad que le muestre un fin en la vida, engañado o seducido. Lo primero que tenemos que hacer para evitar que un joven sea reclutado o quiera ser reclutado, es educación y trabajo. Si un joven no tiene trabajo, ¿qué futuro le espera? Y ahí entra la idea de dejarse reclutar. Si un joven no tiene posibilidades de educación, incluso de educación de emergencia, de pequeños oficios, ¿qué puede hacer? Ahí está el peligro. Es un peligro social que está más allá de nosotros, incluso más allá del país, porque depende de un sistema internacional que es injusto, que tiene al centro de la economía no a la persona sino al dios dinero. ¿Qué puedo hacer para ayudarlo o hacerlo volver? Primero, rezar por él, pero fuerte, ¡Dios es más fuerte que todo reclutamiento! Y después, hablarle con cariño, con simpatía, con amor y con paciencia, invitarlo a ver un partido de futbol, invitarlo a pasear, invitarlo a estar juntos en el grupo. No dejarlo solo. Eso es lo que se me ocurre ahora.