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Francisco pidió una Iglesia abierta al mundo al inicio del año de Jubileo

francisco jubileo 2015El papa Francisco pidió a la Iglesia que se abra al mundo al inaugurar el Jubileo. El pontífice celebró los mil días de su pontificado con el inicio del Año Santo Extraordinario; estuvo acompañado por Benedicto XVI. El quinto Año Santo extraordinario, el de la Misericordia, ha sido el primero convocado por el papa Francisco y coincide con el cincuenta aniversario de la clausura del Concilio Vaticano II (1962-1965).

El pasado 29 de noviembre Francisco anticipó el comienzo del Jubileo al abrir la Puerta Santa de la catedral de Bangui, en la República Centroafricana, durante su viaje a África como gesto simbólico de anticipo a este Año Santo que comienza hoy.

Ante la conmovedora presencia de dos papas y un Vaticano blindado como nunca por medidas de seguridad extraordinarias, quedó inaugurado hoy el Jubileo de la Misericordia convocado por Francisco, evento religioso que se celebrará también en todas las diócesis del mundo y que durará hasta el 20 de noviembre próximo.

Ante la presencia de Benedicto XVI, papa emérito, que aceptó su invitación, Francisco abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, símbolo del perdón y la conversión, luego de celebrar una misa solemne ante 50.000 personas en la que llamó a anteponer la misericordia al juicio.

«Este Año Santo Extraordinario es también un don de gracia. Entrar por la puerta significa descubrir la profundidad de la misericordia del Padre que acoge a todos y sale personalmente al encuentro de cada uno. Será un año para crecer en la convicción de la misericordia», explicó Francisco en su homilía. «Cuánta ofensa se le hace a Dios y a su gracia cuando se afirma sobre todo que los pecados son castigados por su juicio, en vez de anteponer que son perdonados por su misericordia», agregó, citando a San Agustín. «Sí, es precisamente así. Debemos anteponer la misericordia al juicio y, en todo caso, el juicio de Dios será siempre a la luz de su misericordia. Atravesar la Puerta Santa, por lo tanto, nos hace sentir partícipes de este misterio de amor. Abandonemos toda forma de miedo y temor, porque no es propio de quien es amado; vivamos, más bien, la alegría del encuentro con la gracia que lo transforma todo», pidió.

A la misa, que tuvo lugar en la Plaza de San Pedro en un mañana gris y fría, asistieron varios jefes de Estado y de gobierno, entre los cuales el presidente italiano, Sergio Mattarella y el primer ministro, Matteo Renzi. Además, miles de fieles, familias enteras con niños, ancianos, que comenzaron a llegar a las 6 y media de la mañana y que debieron sortear medidas de control extraordinarias. En medio de una ciudad blindada debido al «efecto París» y el temor a atentados de partes del grupo terrorista Estado Islámico, había que pasar por dos controles con detectores de metales, uno al principio de la Via de la Concilizione y otro en la Plaza San Pedro.

Como el Papa quiso que el comienzo del Jubileo coincidiera con el 50 aniversario del fin del Concilio Vaticano II (1962-65), que significó la apertura de la Iglesia católica al mundo moderno, en la misa se leyeron textos de documentos salidos de este evento. Y el Evangeliario fue colocado en el mismo atril que durante las sesiones del Concilio fue puesto en el altar de la Basílica de San Pedro para hacer evidente a todos el primado de la Palabra de Dios.

«Hoy cruzando la Puerta Santa queremos también recordar otra puerta que, hace cincuenta años los Padres del Concilio Vaticano II abrieron hacia el mundo», recordó en su sermón Francisco, que destacó que «en primer lugar el Concilio fue un encuentro». «Un verdadero encuentro entre la Iglesia y los hombres de nuestro tiempo. Un encuentro marcado por el poder del Espíritu que empujaba a la Iglesia a salir de los escollos que durante muchos años la habían recluido en sí misma, para retomar con entusiasmo el camino misionero. Era un volver a tomar el camino para ir al encuentro de cada hombre allí donde vive: en su ciudad, en su casa, en el trabajo… Dondequiera que haya una persona, allí está llamada la Iglesia a ir para llevar la alegría del Evangelio», indicó. «Un impulso misionero, por lo tanto, que después de estas décadas seguimos retomando con la misma fuerza y el mismo entusiasmo. El jubileo nos provoca esta apertura y nos obliga a no descuidar el espíritu surgido en el Vaticano II, el del samaritano, como recordó el beato Pablo VI en la Conclusión del concilio. Cruzar hoy la Puerta Santa nos compromete a hacer nuestra la misericordia del Buen Samaritano», exhortó.

Si bien Benedicto XVI no asistió a la misa, tal como se había adelantado, apareció luego en el atrio de la Basílica de San Pedro como testigo ilustre de la apertura solemne de la Puerta Santa, el momento más simbólico de la celebración. Cuando Francisco llegó hasta allí y lo vio, frágil pero alerta, vestido con un sobre todo blanco, enseguida fue a saludarlo con un abrazo y una sornirsa. Segundos más tarde, luego de pronunciar una oración en la que invocó paz y perdón, Francisco, en silencio, subió algunos peldaños y empujando con las dos manos la Puerta Santa -sellada desde el Jubileo del Año 2000-, la abrió, dio algunos pasos más y se detuvo otra vez para rezar en su umbral, en medio de los aplausos de la multitud que seguían el evento desde las pantallas gigantes colocadas en la Plaza de San Pedro. En otro momento conmovedor, el segundo en cruzar la Puerta Santa recién abierta por Francisco fue su predecesor, Benedicto XVI. En medio de aplausos, Jospeh Ratzinger, que tiene problemas en las piernas, avanzó con pasitos muy lentos y ayudado por un elegante bastón y por su secretario privado, don Georg Ganswein, prefecto de la Casa Pontificia. Francisco, que lo aguardaba del otro lado, volvió a entonces a saludarlo con un abrazo afectuoso.

El rito de la apertura del Jubileo Extraordinario de la Misericordia concluyó luego con una procesión hasta del Papa, cardenales y obispos hasta el altar de la Confesión de la Basílica de San Pedro, mientras el coro de la Capilla Sixtina entonaba el himno del Año Santo de la Misericordia. «Concede, te pedimos, a todos aquellos que cruzarán la Puerta de la Misericordia con ánimo arrepentido, renovado compromiso y filial confianza, de hacer viva la experiencia de tu ternura paterna y de recibir la gracia del perdón, para testimoniar, en palabras y obras, el rostro de tu misericordia», pidió entonces Francisco.

En la oración del Angelus que pronunció más tarde desde la ventana de su despacho del Palacio Apostólico, el Papa recordó la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Virgen, que se celebra hoy, «que significa que María es la primera salvada por la misericordia de Dios». «María es madre de una humanidad nueva, es madre de un mundo recreado y la Fiesta de la Inmaculada Concepción nos recuerda que en nuestra vida todo es don, todo es misericordia. No se puede entender a Dios sin misericordia», dijo. «No tengamos miedo, dejémosnos abrazar por la misericordia de Dios, que nos espera y que nos perdona todo. Dejémosnos acariciar por Dios», pidió.

Anunció luego que por la tarde, como es tradición, irá a rendirle tributo a la estatua que recuerda a la Virgen de la Piazza di Spagna y de ahí, a la Iglesia de Santa María Mayor. Consciente de que la presencia de Benedicto XVI, de 88 años, fue lo más conmovedor, al recordar que cruzó la Puerta Santa recién inaugurada, pidió a la multitud un saludo, que se reflejó en otro gran aplauso.

El arranque del Jubileo se cerrará esta noche con un espectáculo único y sin precedente, denominado «Fiat lux: Illuminating our common house», un juego de luces por el cual se proyectarán sobre la Basílica de San Pedro imágenes inspiradas a la misericordia, a la humanidad, al mundo natural y a los cambios climáticos. Fue justamente porque se estaban haciendo los ensayos de este juego de luces que en los últimos días la Basílica de San Pedro quedó totalmente a oscuras, para sorpresa de romanos y turistas.

El primer Jubileo católico fue convocado en el año 1300 por el papa Bonifacio VII y es un periodo especial dedicado a la remisión de los pecados, a la reconciliación y a la conversión. En ese tiempo el papa concede a los fieles la indulgencia plenaria, un perdón general con diversas condiciones.

El término Jubileo proviene de la palabra hebrea «yobel», nombre que recibía un cuerno de cabra cuyo sonido inauguraba cada 50 años un periodo en el que se condonaban las deudas.

Se pueden convocar dos tipos de Jubileos, el ordinario y el extraordinario. Desde el 1475 se celebra uno ordinario cada veinticinco años para permitir a cada generación vivir uno.

El convocado por Francisco es extraordinario, no responde a una calendario concreto sino a su voluntad de rememorar un evento significativo, en este caso el cincuenta aniversario de la clausura del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965).

Este Jubileo durará hasta el 20 de noviembre de 2016, cuando se celebra la Solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo Rey del Universo.

Los Jubileos carecen de tema, pero Francisco ha consagrado el suyo a la misericordia, un concepto que ha definido como «la ley fundamental que habita en el corazón de cada persona cuando mira con ojos sinceros al hermano que encuentra en el camino de la vida».

El papa considera que «la propia Iglesia a veces sigue una línea dura y cae en la tentación de subrayar únicamente normas morales» excluyendo a muchas personas. Su voluntad es crear una Iglesia que sea un «hospital de batalla» en el que «los heridos sean sanados».

Para iniciar este periodo se promulga una bula y comienza con el rito solemne de la apertura de la Puerta Santa de la basílica de San Pedro, una puerta tapiada que solo se abre en este tiempo.

Se trata de un gesto simbólico con el que la Iglesia católica ofrece a los fieles una vía alternativa hacia la salvación.

Para que pueda participar un mayor número de personas, el papa ha autorizado la apertura de puertas en templos y santuarios de todo el mundo.

Además enviará a los conocidos como «misioneros de la misericordia», sacerdotes con la potestad de perdonar los pecados reservados a la sede apostólica.

El teólogo Giulio Maspero explicó recientemente en Radio Vaticano que para obtener la indulgencia es preciso confesarse, comulgar, rezar por el papa y cumplir un gesto de beneficencia.

Asimismo Francisco, en la bula jubilar, llama a los fieles a «cumplir un breve peregrinaje» hacia una de las Puertas Santas abiertas en todo el mundo.