Opinión

Sector editorial e industria de la comunicación gráfica

Luis Eduardo Forero Por: Luis Eduardo Forero Medina
La tradición colombiana en el sector editorial y en el subsector de Comunicación Gráfica ha logrado que el país sea el segundo exportador de libros en América Latina y entre los 20 primeros exportadores mundiales; la industria de la impresión una de las más reconocidas en Latinoamérica; la tercera nación suramericana con mayor número de espacios destinados para la lectura, y Bogotá, primera ciudad latinoamericana en ser designada Capital Mundial del Libro, por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

La industria editorial colombiana llega a Estados Unidos, México, Panamá y Ecuador. El subsector de Comunicación Gráfica representa el 2.1% del PIB y el 8% del PIB manufacturero.

La cadena del sector empieza con los autores, la mayoría reconocidos a nivel internacional, y todos representados por escritores inmortales como José Eustasio Rivera, Rafael Pombo, Candelario Obeso, Jorge Isaacs y Gabriel García Márquez. El denodado trabajo que ejecutan y las auscultaciones para sus obras son remuneradas mediante los derechos de autor, que se ven aumentados cuando ocurre como ahora, que la demanda de libros latinoamericanos es explayada fuera del continente, siendo los más vendidos los referentes a literatura infantil y juvenil y de libros académicos y universitarios. En Colombia rige la ley 23 de 1982 sobre derechos de autor, que reclama una reforma por los avances tecnológicos que se han registrado en más de 30 años de expedida la ley. El plagio, la piratería incontrolable, y la falta de apoyo a escritores, que en Colombia no tienen editor, son puntos que los deja fuera de contexto.

Los cerca de dos centenares de editoriales en el país, y aproximadamente 3000 empresas dedicadas a actividades de impresión, que llenan 61. 000 puestos de trabajo en el territorio nacional, comienzan a apostar a publicar en formato impreso y electrónico y temen que la industria decrezca por el anunciado IVA a los libros que se discutirá a partir de octubre. Las más grandes absorben a las pequeñas para evitar que sean borradas, y tercerizan la impresión del libro, modelo que se enfrenta al gigante de las industrias e-editoriales. Para Thierry Sebastià, gerente de la Librería Española, de Quito, “la edición colombiana siempre ha sido un referente para América Latina. “ Los impresores de mayor relevancia en Colombia son Panamericana Formas e Impresos, Printer Colombiana y D’vinni. En materia de impresión, se imponen las impresoras térmicas a las tradicionales de impacto.

En Colombia la Cámara Colombiana del Libro, (CCL), administra la Agencia Nacional del ISBN (International Standard Book Number). La CCL, fue creada en 1951 por Jorge Guerrero de Editorial y Librería Temis; Jorge Mora de Editorial y Librería Gran Colombia; Jorge Enrique Gaitán de Librería Mundial, la más antigua de Colombia, y Ramón Sánchez Juliao. Del tradicional libro impreso, que debe contener mínimo 49 páginas, se ha pasado a los ebooks, los e-readers, páginas con contenidos en Audio libros, en casetes o en cd rom, video libros y libros publicados en internet o en teléfonos “inteligentes”, una agenda digital o un dispositivo de lectura de libros portátil.

La Asociación Colombiana de la Industria de la Comunicación gráfica, (Andigraf), creada hace 40 años, reúne a las principales editoriales del país, unas dedicadas a producir material de publicidad y otras a productos editoriales. Hace 204 años funcionaban dos imprentas en Santafé de Bogotá, y a finales del siglo XIX la imprenta «Echavarría Hermanos» “la mejor de Bogotá”, origen de la actual Imprenta Nacional de Colombia, fue comprada el 18 de mayo de 1894 por el presidente Miguel Antonio Caro.
Las librerías más famosas en Colombia fueron la Librería Americana, de Miguel Antonio Caro; después abrieron puertas la librería Barcelonesa, la Librería Camacho Roldán en 1882, la Librería Mundial en 1930, la librería La Gran Colombia en 1942; en 1945 Editorial Planeta, hoy Grupo Planeta; en 1951 la torre de libros de la avenida Jiménez 8-40; en 1952 nace Legis, compañía líder en información legal de Latinoamérica, y en 1958 se abre la Librería Lerner, de don Salomón Lerner, que es la única en Bogotá, que recibe directamente las obras de cualquier escritor, conocido o no. Las librerías pasaron de ser locales con estantes llenos de libros hasta la pared, para convertirse en auténticos centros culturales para la tertulia, donde se disfruta de música rara, galerías de arte, charlas de los autores, se degustan vinos, y se ven los libros por todos lados como en las librerías europeas.

Entre los libreros, a quienes el lector siempre acude para asesorarse en novedades, libros raros, el libro clásico inconseguible, ediciones de lujo, contenido de obras, han sido famosos José María Gutiérrez de Alba, que pasó de ser agente secreto de España a librero y agrónomo en Colombia; los ex presidentes colombianos don Miguel Antonio Caro y José Vicente Concha, y últimamente el polémico Karl Buchholz. Para Marco Polo la labor de algunos libreros, no llega siquiera a la de vendedor del libro, “que debe asumir el mismo escritor,” que hace las veces de distribuidor.
En Colombia no es fácil para el lector común adquirir las obras literarias y demás que quisiera; más de diez millones de personas devengan menos o un salario mínimo legal, por lo que es común que prefiera los eBooks a los libros impresos. Un colombiano lee 1.9 libros al año; con el Plan de fomento a la lectura proyectado a 10 años, se espera en que en 2018 crezca a 3,2 libros leídos por los colombianos. Tampoco los entes gubernamentales, compran ejemplares de los nuevos libros, sino los de los “amigotes” políticos.

El hábito de lectura en el país es estimulado por el Centro Regional para el Fomento del Libro en América Latina y el Caribe (CERLALC) ; en Colombia por la Red nacional de Bibliotecas, la Feria Internacional del Libro de Bogotá (Filbo), que llega a su trigésima versión; el Hay Festival Cartagena de Indias, que completa una década como uno de los encuentros más importantes de la literatura y la cultura internacional, y la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que es la reunión editorial más importante de Iberoamérica.
La última tecnología lejos de relegar a la industria gráfica, sirve de apoyo para llevar a cabo cosas fantásticas, inimaginables con las herramientas tradicionales, y conlleva a grandes retos de los innovadores. El subsector le “coge el paso” a los desarrollos tecnológicos, produciendo impecables publicomerciales, empaques, etiquetas y de documentos de seguridad para exportación. De la gráfica, se entiende más visitando el Museo de Artes Gráficas de la Imprenta Nacional de Colombia, fundado por Tarcisio Higuera Barrera el 30 de abril de 1964, con ocasión del centenario del Diario Oficial, el veterano en Colombia.

Los peros del sector quedan siempre en el tintero, como los premios literarios entre comillas , que fomentan ciertas editoriales internacionales, para disfrazar de esa manera los derechos de autor; el supuesto Cartel de informantes que cantan a los piratas los best-sellers, que salen de oscuras imprentas con cajas mal colocadas o mal cocidos y la impunidad en piratería editorial y plagio. América Latina ostenta una grave amenaza en piratería editorial. En la producción de papel el sustrato del mensaje de los ambientalistas, es que los árboles que se talan para el papel, debieran ser cada vez menos. Carvajal, produce papeles empleando la fibra de la caña de azúcar como materia prima básica.

El brochure enviado a los casas de los colombianos, ‘Leer es mi cuento’, busca que los colombianos se unan mayormente al Círculo de Lectores. En los tiempos de la paz que comienza a experimentar el país, el boom es la novela “Armas de Juego” del escritor huilense Marco Tulio Polo Salcedo, que añadió que “no existe relación alguna entre las editoriales y el autor, solo una farsa, para sostener un negocio sucio de los libreros, que se ganan todo lo que produce un escritor.”
@luforero4

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