Opinión

Semillas, La más pequeña en la naturaleza

Por: Luis Eduardo Forero Medina
La semilla es el insumo básico y más importante para los cultivos, en donde por milenos se han utilizado las autóctonas, criollas y nativas; que conviven desde hace un tiempo con las llamadas semillas mejoradas, híbridas comerciales, unificadas, transgénicas.

La llegada de esas especies de semillas, para algunos ha trastocado el libre cultivo dentro del concepto de Revolución Verde que promete hacer milagros en las cosechas; al ciento, al doscientos; como se viene haciendo en Colombia con decenas de variedad de semilla de algodón de Turquía; ahorrando de paso muchos años de investigación, indicaron fuentes oficiales. Para conseguir una nueva variedad de café v.gr, puede durar unos 25 años de investigación. En Perú, Ecuador y Bolivia, dentro del programa Semillas Andinas de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, (FAO), los pequeños agricultores de papa, maíz, quinua, frejol y haba, lograron aumentar el rendimiento en un cincuenta por ciento con el uso de semilla certificada. En América central los que suministran semillas de maíz o frijoles a pequeños agricultores, generalmente no están certificados. Destacadas personalidades mundiales le dan el sí a los transgénicos, “porque es la única manera, a largo plazo, de poder alimentar a la población de los países en vía de desarrollo. Si no los ayudamos desde la ciencia muchas personas van a morir”, indicó Sir Richard Roberts, premio Nobel de fisiología. Las semillas se plantan con dos fines específicos, servir de alimento o con propósitos de obtención de semillas.
El surco semillero empieza con el pequeño agricultor que en América Latina y el Caribe (ALC), la mayoría siembra en predios de una hectárea o menos. A su lado, los gigantes; los productores de semillas, que son un puñado de empresas: syngenta, una de las principales compañías biotecnológicas del mundo; DowDupont, fusionada en 2017 de dos pura sangre; y la alemana Bayer AG, que adquirió Monsanto. Compiten con ellas, principalmente las colombianas Fedearrroz, Semillano, Organización Pajonales (Corficolombiana), Cultivos y Semillas el Aceituno y Semillas Valle. La cadena se sella con los institutos de investigación agrícola, como Corpoica (Corporación Colombiana de Investigación Agropecuaria), y distribuidores de semillas y los otros insumos agrícolas. En el país se emplean semillas certificadas locales de avena, cebada, frijol, papa, soya, sorgo, trigo, yuca y demás. Otras se importan de una veintena de países, como especies de maíz, forrajeras, hortalizas, árboles, frutas, fríjol y remolacha. Sin embargo, el agricultor colombiano se encuentra en un mercado fundamentalmente nacional (85%) de 66.000 toneladas de semilla certificada, “limpia”, sin plagas y de calidad; garantía de un cultivo rentable y sostenible. Esta cualidad, de seleccionar una buena semilla, permitirá que los pequeños agricultores de ALC, alcancen la seguridad alimentaria y la erradicación del hambre, indicó la FAO. La certificación de semillas se lleva a cabo en Colombia hace más de medio siglo, por parte del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA); entidad que en 2010 expidió una directiva, la 970 cuya lectura supuestamente se malinterpretó; y disponía el uso solo de semillas registradas en ese oficial instituto. Para conjurar un paro agrario, el expresidente Santos anunció que “se congela la resolución 970”; sin embargo “este anuncio del gobierno, en realidad fue un engaño a los agricultores y a la opinión pública”, señaló la Corporación Grupo semillas Colombia. Como se supone que miles de semillas no han surtido el paso de certificación, en los acuerdos de paz con las Farc (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia) se enterraron determinaciones sobre el tema de semillas y cultivos transgénicos (Punto 1.3.3.2.), y el compromiso gubernamental de adelantar una Reforma Rural Integral, próxima a germinar.

Lo pésimo en el nicho, el grotesco espectáculo del ICA en 2013 quemando decenas de toneladas de semillas de arroz; el sector “informal” de semillas, en lo que al efecto los especialistas recomiendan leer el marbete del producto, que trae el nombre del productor, el lote donde se cosechó, la especie, la variedad y la fecha de cosecha y la factura única, establecida desde 1988. “Los proveedores de semillas y demás materiales de propagación deben facilitar toda la información necesaria relativa a la identidad, la calidad y el rendimiento de sus productos, y, siempre que sea posible, sobre su historial de mejora genética”, puntualizó la Organización Mundial de la Salud (OMS). Algunas semillas están comprendidas dentro del concepto de medicamentos herbarios.
Las comunidades locales y a nivel global, resguardan las semillas en lugares a toda prueba como las casas comunitarias de semillas o la más gigantesca, la ‘bóveda del fin del mundo’; colocada en el Océano Glacial Ártico, en el archipiélago noruego de Svalbard, a 130 metros bajo tierra hace diez años con 860.000 muestras, “diseñada para proteger las semillas de cultivos de cataclismos globales como guerras nucleares o enfermedades”. El Banco de semillas o Arca de Noé, cuya idea fue del genetista Cary Fowler, tiene una capacidad de almacenamiento de cuatro millones y medio de semillas, que se espera lleguen de todo el planeta. La importancia de las semillas, que nadie pone en duda es algo, radica en que son la base principal para el sustento humano. Este mercado movió $222.281 millones en Colombia , según Acosemillas, nacida en 1970 en Bogotá.
@luforero4