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Juan Manuel Santos pide a Duque poner a la paz por encima de los partidos y liderar su construcción

–El expresidente Juan Manuel Santos, reapareció este fin de semana ante la opinión pública, con un extenso artículo en el periódico El País de España, en el cual asegura que el presidente Ivan Duque tiene una oportunidad de oro para recobrar su gobernabilidad prematuramente perdida: poner a la paz por encima de los partidos y liderar su construcción.

Bajo el título «Dejar la paz en paz», Santos precisa que «el tren de la paz no se detiene: ya pasó el punto de no retorno y los intentos de descarrilarlo seguirán fracasando».

Dice que si Duque » se compromete a una acción efectiva para detener los asesinatos de líderes sociales, si abandona la insistencia en cambiar los acuerdos, y si traduce en acciones concretas y medibles, respaldadas con los recursos necesarios, sus reiteradas manifestaciones de querer implementar lo pactado, la gran mayoría del país y del Congreso lo respaldaría».

Santos advierte que un paso firme y convincente en esa dirección podría generar la suficiente fuerza centrífuga —así funciona la política— para lograr otros acuerdos que permitan mantener la tendencia positiva de los indicadores sociales y económicos registrada en esta década, que los organismos internacionales no han dejado de elogiar.

Algunos avances, como el de mantener la tasa de desempleo en un solo dígito, han comenzado a revertirse, pero todo tiene solución, todo puede lograrse, si se deja la paz en paz, subraya Santos.

El exmandatario y Premio Nobel de Paz, reitera que «todo proceso de paz encuentra enemigos» y subraya que el proceso colombiano no es la excepción.

Resalta que por supuesto a los intereses políticos que se nutren del miedo y de la guerra tampoco les interesa la normalidad. Necesitan enemigos. Por eso hicieron todo lo posible para que fracasara la paz y muchos siguen tratando de sabotearla. Por fortuna no han podido… ni podrán, puntualiza.

Santos advierte que muchos de los líderes sociales que están matando, los están matando esos intereses macabros que se sienten amparados y muchas veces estimulados por los que siguen empeñados en desprestigiar el proceso a como de lugar.

Destaca que un porcentaje importante de los líderes sociales asesinados eran reclamantes de tierras o promotores de la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos. Los terratenientes que se hicieron a sus tierras desplazando a los campesinos a punta de fusil no quieren que se les siga devolviendo sus parcelas a los dueños originales. Por eso, están proponiendo en el Congreso que se frene la restitución. Y los narcotraficantes no quieren que tenga éxito la sustitución voluntaria de los cultivos de coca porque saben que es la forma más efectiva —tal vez la única— de acabar con su materia prima. También están asesinando a los ambientalistas que se oponen a que los acaparadores de tierras, la minería ilegal y los narcotraficantes sigan deforestando nuestra Amazonía.

Luego hace referencia al problema de los cultivos ilícitos y afirma que » se avanzó en el año y medio que tuvimos después de la firma —ahí está la evidencia: 99.000 familias registradas para la sustitución voluntaria y más de 30.000 hectáreas erradicadas con resiembra de solo el 0.6% según UNDOC, por ejemplo, o un millón cien mil hectáreas en manos de los jueces y 310.000 devueltas y tituladas a los campesinos—, pero se nos acabó el tiempo. Pensamos que el nuevo Gobierno construiría sobre lo construido, porque era lo pactado, lo correcto, y lo que a todos convenía y conviene».

Asesinar la reputación y la credibilidad de sus enemigos ha sido una táctica muy utilizada por la extrema derecha. Por eso nuestra consigna ha sido clara: mientras los perros ladren, hay que seguir cabalgando.

Y estos son los últimos tres párrafos del artículo de Santos:

-Porque el tren de la paz no se detiene: ya pasó el punto de no retorno y los intentos de descarrilarlo seguirán fracasando. La esperanza de los pueblos acaba derrotando el miedo. La reconciliación, por más difícil que sea, se acaba imponiendo sobre el odio. En este caso con mayor razón porque, tal como lo reiteraron el presidente y el vicepresidente del Consejo de Seguridad de la ONU en su reciente visita a los espacios de capacitación y reincorporación de excombatientes de las FARC, el acuerdo que logramos en Colombia es un ejemplo luminoso para el resto del mundo.

El presidente Duque tiene una oportunidad de oro para recobrar su gobernabilidad prematuramente perdida: poner a la paz por encima de los partidos y liderar su construcción, esa segunda fase tan necesaria. Si se compromete a una acción efectiva para detener los asesinatos de líderes sociales, si abandona la insistencia en cambiar los acuerdos, y si traduce en acciones concretas y medibles, respaldadas con los recursos necesarios, sus reiteradas manifestaciones de querer implementar lo pactado, la gran mayoría del país y del Congreso lo respaldaría.

Un paso firme y convincente en esa dirección podría generar la suficiente fuerza centrífuga —así funciona la política— para lograr otros acuerdos que permitan mantener la tendencia positiva de los indicadores sociales y económicos registrada en esta década, que los organismos internacionales no han dejado de elogiar. Algunos avances, como el de mantener la tasa de desempleo en un solo dígito, han comenzado a revertirse, pero todo tiene solución, todo puede lograrse, si se deja la paz en paz.