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Woodstock: la ‘decepción’ de quienes visitan el Festival

La música que llegaba desde la iglesia vecina estaba por enloquecer al padre de Richard Heppner en la localidad de Woodstock, Nueva York. Pero no era un coro ni las campanadas lo que producía el ruido atronador.

«No puedes llamar a la policía por Jimi Hendrix», recuerda Heppner, en aquel momento un adolescente que convenció a su padre de dejar tranquilo al ídolo de la guitarra, que se encontraba ensayando en el abandonado templo.

La localidad de Woodstock, 170 km al norte de la ciudad de Nueva York y hoy con 6.000 habitantes, jamás fue la sede del legendario festival que lleva su nombre y cumple ahora su 50 aniversario.

Sin embargo, su cercanía con grandes de la música como Hendrix o Bob Dylan era moneda corriente, afirma Heppner, quien sostiene que la inclinación de su pueblo por el arte es muy anterior a 1969.

«Nos gusta creer que el espíritu que dio nacimiento al festival comenzó aquí mismo», dice Heppner, hoy un hombre de 67 años y el historiador local de Woodstock.

Los organizadores del festival original lo tenían en mente como sede del evento, pero por razones de espacio y permisos de las autoridades se vieron obligados a buscar otro lugar.

De todos modos, decidieron mantener el nombre en el cartel. Ese detalle no ha impedido a esta pequeña localidad capitalizar la fama y el significado que Woodstock tiene desde entonces.

Todos los años llegan en peregrinación turistas que equivocadamente buscan el lugar del festival, confusión que no deja de provocar una sonrisa burlona en el rostro de Heppner.

«El nombre sigue albergando la magia», dice durante una conversación en la sociedad histórica local. «Nuestro nombre está ligado a una generación».