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Asistente personal de Trump renunció tras revelar intimidades de la familia presidencial

Si un funcionario de la Casa Blanca quería hablar con el presidente Donald Trump, le era útil tener una buena relación con Madeleine Westerhout, su asistente de 28 años. Era conocida por contestar bruscamente a los funcionarios de alto rango que querían pasar unos minutos con el mandatario con una pregunta fulminante: «¿Por qué estás acá?»

Pero no fue lo que algunos funcionarios de la administración Trump vieron como la sobreprotección del presidente a Westerhout lo que llevó a su salida abrupta y sin ceremonias de la Casa Blanca anteayer. En cambio, fue un acto de deslealtad.

En una cena extraoficial y varias rondas de bebidas con periodistas hace dos semanas durante las vacaciones de Trump en Bedminster, Nueva Jersey, ella compartió detalles personales sobre el presidente y su familia.

Westerhout asistió a la cena con Hogan Gidley, un vocero de la Casa Blanca. Después de que él se fue, ella comenzó a contarle a los periodistas sobre los hábitos alimenticios de Trump; su hijo menor,Barron Trump; y sus pensamientos sobre el peso y la apariencia de su hija Tiffany, según un grupo de funcionarios de la administración actuales y anteriores a quienes se les contó lo sucedido.

Los relatos de la cena comenzaron a circular en la Casa Blanca en un par de días. Pero la información tardó más de una semana en llegar al presidente. Le fue entregada por Mick Mulvaney, el jefe de gabinete interino de Trump, que dijo que Westerhout había hablado indiscretamente sobre detalles de su familia con periodistas.

Trump tuvo que ser persuadido durante todo el jueves de que Westerhout, que estaba de vacaciones en California, debía renunciar, cosa que hizo esa misma noche.

En entrevistas, más de una docena de funcionarios actuales y anteriores de la administración de Trump dijeron que el episodio fue emblemático de una Casa Blanca donde la rotación constante ha permitido que miembros del personal sin experiencia asuman puestos de poder, o, al menos, los persigan.

Quién es

Westerhout, graduada en 2013 del colegio de Charleston, en Carolina del Sur, llegó a la Casa Blanca por recomendación del primer jefe de gabinete de Trump, Reince Priebus, exjefe del Comité Nacional Republicano, donde fue asistente. Su experiencia laboral previa incluyó tiempo como pasante en la campaña presidencial de Mitt Romney en 2012 y en un trabajo como instructora de fitness.

Cuando salió de Washington para ir a Camp David esta semana, poco después de que Politico informara por primera vez de los detalles de los comentarios de Westerhout, Trump dijo que la asistente había estado bebiendo cuando «dijo cosas sobre mis hijos» a los periodistas. Elogió el trabajo de Westerhout en la Casa Blanca y advirtió a los periodistas por romper un acuerdo extraoficial.

«Pero aún así, no se dicen cosas como ella dijo, que fueron un poco dolorosas para algunas personas», agregó el presidente sobre Westerhout. Trump también dijo que ama a su hija menor: «Tiffany es genial».

Incluso para una Casa Blanca asediada con filtraciones desde el principio, el comportamiento de Westerhout se consideró una sorprendente violación del protocolo para un asistente que Trump había promovido este año a asistente especial y directora de operaciones de la Oficina Oval.

«Estaba expresando confianza en ella», dijo Martha Joynt Kumar, profesora de Ciencia Política en la Universidad de Towson, que estudió la presidencia y la cultura de la Casa Blanca. «Como presidente, [Trump] debe estar seguro de que esa persona respetará sus deseos y su privacidad y también la privacidad de la familia».

Después de dos años en la Casa Blanca, un exalto funcionario dijo: «Ella pensaba que era una asesora principal», una que trató de intervenir recientemente en la redacción de los tuits de Trump, en lugar de una asistente en un papel de secretaria. En los últimos meses, Westerhout se había interesado más en viajar con el presidente, y en Bedminster se notó en una sesión informativa de campaña que estaba más cerca de Trump que su jefe de gabinete.

Las principales responsabilidades de Westerhout fueron contestar el teléfono y proporcionar ayuda administrativa al presidente. Pero su papel se adaptó a las excentricidades particulares de Trump. Cada vez que realizaba un evento en la Casa Blanca, le correspondía a Westerhout asegurarse de que todo estuviera bien, según un funcionario de la Casa Blanca.

Westerhout se convirtió en una experta en leer los estados de ánimo de Trump y traducirlos para otros ayudantes, según esos funcionarios. También se volvió buena para monitorear con quién estaba hablando y, en algunos casos, alertar a otros funcionarios de la Casa Blanca si alguien había llamado para tratar de irritar al presidente, como se sabe que hacen algunos de sus asesores externos.

Trump no confió de inmediato en ella cuando fue contratada en la Casa Blanca. Ella no tenía una relación previa con él, y de acuerdo con American Carnage, un libro reciente de Tim Alberta, el corresponsal principal de Politico, lloró la noche de las elecciones de 2016 por el hecho de que Trump había ganado, algo confirmado por funcionarios de la Casa Blanca.

Por Katie Rogers, Annie Karni y Maggie Haberman

The New York Times