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Armero: Hace 34 años fue borrado del mapa tras la erupción del Volcán Nevado del Ruiz; murieron 25 mil personas

-–Hoy, como todos los años, se recuerda la peor catástrofe registrada en Colombia: la desaparición del municipio de Armero, como consecuencia de la avalancha provocada por la erupción del Volcán Nevado del Ruiz. Y con diversos actos religiosos se rinde homenaje a las 25 mil personas perdieron la vida.

Colombia y el mundo no se habían recuperado de la pavorosa tragedia del Holocausto del Palacio de Justicia en Bogotá, cuando sobrevino la erupción volcánica más mortífera del siglo XX.

A las 9:09 de la noche del 13 de noviembre de 1985, el cráter Arenas del volcán Nevado del Ruiz explotó y lanzó una masa de 35 millones de toneladas, incluyendo lava que derritió el casquete de hielo y provocó una avalancha que bajó a más de 60 kilómetros por hora a través de seis ríos, entre ellos el Lagunillas, que cogió de frente a la población de Armero, ubicado al norte del departamento del Tolima.

Pero, fue al amanecer del siguiente día, con los primeros rayos del sol, cuando se comenzó a establecer la gigantesca dimensión de la nueva tragedia: el municipio de Armero, había sido borrado del mapa y con él entre 22 mil y 25 mil habitantes.

El volcán, pese a estar ubicado en sus inmediaciones, no afectó a la ciudad de Manizales, la capital del departamento de Caldas, pero sí a los municipios aledaños, de Chinchiná y Villa María.

Entonces, como en cada aniversario, se habló de una tragedia anunciada y no solo se responsabiliza al gobierno y a las autoridades, sino a los mismos pobladores que perdieron la vida y a los cientos que sobrevivieron heridos.

Juan Pablo Jaramillo, historiador regional dijo al respecto: “El sacerdote y el alcalde del pueblo conocían de la actividad volcánica. Sin embargo, se encargaron de dar un parte de tranquilidad a la comunidad, lo que hizo que cientos de personas desistieran de la idea de abandonar el pueblo ante los rumores de una posible avalancha”.

En efecto, los sobrevivientes recuerdan que la noche avanzaba tranquilamente aunque durante el día había caído ceniza volcánica.

Sin embargo, las autoridades locales hicieron un llamado a la calma porque la ceniza «no era nada».

Hacia las 9 de la noche se escuchó a lo lejos una sorda explosión y se sintió un leve temblor, pero muy pocos le prestaron atención.

No obstante, posteriormente se cortó intempestivamente la energía eléctrica y las radios que estaban informando periódicamente sobre los boletines de las autoridades, se apagaron.

Pasadas las 11 y 30 fue cuando arribó la primera riada que penetró por el centro de la población, llevándose personas y vehículos.

La avalancha, afirmaron los técnicos, avanzó en tres grandes oleadas, técnicamente conocidas como lahares, esto es, flujos de sedimento y agua que se moviliza desde las laderas de los volcanes.

Uno de los lahares, de 30 metros de profundidad que se movió a 12 metros por segundo y duró de 10 a 20 minutos.

Otro, se movilizó a 6 metros por segundo y duró media hora y el tercero duró cerca de dos horas.

Para ese momento, el 85% de Armero estaba cubierto de lodo, piedras y escombros de árboles y otros desechos. Los edificios colapsaron, aplastando personas y generando escombros.

El lodo que bajó del volcán estaba caliente, quemando todo, incluyendo a los seres humanos y animales.

El lodo se introducía fácilmente en las heridas abiertas y en otros orificios corporales, —ojos, orejas y boca— con suficiente presión como para inducir asfixia traumática en uno o dos minutos a cualquier persona enterrado en éste.

Las poblaciones de Ambalema, Anzoátegui, Cambao, Chinchiná (la más perjudicada después de Armero), Guarinocito, Guayabal, Honda. Lérida, Líbano, Mariquita, Murillo, Santuario y Santa Isabel fueron afectadas; los gases, el humo y las cenizas se levantaron hasta 15 km de altura y provocaron cambios climáticos en la zona central del país (por ejemplo, 25 mil hectáreas de papa del altiplano cundiboyacense fueron cubiertos por la ceniza proveniente del volcán) y alteraciones ecológicas en el 60% del país; el caudal del río Magdalena creció de forma vertiginosa.

El símbolo humano de la tragedia fue Omaira Sánchez, una niña armerita residente en el barrio Santander, de 13 años, que quedó atrapada entre rocas y ladrillos y que agonizó durante sesenta horas en el fango, víctima de la gangrena gaseosa.
La situación de esta niña fue dramática, angustiosa, pues aguantó más de 60 horas atrapada bajo el lodo y los escombros que arrastró el volcán.

Resultaron vanos los esfuerzos para desenredarla y extraerla. Murió en el sitio ante la mirada impotente de muchos.

Durante el tiempo que sobrevivió habló con periodistas y socorristas y constantemente envió un mensaje de fe y esperanza.

Luego de la tragedia, los centenares de cadáveres recuperados fueron sepultados en fosas comunes para prevenir posibles epidemias. Comenzó el proceso de reubicación de los damnificados en Guayabal, donde se erigió una alcaldía militar, Ibagué, Lérida, Venadillo, Ambalema y Cambao, donde se construyeron barrios para acogerlos.

El gobierno se vio obligado a declarar la emergencia económica y contó con la ayuda de agencias internacionales y la solidaridad nacional e internacional. Pero los programas de reubicación nunca tuvieron el cubrimiento ni la efectividad esperada, teniendo en cuenta las millonarias donaciones y partidas presupuestales de las que se habló. Armero, declarado Campo Santo, fue visitado por el papa Juan Pablo II en 1986, y durante un tiempo se convirtió en lugar de romería y saqueo.

Pero, lo peor es que la tragedia de Armero se puede repetir.

Desde hace varios años, el volcán nevado del Ruiz sigue en actividad.

Los expertos mantienen la alerta amarilla, casi en forma permanente, debido a los continuos cambios en el comportamiento de la actividad volcánica, que se evidencian con alta emisión de gases a la atmósfera, vapor de agua, dióxido de azufre y ceniza.

A través de los equipos instalados en el área cecana al crater, incluidas cámaras de video, se hace una permanente vigilancia al volcán por parte de un grupo de 34 personas entre geólogos, ingenieros, fotógrafos y químicos. Diariemente se expiden boletines al respecto.

Lo que dicen estos expertos es que nunca se puede descartar una situación como la registrada hoy hace 34 años y actualmente, más de 12 mil personas siguen habitando en la zona de riesgo.

Niños perdidos de Armero

Durante y después de la avalancha de Armero en 1985, aproximadamente 500 menores sobrevivientes fueron dados en adopción por conductos regulares e irregulares.

Estos niños, hoy adultos, viven tanto en Colombia como en el extranjero.

La Fundación Armando Armero lidera desde 2012 la investigación «Niños perdidos de Armero. Una causa que nos toca a todos» que busca el reecuentro entre los menores adoptados en 1985 y sus familias.

Son muchos de los menores que han encontrado a sus padres biológicos, a hermanos, hermanas u otros familiares, gracias a la gestión de esta Fundación, que presenta así a aquellos niños y niñas que sobrevivieron a la avalancha. La búsqueda continúa.