Opinión

Tsunamis raros y fatales

Por: Luis Eduardo Forero Medina
Si está en la playa o cerca del mar, y siente que la tierra se mueve, y las olas se vienen como paredes de agua a la costa, eso es un Tsunami, palabra que procede del japonés “tsu” (puerto o bahía) y de “nami”, (ola). Los Tsunamis, conocidos también como maremotos, son raros, aterradores y extremadamente catastróficos, fenómeno natural que supera en mortalidad a cualquier otro por su capacidad de atravesar fronteras que no le están vedadas en su camino devastador.

De acuerdo a expertos de las Naciones Unidas, los Tsunami no pueden predecirse, y a menudo llegan con muy poco aviso; a veces se confunden con oleajes extremos y mareas extraordinarias. “Un sunami es una serie de olas gigantescas creadas por un disturbio bajo el agua por lo general asociados con los terremotos que ocurren en el fondo o cerca del océano” (Cinu.mx).
La mayoría de las veces los Tsunamis son generados por terremotos fuertes; produciéndose igualmente por erupciones volcánicas, deslizamientos de tierra subterráneos, caídas de rocas costeras, desplome de un gran meteorito en el océano, el aumento del nivel del mar, la vertiginosa urbanización en zonas costeras y el acrecentamiento del turismo en sitos con riesgo de Tsunamis. Actualmente aproximadamente 680 millones de personas viven en zonas costeras bajas; en 2050, podrían traspasar los 1.000 millones. En 2030, se estima que el 50 por ciento de la población mundial vivirá en zonas costeras expuestas a las inundaciones, las tormentas y los sunamis.
En este siglo, el día después de Navidad de 2004 sucedió “una de las peores tragedias humanas de la historia”, como la calificó la FAO (La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura), varios Tsunamis dejaron un saldo fatal de 230.000 personas en 14 países en el Océano Índico; siendo los más afectados Indonesia, Sri Lanka, India y Tailandia; y en especial la ciudad de Banda Aceh (Indonesia) que fue desmantelada. Con razón Asia oriental y el Pacífico están calificadas como las regiones más propensas del mundo a las catástrofes naturales. Refiriéndose a la desolación y recuperación de la provincia de Aceh (Indonesia), ocasionada por el Tsunami, la directora gerente y oficial principal de Operaciones del Banco Mundial, Sri Mulyani Indrawati, señaló que «No se trataba solo de ladrillos y cemento, había que reconstruir la sociedad, lo que se necesitaba era recuperar el espíritu de las personas”. El Banco Mundial tiene amplia experiencia en gestión de riesgos de desastre.
En Suramérica, Chile sufrió los avatares de Tsunamis en 2010 y 1960, siendo en este año el ocurrido en Valdivia, el más arrasador con 490 mil muertos. Hace 40 años un Tsunami que emplazó su epicentro frente a Colombia (Tumaco, Nariño) y Ecuador, en la costa del Pacífico, causó unos 360 muertos. En 2011 fue el este del Japón el país afectado por ese fenómeno natural: 25.000 personas muertas o desaparecidas, 125.000 edificios dañados o destruidos, y la infraestructura del transporte afectada duramente. El más reciente Tsunami fue el que demolió la isla indonesia de Sulawesi. Los Tsunamis se llevaron 280.000 millones de dólares en los últimos veinte años, de acuerdo a estimaciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), dadas a conocer a finales del año pasado.
Japón por el largo y doloroso recorrido en materia de Tsunamis, es líder mundial en la capacidad de respuesta con sistemas de alerta temprana de esos ataques naturales, la acción pública y la reconstrucción posterior a los desastres. En tópicos como la reducción del daño por Tsunamis en todo el mundo, las recomendaciones hechas por los especialistas son diversas, algunas dirigidas a sectores económicos concretos como la de construcción, para que garantice que las escuelas y los hospitales estén construidos de acuerdo a parámetros de durabilidad, y en general que haya una infraestructura resilente; otras, referidas a sistemas de alerta temprana, el asesoramiento permanente de sismólogos, geólogos y oceanógrafos, y la participación de la sociedad civil, a fin de que toda la comunidad posea la mayor preparación para compensar el impacto desastroso, por ejemplo organizando y llevando a cabo entre todos simulacros ante una alerta por Tsunami. En esa materia ya funcionan diversas herramientas tecnológicas representadas en decenas de estaciones de vigilancia sismológica y del nivel del mar, que difunden las alertas a los centros nacionales de información de Tsunamis. El Salvador cuenta con diversos equipos para el monitoreo de sismos tsunamigénicos en la cuenca del Pacifico (tres mareógrafos y dos boyas), que acceden a informar oportunamente alteraciones deformes de olas a las instituciones del Sistema Nacional de Riesgos. Igualmente, esa nación centroamericana tiene cámaras de alta resolución que vigilan las condiciones del mar frente a las costas de La Libertad y Acajutla, en el departamento de Sonsonate. Prevalentemente se debe incluir en la hoja de ruta “la ciencia para comprender mejor y predecir los tsunamis”, anotó António Guterres, Secretario General de la ONU.
En el país la Comisión Colombiana del Océano, el Sistema Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres, el Servicio Geológico Colombiano, la Defensa Civil Colombiana, entre otras entidades son las entidades encargadas de llevar a cabo los protocolos y metodologías frente a la alerta por Tsunami en las dos costas colombianas.
@luforero4