Cronica La Crónica

La memoria de mis abuelos alcanzan a tocar las manos de mi pasado indígena

Edilberto sastreEntrevista a Edilberto Sastre
Por: Jorge Consuegra (Libros y Letras)

Sociólogo y Comunicador Social, docente, investigador, consultor independiente, escritor y bloguero. Construyó una trayectoria interdisciplinar y transdisciplinar en diversos campos de actuación, entre ellos, la coordinación y evaluación de programas y proyectos de políticas públicas en educación, en justicia, en trabajo y en desarrollo regional, frente a Ministerios y Organismos Internacionales. Como docente universitario actuó especialmente en las áreas de la epistemología y de la sociología tanto en la graduación como en la pos-graduación en Universidades brasileñas. Ha participado en la coordinación y publicación de libros, manuales virtuales y periódicos institucionales. Colombiano, residió en el Brasil desde 1995 hasta febrero de 2013. 50 años.

– ¿Qué tiene de especial Cajicá que lo inspiró para un libro?

– Soy cajiqueño. Viví allí toda mi infancia y adolescencia. Pero también soy de una generación que se preocupó desde muy temprano por la cuestión de las raíces. La cuestión de la identidad cultural. La cuestión de la memoria. Estaba terminando la universidad cuando todas estas cuestiones se tomaron el centro del debate interno. No ser de una metrópoli, no haber estado sumergido en la gran urbe en esos tiempos de infancia fue importante. Por lo tanto, haber vivido el ambiente de pueblo, de vereda, en donde aún existen nombres y palabras de la cultura muisca, en donde es posible estar familiarizado con el rostro del campesino que aún nos devuelve al rostro del indígena ancestral, en donde la memoria de la abuela, del abuelo aún alcanzan a tocar las manos del pasado indígena, fue fundamental a la hora de preguntarse por los caminos vividos colectivamente a lo largo de milenios por este pueblo. Pero nuestra intención no era hacer un libro de historia. Queríamos contar la historia sin la demanda de pasar por la investigación de los hechos puntuales. Queríamos tener la libertad que nos da la literatura para penetrar la realidad y conectarnos con lo que hay de universal en la historia local. La historia vivida por Cajicá, es la historia de cualquier pueblo latinoamericano. Así Cajicá, es transformada en metáfora, en símbolo de la historia que vivimos todos los pueblos de este continente. Lo que tiene de especial Cajicá es que me permitió encontrar el sabor íntimo de ese drama histórico común ahí mismo, en la memoria de mi abuela Cleotilde, de mis vecinos. Todo lo que hice fue reunir elementos de lo local, con elementos de lo universal para intentar contar el drama del hombre y de la mujer latinoamericanos.

– ¿Cómo apareció el título Tiempo de cantos?

– Es común en nuestras culturas contar historias a través del canto. Cantar nuestra memoria, nuestros dolores, nuestros amores, nuestras luchas. A un tiempo de silencio debe sobre venir un tiempo de cantar. El libro está dividido en tres cantos. En los cantos de vida, en donde el viaje es hasta las más recónditas raíces de la cultura y de la mitología muísca, recreando todo ese universo en el proceso de creación de Cajicá, la Fortaleza de Piedra. Es un canto al nacimiento del hombre de esta tierra. La segunda parte del libro, Cantos de Muerte, relata la tragedia vivida por estos pueblos a partir de la conquista y la colonia europea. La destrucción de toda la cultura ancestral y la imposición de nuevos patrones religiosos, espirituales, económicos y políticos. Y finalmente, los Cantos para Nunca Más Morir, en donde se hace un viaje a las metamorfosis del alma colectiva de ese pueblo que emerge después de la independencia, se transforma en una patria boba interminable de auto-sabotajes que busca en medio de su violencia los elementos que le devuelvan la posibilidad de volver a ser. Es un exorcismo de todo ese tiempo de negación histórica. Un canto a la urgencia de renacer como pueblo y como cultura.

– ¿Cuáles fueron las primeras ideas que aparecieron para poder escribir el libro?

– La historia local, en cualquier pueblo latinoamericano generalmente nunca es contada. La historia que nos presentan es la de una trama nacional, de unos personajes y hechos que supuestamente constituyen el sentido de lo nacional. Pero nada de eso representa el alma local. Lo primero que vino en esa época fue eso, la urgencia de hablar de lo nuestro, de lo pequeño, de lo local, de contar la historia que no aparece en los libros de historia, la historia en la cual nosotros, como individuos que tenemos papá, mamá, abuelos y bisabuelos, podemos encontrar los caminos que nos explican, que nos actualizan y que le dan sentido a muchas de las características de lo que hoy somos y vivimos. Partimos de reconocer que había un tesoro inexplorado sobre el cual estábamos parados pero sobre el cual nunca nos habíamos detenido.

– ¿Cuál es el objetivo del mismo?

– Darle contenido y sentido a lo que históricamente fue abandonado por la historia. La literatura permite con sus instrumentos esa tremenda trasgresión. La historia oficial abandonó y tornó invisibles a los hombres y mujeres de esta tierra. Al hacerlo los transforma en seres fuera de la historia, Recuerdo que una autoridad local, cuando le presenté el libro, me respondió con una pregunta: ¿Acaso usted quién es para escribir un libro sobre Cajicá? Es eso, nos colocaron en un lugar en el cual otros deben contar la historia, y por ese efecto, nosotros desaparecemos de la misma. Si hay un objetivo para Tiempo de Cantos, ese es el de contar una historia de nuestros pueblos en la cual somos nosotros los presentes. Somos nosotros los protagonistas, somos nosotros los que hacemos sentido.

– ¿Cómo intervino Juana Paredes en el proceso del libro?

– Juana tiene amplia experiencia en el diseño gráfico de libros pero también tiene una sensibilidad cultural muy aguzada, tiene sensibilidad estética refinada. Trabajar así pasa a ser un acto de creación. A partir del dialogo, trabajamos juntos en la metamorfosis del texto en un objeto de arte. Salimos muchas veces a caminar por Cajicá buscando elementos visibles, imágenes, símbolos, iconos que trajeran de vuelta, como en un efecto espejo la ciudad, su gente, su memoria. El texto original recibió el trabajó de un artista Cajiqueño hoy radicado en Ciudad de México, Yury Forero, que de hecho, fue leyendo los manuscritos y dibujando en tinta para la primera edición. Juana, recuperó ese trabajo y le agregó obras pictóricas del maestro Carlos Osorio y de un grupo de artistas que participó de la Exposición Primavera en Cajicá el año pasado y también hizo fotografías de la celebración del Día del Campesino, en la cual, las Juntas de Acción Comunal representaron escenas de la historia nacional. Con ese conjunto de elementos ella compuso un universo de imágenes que dialoga permanentemente con el texto. Solo puedo estar muy agradecido por el esfuerzo realizado, pues llevó el libro a un nivel completamente diferente del simple texto.

– ¿Qué fue lo más complicado en la producción del mismo?

– Regresé a Colombia el año pasado después de 20 años, y cuando comenté con una amiga que quería hacer la tercera edición de Tiempo de Cantos, me dijo, “hoy en Colombia eso no pasa de una quijotada”. Pero le recordé que 27 años atrás fue igual. En lugar de apoyo lo que tuvimos fue un decreto prohibiendo el libro. Y después por publicarlo lo que tuvimos fue una amenaza de muerte que me obligó a vivir dos años fuera de Cajicá. Conseguimos publicarlo porque apareció un amigo de un amigo de un amigo que era dueño de la Editorial Antropos. El señor Silverio Rodríguez leyó el libro y literalmente, me fió la impresión. Me dijo, “páguela a si se de cien en cien”. Para esta edición hicimos un ejercicio de economía solidaria a través de las redes sociales. Les contamos a los amigos el proyecto y con eso recogimos un 30% de los costos con amigos del Brasil, Colombia, EUA y Europa. Pero, aún así esto solo fue posible a que una vez más la Editorial Antropos se dispuso a realizar el trabajo. Claro, los costos son enormes y tenemos que hacer un esfuerzo titánico para cumplir con ellos, pero, debo decir que sin esa mano amiga y el apoyo de tanta gente en las redes sociales, habría sido imposible.

– ¿Es un libro que invita al lector a qué?

– Es un libro que invita al lector a apropiarse de su historia. A creer que hace parte. Que es protagonista de una trama que viene desde hace milenios y que aún está por resolverse. El libro es un espejo para pensar en nuestra identidad cultural e histórica.

– Cambiando el tema ¿Por qué resolvió salir del país?

– La violencia que vivió Bogotá entre el 93 y 94, con esa honda de atentados terroristas afectó negativamente a mi esposa, una chica brasileña con quien me había casado. Ella nunca había vivido esa situación y en un determinado momento decidió volver al Brasil. Entendí la situación como una oportunidad para vivir y estudiar un tiempo fuera de Colombia. Allá hice la maestría en Sociología en la Universidad de Brasília. Pensaba que al terminado ese periodo volveríamos a Colombia, en donde siempre quise estar. Pero, la vida me llevó por otros caminos. Y ese momento se transformó en una historia de 20 años.

– ¿Qué lo hizo cambiar de parecer y regresó de nuevo a Colombia?

– Me pasé ese tiempo soñando con el regreso. Siempre fui un ciudadano pleno. Participé de todo lo que puede participar tanto en lo cultural como en lo político. Siempre tuve un sentido profundo de pertenencia a mi pueblo y a mi país. Vivir la experiencia de la extranjería fue importante, me amplió el campo de visión, me permitió ver y vivir otras realidades. Fueron 20 años de vida profesional y personal que me permitieron andar por el mundo, pero siempre estuve espiritualmente soñando el regreso al país. Cansa ser extranjero. Cansa comprobar el absurdo de esa línea divisoria entre un pueblo y otro. Cansa explicar todos los días lo que eres y no eres. Pero sobre todo cansa no poder ser ciudadano pleno. Aunque uno se defina como ciudadano del mundo, siempre aparece esa línea divisoria que te recuerda que no eres del lugar. Al completar 50 años me dije a mi mismo…o vuelvo ahora o me muero soñando con el regreso. Estoy aquí reinventándome.

– ¿Ha pensado en escribir otro libro similar a Tiempos de cantos?

– El año pasado publiqué, con el apoyo de la Alcadía de Cajicá y del Proyecto Recuperación de la Memoria Histórica de Cajicá un libro que se llama El alma de todos Cajicá en la memoria de los cajiqueños. Se trata de un ejercicio de trabajo con los abuelos cajiqueños de la generación del 19 al 40. Ahora me encuentro elaborando otro trabajo que puede llamarse Los hijos que se fueron, en el cual, a manera de novela, reunimos la historia de muchos cajiqueños que están por el mundo. ¿Qué los hizo irse, qué vivieron o viven y en qué lugares, cómo piensan la patria desde allá, cómo se han transformado sus almas? Una vez más la relación entre lo local y lo global elaborada a través de la historia de migrantes de la misma ciudad, Cajicá.