Opinión

Apostillas sobre los extranjeros

mauricio-botero-caicedo Por Mauricio Botero Caicedo
En Colombia, por principio, los extranjeros deben ser bienvenidos con brazos abiertos. Y deben ser bienvenidos por múltiples razones: el turismo, posiblemente el segmento de servicios que mayor crecimiento ha tenido a nivel mundial, genera divisas que ayudan al gobierno a mantener un vigoroso ritmo de importaciones vitales como son los bienes de capital.

Adicionalmente, los turistas – en términos generales – se convierten en ‘embajadores’ de nuestro país una vez regresan a su patria. Pero paralelamente hay turistas indeseables como aquellos que viene en busca de placeres prohibidos como son los llamados ‘turistas sexuales’. A estos degenerados se les debe perseguir sin compasión.

Por otro lado están los extranjeros que vienen a Colombia a trabajar. A ellos igualmente se les debe recibir con los brazos abiertos ya que suelen aportar conocimientos que enriquecen el ‘capital humano’, capital que es la piedra angular del desarrollo económico. En razón a la migración de técnicos venezolanos, Colombia paso de ser un mediocre productor de petróleo (400.000 barriles diarios) a producir cerca de un millón de barriles diarios. La inmigración, en términos generales, puede ser una enorme bendición para un país. Pero también hay una serie de inmigrantes que son funestos: los traficantes de armas y de narcóticos; los ‘hackers’ y otros ladrones cibernéticos’; las mafias extranjeras como aquellas de Israel que se han incrustado en Taganga, al lado de Santa Marta; los terroristas que viene a engrosar las filas de las Farc y el ELN como la holandesa Tanja. Todos estos indeseables deben ser expulsados del país, sin dilación alguna.

Finalmente están los extranjeros que vienen como representantes de entidades multilaterales como las Naciones Unidas o de ONG’s. En principio son personas respetuosas de la ley y de nuestras costumbres, pero en ocasiones se entrometen en asuntos que competen exclusivamente a los colombianos. En fechas recientes hemos tenido dos casos: el de Fabrizio Hochschild, el vocero de la ONU que se siente un virrey y le da lecciones al gobierno sobre que es y que no es aceptable en el tema de la paz. La otra es la extranjera Aida Pesquera, cabeza de la ONG Oxfam, que se ha autonombrado ‘arbitro final’ de lo que se firma, o no se firma, en Cuba. Doña Aida se siente en el derecho de decir que leyes pueden o no ser aprobadas, dependiendo si se ajustan o no a su personal interpretación de los ‘Acuerdos en La Habana’. A estos extranjeros se les debe pedir que respeten la potestad decisoria de los colombianos; y que no se inmiscuyan en asuntos que no son de su incumbencia. De no hacerlo, que se larguen¡