Construyamos Familia Opinión

LA DEFENSA SAGRADA DE LOS NIÑOS.

Carlos Fradique Por:Carlos Fradique-Méndez
Abogado de Familia y para la Familia
DIPLOMADO EN EDUCACIÓN PARA LA VIDA EN FAMILIA
Una sociedad que no defiende a sus niños y niñas y cuyas autoridades que no les garantizan sus derechos fundamentales, genera como resultado un país enfermo que debe avergonzarse ante el concierto de las naciones.

En Colombia nos ufanamos y repetimos en coro y hasta como loros que “los derechos de los niños prevalecen sobre los derechos de los demás” en tanto que en la práctica somos indiferentes, indiferencia perpetua y dolosa, al saber que la vida, la integridad física, la salud, la seguridad social, la alimentación equilibrada, la educación de los niños y niñas no merece la atención debida por parte de las familia y las autoridades. Además, la violencia en todas sus formas, la explotación laboral, el abuso sexual y demás delitos correlativos aumentan las estadísticas que nos enlistan como uno de los países en los que más se violan los derechos de los niños y niñas, no obstante registrar en teoría el mayor número de normas protectoras de la infancia.

Este comienzo del 2015 ha sido nefasto para nuestros niños, niñas y adolescentes. Las noticias de prensa dan cuenta que “Cada 9 horas, un menor de edad es asesinado en el país” (El Tiempo de 15 de febrero) El informe agrega que “Cada 30 minutos un menor de edad acude a Medicina Legal tras ser víctima de agresión sexual y cada 60 minutos, un niño o adolescente es sometido a un examen por violencia intrafamiliar.”

En El Espectador de 14 de febrero, página 38, la genial Magola hace esta irrefutable reflexión: “Cuando en un País se asesinan niños de una manera tan impune, ¡todos somos culpables! Culpables e indiferentes.” Agrego: De alguna manera la familia, la sociedad y las autoridades son los primeros agresores de los niños y niñas.

La revista SEMANA del 15 al 22 de febrero, en su primera página hace un llamado doloroso: ¡Ni un niño muerto más! y agrega: “La leyenda bíblica del rey Herodes, y su masacre de los inocentes, palidece ante un país donde los titulares de prensa hablan de menores de edad que pican a otros con machetes por líos de droga, o de que un psicópata que viola niños anda suelto por las calles. En medio de un panorama tan desolador, la tardía decisión de las FARC de no reclutar menores se queda corta.”

En estas dos primeras semanas de febrero los colombianos hemos vivido consternados. Buscamos explicaciones para saber por qué han asesinado y violentado tantos infantes y adolescentes. Y las necesitamos urgente para tomar las medidas correctivas del caso, para que no haya UN NIÑO MUERTO MÁS, para que abandonemos la indiferencia y pongamos la cara ante el mundo y asumamos nuestra responsabilidad.

La Constitución reitera que la familia es la célula o núcleo fundamental de la sociedad. Es una verdad de a puño. La familia colombiana se ha tornado efímera, cultora de la bigamia que está legalizada por las Cortes, ligera en el cumplimiento de sus deberes, indiferente con el futuro de los hijos. La pobreza física e intelectual ronda muchos hogares, la educación se dejó llevar por el facilismo, la instrucción por la promoción automática, por la falta elemental de respeto hacia los docentes, por el hedonismo y la progenitura infantil y adolescente en franca violación de la orden constitucional de formar progenitores responsables. El enriquecimiento fácil permeó la barreras morales de las familias. Las autoridades muestran estadísticas de resoluciones formales, pero no de protección de las personas y la familia. Las cifras amañadas remplazan los resultados objetivos.

La delincuencia ha superado todas las expectativas. Una de las necesidades urgentes del País es construir más cárceles. Debería ser más y mejores escuelas si hubiera sed de sabiduría y verdadera cultura de PAZ.

Ante semejante panorama desolador nos preguntamos angustiados: ¿Qué podemos hacer? Lo he repetido muchas veces y ahora lo recuerda el Defensor del Pueblo, Jorge Armando Otálora: “Por favor, no vamos a sacar un proyecto de ley. Hay normas suficientes para proteger a los niños, niñas y adolescentes, pero hay que hacerlas efectivas”. ¡Comencemos por aplicarlas en familia!

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