Opinión

Diálogo de sordos

Maria_del_Rosario_Guerra_320 Por: María del Rosario Guerra
Con impotencia los colombianos estamos siendo testigos de una de las calamidades ambientales más grandes en la historia reciente del país.

Hasta este momento, por conveniente silencio del presidente Santos, hemos tenido que aceptar que los grupos terroristas hagan lo que se les da la gana con la población inerme bajo la excusa de “los diálogos de paz”, pero el crimen ecológico cometido por las FARC en las últimas semanas ya supera el círculo nacional y adquiere dimensiones mundiales.

Si antes un desprevenido ciudadano del mundo podía desentenderse de lo que ocurre en un país de Latinoamérica, como Colombia, con el ecocidio ya le queda absolutamente claro que hace parte de los afectados.

Es la humanidad, en primer lugar, la directa afectada: daños irreparables en el ecosistema, fauna y flora irrecuperables y contaminación del Océano Pacífico. Después viene la población de Tumaco: Fuentes de agua potable contaminadas como el Río Mira y 140 mil habitantes privados del vital líquido.

Como si todo esto no fuera suficientemente indignante, se oyen las declaraciones de nuestro primer mandatario asegurando que lo ocurrido es “lo normal en la guerra”: Señor presidente, esto ni es “normal” ni es “una estupidez” es un holocausto ambiental que requiere acciones inmediatas y contundentes.

Y luego, con la alocución de alias “Pastor Alape” en la que apela al “cuidado de nuestra casa común” -como lo pide el Sumo Pontífice en su reciente encíclica- no entiendo en qué parte -de todo este proceso- el grupo narcoterrorista ha respetado “el derecho humano básico, fundamental y universal del acceso al agua potable”.

No es sino leer completamente la carta solemne para entender su amplio sentido del respeto a la ecología y a la humanidad.

¿Qué tanto más tiene que pasar para que la comunidad internacional se entere de las implicaciones de unos diálogos de paz que cubren exclusivamente los intereses de un presidente sordo y un grupo de criminales de turismo en La Habana?
¿Dónde quedan las necesidades y la dignidad de los colombianos y en dónde el futuro de la humanidad?

En su Carta el Papa Francisco invita a tomar “decisiones valientes” y a reconocer la dimensión de la contaminación y degradación a la que el ser humano ha sometido a la naturaleza. Invita además a “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres que son quienes sufren los más graves efectos de todas las agresiones ambientales”

Ahora bien, ¿Lo valiente y lo coherente no sería que las FARC suspendieran las atrocidades, reconocieran la responsabilidad de sus actos y se sometieran a la justicia?

¿Lo valiente y lo coherente no sería que gobierno y negociadores escucharan el clamor de millones de compatriotas que reclaman el cese unilateral de las FARC, la entrega de las armas y el respeto por los colombianos y la naturaleza?

Exigir coherencia ¿será mucho pedir?

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