Opinión

Ruido de tambores

mauricio-botero-caicedo Por Mauricio Botero Caicedo
No podemos prestarnos a engaños: con Venezuela hay y va seguir habiendo ruido de tambores, tambores que obviamente vienen es del otro lado de la frontera. Pero lo más seguro es que ese ruido de tambores sólo llegué hasta el 6 de diciembre, fecha de las elecciones en el vecino país.

¿Pero por que Maduro tiene que hacer sonar los tambores? La respuesta es muy sencilla: con una popularidad personal por debajo del 15 por ciento y una intención de voto que indica que los chavistas van a perder su abrumadora mayoría en la Asamblea Nacional, donde controlan 99 de los 164 escaños, Maduro tiene que hacer hasta lo imposible por no perder el poder. Y amagos de una guerra con Colombia, con todo tipo de fabricaciones amañadas, muy posiblemente den la vuelta a una derrota casi segura en las urnas. Existe igualmente la posibilidad que una confrontación armada le permita a Maduro cancelar las elecciones.

¿Y por qué Maduro y sus secuaces no se pueden dar el lujo de perder las elecciones? La razón principal que hace que los chavistas sean totalmente refractarios a la perdida del poder es que una muy buena parte de ellos, comenzando por el presidente de dicha Asamblea, Diosdado Cabello, tiene investigaciones por narcotráfico, investigaciones que no tienen muchas posibilidades de prosperar mientras que Cabello y los malandrines que lo acompañan están en el poder. Pero una vez afuera les va a ser muy difícil escapar la ‘perseguidera’ que les va a montar el mundo entero por su patente y abierta participación el negocio del narcotráfico.

Adicionalmente, por fuera del poder, a los chavistas se les puede empezar a juzgar por las manifiestas violaciones de los derechos humanos, la implacable corrupción, las reiteradas violaciones a la Constitución, el descarado nepotismo, y el enriquecimiento ilícito de casi la totalidad de la cúpula chavista, incluyendo las hijas y los hermanos del difunto sátrapa.

Colombia tiene que jugar sus cartas con inmensa prudencia. Sin dejarnos poner zancadillas, no nos debemos prestar a tragar el anzuela de guerra con que el inefable Maduro nos pretende atrapar.

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