Opinión

Francisco no sabe de lo que está hablando

mauricio-botero-caicedo Por Mauricio Botero Caicedo
No puedo ocultar que el Papa Francisco me produce enorme simpatía. Hombre sencillo, locuaz y carismático, el Sumo Pontífice tiene más capacidad de convocatoria que un futbolista, un ‘roquero’, o una estrella de telenovela.

No albergo la menor duda que en tremas de religión, el Papa debe hablar con enorme propiedad. Sus posiciones sobre tema éticos, estoy seguro, son tan respetables como certeras. Me temo, sin embargo, que en materia de economía, incluyendo los aspectos climáticos, Francisco está mal asesorado no sabe de lo que está hablando. El Papa afirma que el modelo de desarrollo actual es excluyente y empobrecedor; que la desigualdad es cada día peor; y que hay que frenar el crecimiento para mitigar el calentamiento global.

El inteligente ex Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, en su columna de la revista DINERO (Octubre 2/15), deja en evidencia lo equivocado que están Francisco y sus asesores en sus apreciaciones:

“La verdad es que al Sumo Pontífice lo contradicen las cifras. Primero, contrario a lo que escribe, lo cierto es que desde los albores del siglo XIX, cuando la humanidad estrena el crecimiento económico, hasta nuestro días todos los indicadores de calidad de vida han mejorado de manera pasmosa. La esperanza de vida al nacer, para comenzar, pasa de 26 años en 1820, cifra prácticamente idéntica a la observada por los siglos de los siglos previos, a 64 años en 2003. La pobreza extrema cobijaba a 85% de la población mundial en 1800, hoy a 12%. En conclusión, sugerir que el modelo de desarrollo actual es excluyente y empobrecedor, carece de fundamento empírico.

Segundo, la desigualdad tiene de largo y de ancho. Es completamente cierto que al interior de muchos países la desigualdad ha aumentado. Pero desde el punto de vista de lo que le debe importar al Papa, es decir la población mundial, lo cierto es que entre 1970 y 2006, la desigualdad, medida como el coeficiente Gini bajó de manera importante: de 67,6 a 61,2. Cálculos recientes estiman que la pobreza, medida como el número de personas que viven con ingresos de US$2 de paridad por día –unos $430.000 mensuales en una familia colombiana de 4 miembros–, bajó de representar 45,2% de la población total del planeta en 1970 a 13% en 2006, y cabe pensar que es menor hoy día. En conclusión, afirmar que entendida como una variable global, la desigualdad es cada día peor, carece de fundamento empírico.

Tercero, en su discusión climática, el Sumo Pontífice es muy partidario de actuar con decisión y urgencia, frenando radicalmente la emisión de gases causantes del efecto invernadero. Hay dos problemas. Primero, entre más fuerte el frenazo, menor el crecimiento económico, factor que duele más en un país pobre que un país rico, lo cual va en contravía de lo que él quisiera ver. Dos, el costo de largo plazo, medido en términos de PIB entre no hacer nada, escenario de adaptación, y mitigar los efectos de 2 grados de calentamiento serían, según un reciente análisis de la dirección ambiental de Ocde, a solicitud del IPCC, muy similares en el año 2100. La propuesta de frenar el crecimiento para mitigar el calentamiento global (hoy día no hay alternativa factible) castiga más duro a los habitantes de países pobres y castiga más duro a la generación actual, que es inmensamente más pobre que la generación futura. Resultado que Su Santidad, sin duda, consideraría contrario a sus convicciones éticas.”

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