Opinión

Pardo presidente!

Fernando Alvarez Por:Fernando de Jesús Alvarez Corredor
El candidato a la alcaldía de Bogotá Rafael Pardo ya hizo la tarea. Demostró que tiene con qué y que no le queda grande una apuesta de estas. Puso un listón alto en materia de serenidad y juego limpio y mostró liderazgo en lo que para los bogotanos significa construir sobre lo construido y rescatar lo bueno del adversario.

Aunque su candidatura vino de menos a más, supo sumar y despertar nuevas simpatías. En todo caso, se ganó el respeto como contendor. Pardo, a pesar de haber surgido del poco aprestigiado oficialismo liberal y de la nada encomiable mezcla de mermelada y oportunismo que se condensa en voltiarepistas tipo Roy Barreras o Armando Benedetti, interpretó a los ciudadanos que no quieren polarización y captó la atención de quienes tienen una perspectiva conciliadora y reconstructiva a partir del reconocimiento del otro.

Pero hay que reconocer que sus esfuerzos y su talante de honradez no le resultaron suficientes para ganarse las amplias masas bogotanas, las cuales quieren un cambio radical ya para recuperar a Bogotá. Sin caer en el negacionismo que ejercen quienes lo apoyan, contra su contrincante Enrique Peñalosa, Pardo no logró pegarle al tablero en una coyuntura que exige la urgente presencia de un gerente con moderna visión urbana más que la de un líder de la convivencia y la concordia, aunque buena falta le hacen a la capital. El exministro es un hombre de paz y su temperamento se ajusta más a la medida de lo que requiere el posconflicto en Colombia que al chicharrón que hereda del alcalde Gustavo Petro. Tiene la talla para suceder al presidente Juan Manuel Santos en lo que hace a continuar con la construcción de la paz y en llevar a la práctica los acuerdos de La Habana para superar esta guerra impopular prolongada.

Pardo es una garantía en la posguerra, no solo porque su carrera política se ha forjado prácticamente en medio de las negociaciones de paz sino porque sería un pecado de lesa cordura desperdiciar semejante trayectoria y experticia en el conflicto colombiano. El país no puede darse el lujo de desaprovechar el conocimiento acumulado y la experiencia calificada en asuntos de paz, si quiere por fin reiniciar un camino de vida incluyente, donde quepamos todos y en el que se reclama con inminencia el repensar un desarrollo viable a partir de la reconciliacion y la coexistencia pacífica entre las diferentes expresiones filosóficas y los variopintos puntos de vista políticos, que desde sus cosmovisiones reduccionistas han devenido en intolerancia, irrespeto por el otro y negacion de la diversidad, cuando no en la eliminación física o moral del contrario.

Pardo está a tiempo de asumir la actitud sensata que exige este momento histórico, asi sea a costa de su propio orgullo. En esta recta final debe observar con tranquilidad que las cuentas no le dan y desde la nobleza y la humildad decidir hacerse a un costado para que los bogotanos puedan salvar a su ciudad y respaldar a un gerente como Peñalosa para que pueda poner al día a la Bogotá que queremos. Esta postura no dejaría de verse como magnánima y de seguro será recompensada con creces por el electorado y por el resto de colombianos que no ven con buenos ojos el juego de cartas marcadas desde la Vicepresidencia de Germán Vargas Lleras, con la aquiescencia de Santos, quien para ajustar su gobernabilidad ha cedido burocráticamente a tal extremo que ha generado un franco desequilibrio con los demás aspirantes a sucederlo.

Pardo debe emular la grandeza que deja ver Antanas Mockus al unirse a la causa Peñalosista. Los colombianos que quieren la paz valoran estos signos de reconciliación máxime que la vez pasada fue Mockus quien no vaciló en retirarle su apoyo a Peñalosa cuando sintió que el candidato verde aceptaba complacido el abrazo del oso uribista. Hoy su decisión refleja que Antanas es más grande que su ego, que prioriza sus coincidencias técnicas y sus prospectivas a las diferencias políticas. Demuestra que aún mantiene su gallardía y que la sensatez sigue vigente como su característica fundamental. Hoy más que nunca un gesto de esta estatura se vuelve valioso porque refleja que se supera la mezquindad, el cortoplacismo y que no hay intereses ocultos, sino que Antanas piensa realmente en el futuro de la ciudad y en quien mejor la pueda gobernar aunque no haya sido santo de su devoción.

La decisión de Mockus es eminentemente humanista y visionaria. Tiene mucha más credibilidad que las otras adhesiones de los exmockusistas, que no ocultan sus chatos cálculos políticos. Es producto del análisis de escenarios futuros y de la comprensión alrededor de las soluciones de choque que requiere la actual emergencia bogotana. No importan las patadas de ahogado de John Sudarsky o de Angela Robledo a quienes esta vez les quedó grande el antanismo. Aunque aún se pueden retractar si redescubren que errar es humano pero insistir en el error puede ser diabólico. No importa que Claudia López y Angélica Lozano se desgañiten para justificar su desacierto. Las bases que dieron origen a la Ola Verde, vuelven a soñar con esa llave para cambiar las costumbres politicas de Mockus, Peñalosa y Marta Lucía Ramírez.

Bogotá todavía se puede salvar y así lo inspira esta oportuna alianza. Es ahora o nunca, porque si no gana la sensatez, no se perjudica Bogotá sino Colombia entera. Como en las épocas del llerismo juicioso de Virgilio Barco en la alcaldía, «cuando toca toca y ahora nos toca a los bogotanos». Ojala Pacho Santos también se retire, pero que no adhiriera a Peñalosa. Asi los uribistas que quieren ayudar a recuperar esta ciudad pueden hacerlo sin aspavientos y sin cobros por ventanilla, y de paso no asustan a los antiuribistas. Y lo mismo Alex Vernot, Ricardo Arias y Daniel Raisbeck, recuerden con Alberto Cortés que «todos los incurables tienen cura cinco segundos antes de la muerte». Ustedes pueden evitar que la izquierda mamerta y corrupta se cuele por la mitad, porque ellos si saben que no tienen otra forma de ganar sino cuando logran que el centro vaya dividido.

El candidato Rafael Pardo crecería exponencialmente si depone sus ansias electorales en la ciudad y las traslada a Colombia. Así deja el espacio libre al sueño de recuperar a Bogotá. El exministro es un librepensador y hoy debe hacer gala de eso. Colombia lo espera como el que mejor puede manejar su momentum de verdad, justicia, reparación y no repetición. Por encima de Humberto de la Calle, que sin duda es un exelente negociador, Pardo es un constructor de paz. Eso si, se tiene que rodear bien y no tener tanta loca cerca. Para no ser homofóbico no las tiene que tener respirándole en la nuca. A Pacho Santos se le perdonaría su mediocridad política y puede comenzar a reconstruir su futuro si deja de jugar a la trinchera ultraderechista. Y a los candidatos menores se les agradecerá por siempre el tino para no hacerse el haraquiri.