Opinión

Lo que esperan los lustrabotas de los futuros alcaldes

Luis Eduardo Forero Por: Luis Eduardo Forero Medina
Los gobiernos locales no manejan un censo sobre los emboladores, relegados siempre a un segundo o tercer plano.

El Estado colombiano continúa sin promover proyectos para el bienestar de este grupo de trabajadores informales, del que hacen parte mujeres, niños, adolescentes y adultos mayores que en todo el país ejercen ese oficio, muchas veces heredado por generaciones. En salud algunos son atendidos por el Sisbén y en riesgos laborales nunca han sido inscritos, pese a que está demostrado que los químicos del betún les producen enfermedades laborales. En 2012 se propuso un proyecto de ley en su favor, que buscaba que una vez carnetizados por las autoridades locales, los lustrabotas serían objeto de toda clase de cuidados por el Estado. La iniciativa fue aprobada en la Comisión Séptima de la Cámara de Representantes, y se quedó esperando el segundo debate en plenaria; al final fue archivado, convirtiéndose en una fallida promesa electorera. En principio, son los alcaldes con el Concejo los que deben dirigir los programas sociales en favor de los lustrabotas y sus familias que esperan, además de su inscripción a seguridad social integral, se les permita el acceso a vivienda propia , facilite la educación, se les carnetice, asocie y dote de uniformes. Desde hace 70 años la ley contempla la afiliación al seguro social en pensiones por parte de voceadores de periódicos, lustrabotas, loteros y vendedores ambulantes. La norma se ha quedado escrita, y lo que brilla es el olvido a esos compatriotas. En otras naciones se decreta un impuesto al betún para sostener fondos utilizados en favor de los lustradores de calzado. En Colombia los limpiabotas no están sindicalizados; en el Tolima hace un tiempo funcionó fugazmente una agremiación de ese oficio. Los máximos representantes del costumbrismo del lustrabotas colombiano son Heriberto De La Calle ( 1960-1999), y el popular Miguelito “El Patecazuela”, quien de la década de los 50 a los 70 fue , “el bolero”, a quien todo personaje nacional que visitara Pacho, (Cundinamarca) , se dirigía a la banca del Parque Central para que lo cepillara un poco en política y embelleciera su calzado.