Opinión

POBLANDO LA OTRA COLOMBIA

Por: Diego Calle Pérez.
CORTO Y PUNTUAL
Director Fundación Educativa, Cultural y Cívica HABITAN.
No todo puede ser Bogotá, Medellín, Calí, Pereira, Bucaramanga y Barranquilla. La extensión territorial de Colombia abarca regiones que poco suenan y truenan en los periódicos y los noticieros de radio y televisión. Pareciera que las encuestas nunca pasan de las capitales siempre nombradas.

No se sabe a ciencia de lo absurdo, cuál es el porcentaje de favorabilidad que tenga el gobernador del Amazonas y el alcalde de Arauca.
Guainía, Vaupés, Vichada, Amazonas, Putumayo, Arauca y Casanare son los departamentos menos nombrados en las estadísticas nacionales. Pareciera que solo se conocieran quienes viven en esos territorios cuando sufren tragedias como la de Mocoa. Pocas veces sale en la revista Semana una caratula con el gobernador de Vichada y seguramente que nadie del Ministerio del interior sabe cuántos corregimientos tiene el departamento del Vaupés.
Las estadísticas muestran que un 95% de las transferencias del sistema general de participaciones la reciben los departamentos que antes fueron intendencias y comisarias. Según el analista Hernando Gómez Buendía,- una especie de William Ospina de la economía nacional,- esto crea una paradoja: las bonanzas en el país se dan en zonas sin identidad y sin tejido social. Y se podría agregar que estas regalías favorecen la corrupción y es la menuda que utilizan grupos ilegales para justificar su accionar.
Las regiones del Amazonas y la Orinoquia Colombiana pueden generar en biodiversidad un elemento de desarrollo fundamental. Cultivos legales que pueden producir para el consumo nacional y exportar tanto tonelaje como la coca que han producido por años en estas regiones tropicales de las amazonas, al mejor cuento del caucho de la Vorágine de Rivera.
Muchos son los temas que se derivan de estos departamentos, algunos con plantaciones de palma y de ají. Cultivos tradicionales que se pueden potenciar con la mano de obra indígena y con la de muchos de los colonos que han sabido apropiarse de territorios, que por años han sido litigios de grupos armados en la ilegalidad, en medio de una selva sin control del centralismo santafereño.
La base económica y social de los departamentos que van desde el Oriente con Arauca y llegando hasta el sur de Colombia con Putumayo, son precarias y muy primarias por no decir arcaicas. Las comunicaciones, la energía y el transporte todavía parecen de vela de cera. Las prácticas de colonización son similares a las de la época de los arrieros antioqueños, utilizando cerdos para despejar el monte. Los resguardos indígenas y de comunidades negras son misiones de la hermanitas lauras, que por demás tienen reconocimiento del vaticano. La pobreza es abrumadora y la presencia del estado “era” la guerrilla. El subrayado no del autor.
Faltan datos que por citar, no serían una reflexión, sino una tesis de grado para un doctorado en Antropología Humana. La población de la otra Colombia, es una realidad que poco se conoce. A un año del final del gobierno Santos, apenas estamos empezando la tarea de estar en paz, con los que han permanecido por años en la que llaman la otra Colombia por descubrir.