Opinión

Una desafortunada cadena de errores

por Mauricio Botero Caicedo
En un accidento dejó dos muertos y cuatro heridos de gravedad, en días pasados se desplomó desde el sexto piso un ascensor del Palacio de Justicia de Cali. Todo parece indicar que no fue un accidente fortuito, sino el resultado de una cadena de errores: el primero es que dichos ascensores no fueron fabricados por una firma reconocida sino por una marca china de segundo nivel que ofrecía sus equipos a un precio bastante más económico.

Pero la calidad o falta de calidad de estos productos no es el problema de fondo (hay productos chinos de altísima calidad). El problema de fondo, el segundo error, es que dichos equipos fueron modificados porque no cuadraban en los huecos de la edificación diseñados para recibirlo es otro tipo de ascensor. Y el tercer error es que nadie, absolutamente nadie, advirtió que esas modificaciones pudieran llegar a causar una tragedia.

El autor de esta nota se teme que sobre el Estado va a llover una catarata de demandas que seguramente va a hacer que los contribuyentes terminemos pagando una factura sustancialmente más alta que los pesos que las autoridades se pudieron ahorrar comprando equipos más económicos y modificando dichos ascensores para que cupieran en cajas que no estaban diseñados para recibirlos. Este incidente es un reflejo de lo que ocurre cuando las decisiones del Estado las toman funcionarios venales o incompetentes.

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Por otra parte, el verdadero objetivo del viaje del bus accidentado en el Ecuador, tragedia en que fallecieron 23 personas, era trasportar marihuana y cocaína a dicho país del sur. El negocito llevaba varios años y de no ser por la impericia de conductor, seguramente continuaría en secreto de manera indefinida. Sobre los responsables – que muy seguramente son el ELN, las disidencias de las Farc, o los Carteles mexicanos, debe caer todo el peso de la ley. Los narcotraficantes, cada vez más audaces, están utilizando

buses que salen de Cali y de otras ciudades para sacar la coca. Más que sorpresivo, porque no hay nadie con mayor imaginación que un narcotraficante, es preocupante hecho que las autoridades no tenían ni la más mínima sospecha que la marihuana y cocaína se estaba exportando debajo de sus narices.