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Esculturas de Botero estrenan vestido de fin de año

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A las gordas de Botero las están desnudando una por una para ponerles un traje reluciente con motivo de las fiestas de fin de año.

Como son tan gordas, para desvestir y volver a vestir a cada una, ¡se demoran tres días! Y como son veintisiete… (veintitrés de la Plaza de Botero, una en el Parque de Berrío y las restantes en el Parque de San Antonio) esa especie de sastrería terminará el 31 de diciembre, “si la lluvia nos deja”, afirmó María Adelaida Bohórquez Botero, una bogotana a quien su acento no deja negar su origen y su segundo apellido, sus raíces paisas. Ella, con título en Conservación y Restauración de Bienes Culturales, coordina las labores.

Hasta el momento, después de casi un mes de trabajo, ya hay dos esculturas estrenando traje, es decir, lucen pátina nueva: Mujer y Hombre Caminante. La primera está situada frente a la iglesia de La Veracruz; la segunda, frente al edificio del Museo de Antioquia, es esa en la que un hombre elegante camina sobre una mujer tendida en el suelo.

Eso de que están desnudas, no lo digo yo. Lo dicen los habitantes de la Plaza. Vendedoras de café, prostitutas del sector, artistas callejeros, fotógrafos… Las esculturas quedaron con su piel broncínea a la vista. Al principio estaban inquietos con lo que les pasaría a sus compañeras cotidianas. Hedor de orines en algunos rincones; olor a alcohol en algunas bocas. Preguntaban: ¿qué va a pasar con ellas. ¿Se las van a llevar a otra parte? ¿Sí las devolverán?

No era para menos. Primero, vieron encerrar a unas de ellas en corralitos hechos con teleras; después, a los restauradores, dirigidos por Armando Arango, el hombre que vacía figuras en bronce para varios escultores, ese que sin misterio menciona los ingredientes de removedores y pátinas; trepados en pedestales, de tal modo que sus humanidades sobresalían por encima de los muros de madera. Con razón estaban preocupados.

“Tuvimos que abrir mirillas” -cuenta María Adelaida, refiriéndose a huecos redondos en algunas paredes del corralito, donde quien quiera pone un ojo para mirar a los de adentro-.
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Pero eso es normal: las esculturas no son propiedad de alguien en especial, sino de la comunidad”.

Hasta el maestro Botero vio el proyecto de restauración. El informe, acompañado de fotografías, mostraba unas figuras rayadas como con navaja; otras, con tallones, hechos por artesanos que presionan allí sus alambres de cobre o sus remaches. Y todas con manchas que se van formando de tocarlas, y por la polución, la lluvia que cae cargada de polvo y por la caca de las palomas.