Panorama Nacional

NARCOCULTIVOS: TRAGEDIA ESCONDIDA

Santander libre de cultivos ilicitosPor Rafael Nieto Loaiza

La noticia pasó refundida entre las muchas que producimos: en el 2015 los narcocultivos en Colombia aumentaron un 42% y llegaron a 159.000 hectáreas. La cifra supone que en apenas dos años se duplicaron (en el 2013 había 80.500 hectáreas) y que se ha dado un salto al pasado de más de quince: es el peor dato desde el 2001, cuando las mediciones mostraban 169 mil hectáreas. Es aun más complicado: la producción de cocaína creció un 68%, el aumento más notable en todos los años de medición. El resultado final es que se perdió todo el esfuerzo hecho durante la administración Uribe y los primeros de Santos.

Las cifras estaban escondidas en una evaluación de la Oficina Nacional para el Control de las Drogas (ONDCP) de la Casa Blanca que no solo no fue divulgada sino que pareciera que hubiese sido escondida. En efecto, el informe anual sobre la lucha contra las drogas del Departamento de Estado dijo que las cifras de 2015 sobre Colombia no estaban aun disponibles. Es lo usual hasta que se recogen todas las del área andina. Poco tiempo después la ONDCP publica las cifras consolidadas. Esta vez no lo hizo. Las cifras se conocieron ahora porque alguien encontró la evaluación y la divulgó. ¿Porqué el afán en ocultarlas? Quizás tenga que ver con la famosa celebración de los diez años del Plan Colombia en Washington, en febrero pasado, a la que Santos llevó a sus amigotes en dos aviones charter y a cuya ceremonia en la Casa Blanca no dejaron entrar a la mayoría de los paseantes. No hubiera habido fiesta si se hubieran conocido a tiempo estos datos y se hubiese dimensionado la magnitud del desastre. Con estas cifras, los gobiernos de ambos países no se hubieran atrevido a mostrar como un éxito los resultados del Plan Colombia en la lucha contra el narcotráfico.

Sin embargo, en realidad al ocultar las cifras del 2015 Obama le ha hecho un favor a Santos. El Plan sí fue exitoso. Uribe le entregó el país a Santos con cerca de 60.000 hectáreas de narcocultivos, casi un 70% por debajo de su pico máximo. Le habíamos cedimos a Perú el deshonroso primer lugar en extensión de coca. Se probó que la lucha contra los narcocultivos se podía ganar.

¿Entonces qué pasó en estos dos últimos años? Fácil: también aquí Santos subordinó su gobierno a la búsqueda de un acuerdo con las Farc. Primero, dejó de erradicar en las zonas de frontera y en el Catatumbo. Después, como los subversivos lo habían pedido, suspendió las fumigaciones aéreas de narcocultivos. Más adelante prohibió el uso del glifosato con el falaz argumento de que genera cáncer. Ahora tramita un proyecto de ley para legalizar la “marihuana medicinal”. Para rematar, en la mesa de la Habana prometió el oro y el moro para “ayudar” a los narcultivadores a dejar los cultivos cuando se firme el acuerdo definitivo. El efecto era obvio: las Farc incentivan la siembra con la promesa de que el gobierno entregará ayudas después a los cultivadores (no discuto acá el impacto ético de la decisión política de ayudar a los narcocultivadores por encima de los campesinos que siembran cultivos lícitos, pero es parecido al que tendría darle sueldo fijo a los guerrilleros desmovilizados y no al desempleado que nunca a delinquido). Y frente a todas estas, Policía y Fuezas Militares miran, por orden superior y para aumentar aun más la desmoralización de sus filas, hacia otro lado. Santos solo recoge lo que siembra.

No dudo de que el próximo año las cifras serán peores tanto en narcocultivos como en toneladas de cocaína producidas. El daño medioambiental será aun más devastador de lo que ya ha sido, con el silencio cómplice o cobarde de la inmensa mayoría de los ambientalistas. Y habrá un aumento en el número de adictos y crecerán aun más los ingresos para Farc, Eln y bacrim que, además, verán su inversión rendir más por cuenta de la devaluación del peso. Sí, lo que habíamos ganado con sangre, sudor y lágrimas, y con un gran esfuerzo financiero de nuestro bolsillo y del de los gringos, se evaporó en un par de años. Una tragedia.