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Farc: Resultado del Plebiscito inhibe implementación de Acuerdos de La Habana, pero no revoca lo firmado

–Tras reclamar una solución rápida al impasse, las Farc aseguraron que el resultado del Plebiscito del 2 de octubre «inhibe la implementación de los Acuerdos de La Habana, pero no revoca lo firmado”. Además, advirtieron que “buena parte de lo pactado en la mesa resulta inmodificable» y que la pregunta que debe hacerse «es cuánto de lo restante podrá ser ajustado”.

Las precisiones fueron hechas por alias Pablo Catatumbo y alias Gabriel Angel, integrantes de la delegación negociadora de las Farc en La Habana.

Catatumbo, en un mensaje al Congreso Indígena que se realiza en Bogotá, afirmó que el Plebiscito, de acuerdo con la sentencia de la Corte Constitucional, “es una decisión política y no jurídica que obliga exclusivamente al presidente de la República” y por lo tanto, «lo que sí inhibe es la implementación de los Acuerdos de La Habana, pero no revoca lo firmado”.

Pablo Catatumbo aseguró que “el exiguo triunfo del No, producto de una campaña de desinformación no significa el fin del proceso de paz ni la muerte de la esperanza de paz de todos los colombianos”.

Agregó que el presidente Santos conserva vigentes todas sus facultades constitucionales para el diálogo y las partes siguen teniendo plena potestad para rubricar y para asumir los compromisos propios de un acuerdo especial.

Sin embargo, dijo que las Farc están dispuesta “a escuchar y analizar las opiniones y propuestas de las multiples voces partidarias del Si y del No y también de la abstención”.

“En esta nueva etapa que hemos definido como un proceso rápido y efectivo—dijo–, tiene que estar presente la voz de los pueblos indígenas y de las comunidades étnicas, así como del conjunto de sectores sociales exponiendo su cosmovisión, las precisiones y desarrollos pertinentes al acuerdo final para la nueva refrendación popular de lo acordado.

Además señaló: “ Sabemos que en los anhelos y en la voluntad del pueblo está la fuerza del cambio y por eso observando en todo el país las inmensas movilizaciones sin precedentes que se vieron dando un respaldo a los acuerdos de paz de La Habana creemos que la esperanza de la nueva paz vuelve a sonreír con más alegría en los corazones”.

Y concluyó: “Desde ya preparémonos a implementar el desarrollo normativo de todo lo firmado en La Habana”.

Por su parte, alias Gabriel Ángel, en un escrito publicado en la web de las Farc, tras resaltar que el Acuerdo Final de La Habana va, y ya está cumpliendo su primer objetivo fundamental, parar la guerra”, afirma: «El conflicto armado entre las Farc y el Estado colombiano ha llegado a su fin, no habrá más confrontación, y buena parte de lo pactado en la Mesa resulta inmodificable. La gran pregunta es cuánto de lo restante podrá ser reajustado».

Añade que «se trata de un asunto de extrema seriedad, por lo cual no conviene andar fanfarroneando por ahí sobre una y otra posición. Habrá que acordar qué sectores de la sociedad colombiana deberán escucharse y mediante qué mecanismo. Y definir cuáles de sus propuestas y ajustes merecen ser llevados a la discusión de ambas partes. Y luego ponerse de acuerdo sobre la materia».

Luego hace las siguientes precisiones:

«En La Habana hemos estado discutiendo con el gobierno las más disímiles opciones a lo largo de casi seis años, y lo pactado es el producto de intensos debates entre dos opiniones radicalmente opuestas. Si cada una de las partes se hubiera ceñido irrestrictamente a su posición inicial hubiera sido imposible un consenso».

Nosotros cedimos, como tuvo que ceder el gobierno en muchos de sus enfoques y aspiraciones, por cuanto de lo que se trataba era de llegar a unas fórmulas mínimas de entendimiento, no de seguir repitiendo eternamente la misma cantinela sin posibilidad alguna de aproximación. Lo acordado no se decidió a la carrera, ni a última hora, implicó un esfuerzo descomunal.

Mal puede afirmarse que se trató de una especie de confabulación secreta entre dos partes interesadas en burlarse del país. Existe sobrada documentación mediática e histórica que da cuenta de las posturas irreconciliables que finalmente se tranzaron. Como es fácil constatar que buena parte de las planteado por Uribe fue en su momento bandera del gobierno nacional.

Por eso no tienen razón esos sectores cuando afirman que nunca se los escuchó. O que jamás se los invitó a tomar parte en las conversaciones. El Presidente Santos lo hizo muchas veces, para no hablar de las sucesivas misivas del Comandante de las Farc. Sus posiciones maximalistas y carentes de realismo político fueron vencidas en la Mesa. Y volverán a serlo, por eso mismo.

Porque la única alternativa que dejan a su todo o nada es la guerra total. Y esa guerra, definitivamente, no le interesa ya a ningún colombiano cuerdo. Igual podría predicarse de nosotros, no pudimos colmar el conjunto de nuestras aspiraciones para el país porque resultaban inaceptables para la contraparte. Primó el bien superior de poner fin a la guerra, y así fue.

Por otra parte, sólo mirando las cosas de modo excesivamente sesgado puede concluirse que el uribismo personifica la votación por el no. Fue uno de sus pregoneros, sí, y de manera absolutamente sucia, ajena a cualquier ética, como lo puso en evidencia su jefe de campaña en declaraciones recientes a la prensa. Pero ese no también expresó el sentir de otras gentes.

Los que nunca estuvieron de acuerdo en que los integrantes de las fuerzas militares fueran beneficiados judicialmente, por considerar que sus crímenes no eran delitos políticos y que su deber de respeto a la Constitución y las leyes, por el contrario, los hacía objeto de una mayor responsabilidad penal. Los que no compartieron que no se discutiera el modelo económico.

Los que nunca estuvieron de acuerdo en que los Presidentes y ex Presidentes de la República no pudieran ser juzgados por la Jurisdicción Especial para la Paz, como los demás actores del conflicto. Recuérdese que el gobierno nacional se echó atrás después de haber firmado el acuerdo sobre justicia el 23 de septiembre de 2015, hasta que eso fue consagrado expresamente.

Son numerosas las cartas enviadas a las páginas web de las Farc en las que los firmantes piden perdón por haber votado al no, alegando que su intención nunca fue apoyar a Uribe, sino expresar su desacuerdo sobre algún punto específico. Comprendido de modo inmediato el peligro para la paz, millones de colombianos salen ahora a las calles a expresar su condena total a la guerra.

Son muchos los que proponen que se reabra el proceso, siempre y cuando no sólo se incluyan en la agenda de discusión los puntos propuestos por Uribe, sino también todas las demás propuestas de sectores sociales y políticos que el gobierno nunca quiso escuchar. Vale considerar esa postura tan legítima como la que defienden los áulicos del Ex Presidente. Lo cual nos llevaría a cero.

Algo en lo que necesariamente el país debe reflexionar seriamente. Llevamos más de un lustro en esta larga discusión, que por fin terminó con una transacción satisfactoria y honorable para las dos partes. Y que se ganó el respaldo abrumador de toda la comunidad internacional, incluida la Corte Penal Internacional. Que acaba de valerle incluso el Nobel de Paz al Presidente Santos.

Resulta inconcebible echar todo por la borda ahora, otorgándole al uribismo, aun con el respeto que pueda merecer, más alcance y vocería de los que realmente tiene. Además de lo sorprendente que resulta el hecho de que el Ex Presidente esté poniendo el énfasis en varios asuntos que ya hacen parte de los acuerdos, lo cual pone en evidencia su poco conocimiento de los mismos.

Hay un tercero llamado a jugar un papel definitorio en esta encrucijada que debe conducirnos inobjetablemente a la terminación del conflicto y la paz. El pueblo colombiano. Conmueve el modo como ha empezado a manifestarse y hacerse oír. Estamos seguros de que nada podrá detener ya esa ola que empezó a andar. Con su respaldo tendremos pronto el final esperado.