Cronica La Crónica

El vaivén de la gran pangea

La gran Nave Azul sigue en movimiento

Como pasajeros de esta gran nave azul, todos somos transportados alrededor del sol a una velocidad de 107.000 Km/h.
A esa cifra mareante hay que añadirle el hecho de que giremos (en el ecuador) a unos 1.600 Km/h (una acción que provoca que el planeta se abombe hacia fuera). Por supuesto, estas velocidades son relativas (al sol y a los polos respectivamente).

No sentimos la prisa de esta nave ya que, la velocidad solo puede medirse con referencia a otro objeto que se mueve a una velocidad distinta, y no podemos tener sensación de velocidad cuando estamos en un marco de referencia constante.
Pero también debemos saber que nuestro sistema solar gira al completo alrededor del centro de nuestra galaxia a una velocidad inconcebible de 901.000 Km/h.

Además, la galaxia también se mueve con respecto a otras galaxias en el universo. Y hasta donde sabemos, el universo entero se mueve, pero ahí empezamos a adentrarnos en lo desconocido.

Pangea, palabra que en griego significa: “todas las tierras”. Es fácil prever que la Tierra, en este momento, esta siendo sometida al compás de un movimiento continuo y silencioso, pero hace unos doscientos millones de años, Pangea, comenzó a romperse lentamente. De esta manera se separaron dos grandes bloques de tierra que, en una corriente rápida a la vista, podría parecer tierra a la deriva.

Poco sabemos de lo que ocurre en las profundidades de la tierra que a diario pisamos. La fuerza centrífuga de la Tierra y la fuerza gravitacional del Sol y la Luna, vibraciones, energía que se desprende, de la expansión en el fondo marino, de las direcciones del campo magnético de los flujos de lava en tierra

A lo largo de la historia, muchos científicos se han puesto en la tarea de investigar y comprender el planeta tierra en su misterioso interior.
Hacia finales de la década de 1960, el científico J. Tuzo Wilson, de la Universidad de Toronto acuña el término ”placa” para desarrollar el concepto de la expansión del fondo marino, desde una nueva perspectiva: la tectónica de placas

La tectónica de placas explica prácticamente todas las características geológicas del planeta Tierra y hace que tengan sentido fenómenos inexplicables como terremotos, erupciones volcánicas o la formación de cadenas montañosas.

El conocimiento de la tectónica de placas ha permitido mejorar la seguridad pública que siempre ha preocupado a la sociedad.
Desde la llegada de la teoría de la tectónica de placas a final de la década de 1960, los científicos han identificado la falla de San Andrés, en California,
La placa del Pacífico, la más grande de mundo, se mueve en dirección nordeste pasando por América del Norte, arrastrando el borde del continente con ella.

Hace mucho tiempo que los tripulantes de esta nave azul, en la que vivimos, es propensa a sufrir terremotos. Al saber que los terremotos son inevitables y que simplemente se trata de una cuestión de «cuándo» van a producirse, no de «si» van a ocurrir.

Aunque las actividades tectónica y volcánica son las principales causas por las que se generan los terremotos, existen otros muchos factores que pueden originarlos: desprendimientos de rocas en las laderas de las montañas y el hundimiento de cavernas, variaciones bruscas en la presión atmosférica por ciclones e incluso la actividad humana.

Las placas tectónicas se desplazan unas respecto a otras con velocidades de 2,5 cm/año[1] lo que es, aproximadamente, la velocidad con que crecen las uñas de las manos. Dado que se desplazan sobre la superficie finita de la Tierra, las placas interaccionan unas con otras a lo largo de sus fronteras o límites provocando intensas deformaciones en la corteza y litosfera de la Tierra, lo que ha dado lugar a la formación de grandes cadenas montañosas

El reciente terremoto en Haití, los movimientos ocurridos en Argentina, Venezuela, Ecuador, Guatemala, El Salvador
Nos recuerda que La Madre Tierra es superior al hombre y que Madre Tierra, La Gran Pangea, es un ente vivo que se reacomoda para recuperar su equilibrio, aún a costa del hombre depredador. Hoy la Madre Tierra nos recuerda, a la fuerza, el respeto que le debemos como seres que vivimos en ella y de ella, como en el pasado lo vivieron nuestros antepasados, antiguos viajeros de la nave azul.

Como pasajeros, hijos de la madre tierra, volvemos a ella; unos pronto otros más tarde, de todos modos nos invita a disfrutar del espacio que nos corresponde, el tiempo que El gran arquitecto del universo nos de permiso para ello.

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