— Una contundente victoria obtuvo Dilma Rousseff en las elecciones presidenciales de Brasil. Prácticamente, ya fue proclamada presidenta electa, de acuerdo con el último reporte del Tribunal Nacional Electoral. Escrutado el 91 por ciento de la votación, Rousseff acapara el 55.22 por ciento de los votos, equivalentes a 50 millones 215 mil 464 sufragios. Mientras su rival José Serra, logra el 44.48 por ciento. En total, 110 millones de brasileños participaron en la jornada electoral.
Los colegios electorales cerraron a las cinco de la tarde en los estados más orientales de Brasil e inmediatamente los sondeos a pie de urna le daban el triunfo a Dilma.
Ella, desde el comienzo de la jornada electoral, al depositar su voto, habló casi como si fuera presidenta electa: «Voy a gobernar para todos, voy a conversar con todos los brasileños sin excepción». Sonriente y vestida del color rojo del Partido de los Trabajadores (PT), la candidata oficialista acudió a votar en la sureña Porto Alegre pasadas las nueve de la mañana con la promesa de iniciar «una nueva fase de la democracia».
José Serra, su rival, lo hizo hacia las 11.30 horas en São Paulo y defendió «la belleza de la alternancia del poder». El ex gobernador del estado más poblado y más rico se mostró esperanzado pese a los pronósticos: «Vamos a esperar la decisión. El elemento fundamental es la confianza que he sentido en las calles, en el abrazo de las personas».
El cierre de los colegios supone el principio del fin de la ‘era Lula’. Aunque consiga ganar un tercer mandato simbólico en la piel de su ex ministra, el gobernante más popular de la historia reciente de Brasil comienza ahora una larga despedida que se prolongará durante dos meses, hasta que el próximo Año Nuevo entregue definitivamente el testigo a su heredera. O bien a su heredero, en caso de que todas las encuestas estén equivocadas y Serra dé la campanada adjudicándose las elecciones.
El jefe de Estado saliente se refirió a su futuro después de confirmar su preferencia -se da por hecho: Dilma- en una urna electrónica de São Bernardo do Campo, en São Paulo. «No existe ninguna posibilidad de que un ex presidente forme parte del Gobierno. Ella tiene que hacer un Gobierno con su propio rostro», advirtió hacia las nueve y media de la mañana.
Dilma Rousseff, hija de un abogado comunista búlgaro y de una maestra brasileña, antigua militante de un grupo armado durante la dictadura militar brasileña, se se presentó a estas elecciones con una intachable hoja de gestora económica, seria y eficiente, y ha prometido, sobre todo, esa continuidad con respecto a la etapa de Lula. Rousseff ha asegurado: «Si gano las elecciones, oiré a Lula cada vez que lo necesite», y Lula ha prometido ayudarla en lo que le pida.



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