
Una serie de atentados con explosivos perpetrados en varias partes de Pakistán causaron la muerte de 129 personas, informó el viernes la policía sobre una de las jornadas más cruentas que el país haya sufrido en varios años.
Los ataques, que golpearon a la occidental Quetta y la norteña de Mingora, tuvieron en gran parte como objetivo a grupos religiosos de distinto signo, lo que acentúa la impresión de que el sectarismo gana peso en un país donde la violencia es, no obstante, poliédrica.
Tres atentados mataron a 103 personas en Quetta, capital de la provincia suroccidental de Baluchistán.
El atentado contra esta minoría, de la que procede el 20% de la población total de Pakistán (180 millones de habitantes), fue reivindicado por los extremistas sunitas del Lashkar e Jhangvi (LeJ), principal grupo rebeldes anichiíta del país.
Aliado a Al Qaida y a los talibanes paquistaníes, el LeJ estuvo implicado en el secuestro y el asesinato del periodista estadounidense Daniel Pearl, decapitado en enero de 20002.
Baluchistán, una de las regiones más pobres de Pakistán, es escenario habitual de violencia, principalmente contra la minoría chiita, o vinculada al conflicto entre las autoridades y una insurrección local.
Los rebeldes de Baluchistán se alzaron en 2004, reclamando una autonomía política y un mejor reparto de los beneficios obtenidos de los recursos mineros y de gas de la región.
Un primer atentado con explosivo se había producido poco antes también en Quetta, causando la muerte a 11 personas en un mercado muy concurrido.
Otro atentado se produjo también el jueves en el noroeste, en Mingora, capital del valle del Swat, donde una bomba colocada en la sede de un movimiento religioso dejó 22 muertos y mas de 80 heridos
La organización de defensa de Derechos Humanos Human Rights Watch (HRW) reaccionó el viernes condenando «la cobardía y la indiferencia de las autoridades» frente a las «matanzas» de chiítas, cada vez más frecuentemente víctimas de ataques en Pakistán en los dos últimos años.
Según HRW, 2012 fue el «año más sangriento» para la minoría musulmana en la historia del país, con más de 400 muertos en ataques o atentados.
La negra jornada del jueves confirma el alza de la violencia observada en las últimas semanas en varias regiones de este país, una realidad inquietante a pocos meses de las elecciones generales previstas en la próxima primavera boreal.
Para el general retirado y analista político, Talat Masood, la multiplicación de atentados demuestra que «el gobierno pierde totalmente el control de la situación» y que en este contexto será «muy difícil organizar elecciones» a los plazos previstos.
Todo ello se produce además en un contexto de crecientes tensiones fronterizas en los últimos días entre Pakistán e India, dos potencias nucleares vecinas, en la disputada zona de Cachemira.
Santa Fe con agencias