Artunduaga: de sal y de dulce

SEVERO CORREA… SEVERA BARRIGA

Severo Correa tiene una severa camioneta.
Una severa casa.
Una severa novia.
Y una severa barriga de cervecero profesional, que lo hace inconfundible.
Con cariño, le dicen “gordo lechonero”.
Es una especie en extinción. Ya no quedan muchos “animales políticos”, que se niegan a aceptar (y en cada votación lo confirman) que el discurso, la ideología, la figuración en la prensa, la selección como los mejores, sirva para algo. Día y noche se dedican a “ hacer mandados” (menores y de grueso calibre) en la administración.
Son “patinadores” permanentes ante el gobierno.
Es el brazo politiquero y clientelista del Partido Conservador. El de los mil ahijados y los 10 mil compadres. El segundo renglón de “los importantes” (Omar Mejía Báez, Juan Gabriel Uribe) y después la mano derecha de Roberto Camacho (q.e.p.d), Enrique Gómez Hurtado y las figuras de esa colectividad.
Correa humildemente cargó ladrillo hasta cuando se le dio la oportunidad de ser titular. Y cuando se la dieron no se ha dejado desbancar. Con este son siete períodos en el concejo capitalino.
Admite, sin ofuscarse, que la gran prensa o algunas personas de la política y el periodismo lo pueden considerar bruto y chabacano, pero no le importa.
-“Lo que pasa es que uno no es tonto. Yo también tengo conocimientos en la vida. He leído. No soy intelectual, pero sostengo una charla con los académicos.”
Obvio, son 18 años en el concejo.
El concejal Correa residió en el barrio Quiroga. Ahora en Suba. Nacido en Quibdo, se trasladó con sus padres muy temprano a Boyacá. Después la vida los trajo a la capital, donde comenzaron la lucha por la supervivencia.
Su papá, Severo Correa Leal, fue alcalde de Muzo (un verdadero infierno por la guerra de las esmeraldas), tras retirarse del ejército. En un duelo con un sujeto de apellido Acevedo se mataron los dos. Ambos cayeron al piso, mortalmente heridos. Los 10 hijos de don Severo quedaron huérfanos. A Dios gracias doña Cornelia –la madre- tuvo el perrenque necesario para sacarlos adelante.
La vena política le viene de un tío chocoano, congresista por casi 30 años, ex gobernador de su departamento, Ricardo Eleazar Valencia. Sus hijos son profesionales, pero no siguieron los caminos del padre. En cambio, el sobrino resultó buen trabajador y ambicioso en la cosa política desde pequeño.
En Boyacá, dio sus primeros pasos en periodismo empírico, escribiendo en un periódico local. De ahí saltó a la secretaría de la Asamblea. Y en Bogotá hizo cola en el alvarismo, hasta cuando se le fueron dando mejores oportunidades.
Es un trabajador político incansable, de cerveza, tejo y morcilla.
Si le consideran un concejal mediocre es porque no busca protagonismo, según su explicación.
-En el concejo hay gente especializada en hablar macumba. No es cierto que el que habla más es el que más trabaja. Hay que dedicarle más tiempo a hacerle vueltas al elector. Al fin y al cabo ellos son los jueces en cada elección. Por eso me han reelegido siete veces.
Con estos criterios, Severo Correa hizo fórmula exitosa con Camacho (muerto en un accidente de aviación, en plena campaña política, cuando aspiraba al Senado, en reemplazo de Enrique Gómez Hurtado, en las elecciones de 2006). Camacho era la figura de la alta sociedad y el gran discurso ideológico y político.
Correa, quien conseguía los votos de ruana y alpargata.
El uno sobresalía en el Congreso y era vocero del Partido Conservador y la familia Gómez Hurtado. Sus votos los conseguía en Usaquen y los barrios del norte. Correa nunca se apareció por esos sectores. Lo suyo era –y sigue siendo- la base popular.
“Yo me parezco a la gente que vota por mí”, dice sonriendo de oreja a oreja, acomodando su barrigota, sin la cual dejaría de ser Severo.
-“Yo no le saco el cuerpo a la gente. Siempre estoy ahí. Cuando me necesitan me encuentran. Soy político de carrera, con 20 años en este ajetreo. Tengo sede y nunca la cierro. Yo quiero a todos mis compadres”.
Es muy seguro que sus opiniones tengan que ver con las atenciones recibidas. Correa piensa, hablando de los ex alcaldes de Bogotá, que Caicedo Ferrer “ se perfilaba para grandes cosas”. Que Jaime Castro es un estadista. Mockus, un catedrático. Peñalosa, un gran administrador. Y Garzón otro estadista. Samuel Moreno, a quien apoya, está a prueba.
-¿Y usted?.
-Yo soy el único severo de la política.
No tiene aspiraciones –como todos- de ir al Congreso.

–Si yo me retiro en un año, para no inhabilitarme, me reemplaza Aníbal Fernández de Soto, de la alta sociedad bogotana. Estoy seguro que no me quedará ni un portero. Y ese papayazo no se lo doy a nadie.
En su estilo coloquial, Severo considera que “si la teta es buena no hay que soltarla”.

Tomado del libro: Artunduaga desnuda al Concejo de Bogotá

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