Opinión

Procuraduría vs Alcaldía. No hay ética social, solo riesgos políticos individuales…

Santiago Arroyo Por: Santiago Arroyo
La política entendida como el ejercicio de lo público para garantizar el bien común sobre los privilegios individuales, no es más que un eufemismo que desde siempre se expresa en nuestra realidad.
Los acontecimientos de los últimos dos meses en los cuales se habla de las decisiones del procurador y las reacciones del Petro, nos dan evidencia de la agonía de la política sobre el interés de lo público.
Pareciera que todos los que vivimos en esta ciudad, debemos ser abogados para votar o para entender las corrientes jurídicas que se crearon en el escenario de la destitución del alcalde. Cada vez que creemos que la decisión ya tomada y comunicada se debe ejecutar, aparece otro nuevo escenario que demora y confunde. Hay demostración de ineficiencia, pero también de complot política. Se utiliza la ley de parte y parte para generar una corriente mediática y desde ella, marcar una tendencia en el proceso.
La ciudadanía confundida, se merece más que esta pelea. Nos merecemos una ciudad, en toda la extensión de la palabra y no necesitamos más ese conflicto. Pero los involucrados no les interesa eso. Les interesa en cabio, el poder de sus argumentos y ganar su posición frente a la defensa del otro.
La ética social, en la que el funcionario antepone el bien común sobre la agenda individual, no existe en esta confrontación. Entre las sombras del enfrentamiento de Petro con el Procurador Ordoñez, se ven otros protagonistas con sus propios intereses. Les queda fácil al uno y al otro, acusarse de corruptos o ineficientes. En este momento la zozobra se toma la ciudad y no se mide el alcance que este problema esta generando. Esperaremos todos hasta que las cortes se pronuncien y el ejecutivo, Bogotano y Nacional en persona del Presidente, lo harán con “prudencia” frente al declive de nuestra capital.
Los intereses particulares enfrentan a dos poderosos personajes que en lo argumentativo, logran sustentar sus posiciones. Es innegable el conocimiento de la Ley por parte del Procurador y la forma como usa la constitución para enmarcar sus acciones. Así, es muy difícil que nosotros los comunes de la calle, encontremos el subterfugio que ponga en duda su decisión. Por ahora, la interpretación de la constitución que hace para la destitución, es válida en mi comprensión y un deber adelantar su ejecución. Pero, por otra parte, Petro, en su defensa, ha movido todas las herramientas jurídicas que tiene a la mano. Entre ellas, está el secuestro de la Plaza de Bolívar que nos deja en la memoria colectiva la imagen de los indignados que deterioran nuestro patrimonio. A Petro y con mucho respeto, Señor Alcalde, Devuélvanos la Plaza. Asuma las consecuencias legales de su arriesgada propuesta política en el manejo administrativo que hizo de las basuras y…Devuélvanos a Bogotá.
En este momento, hay que dejar de lado esos orgullos personales y pretensiones políticas que de lado y lado, desgastan nuestra paciencia. Lo mejor que puede hacer el procurador en este momento es guardar el silencio que viene después de la decisión y esperar que las mismas leyes destruyan los nudos que se han armado. A Petro, le quedar su derecho por luchar individualmente por sus derechos políticos frente a las instancias que deba, pero antes, debe entregar la ciudad. La ciudad que no logro reordenar en el transporte público. Aquella que sufre con sus calles heridas por el abandono. La misma en donde los niños caen por sus alcantarillas. En donde los la desigualdad aumenta sin un futuro en el que los ciudadanos confíen en el establecimiento.
Si hubiera una ética pública, social, donde primara el interés colectivo, las dos partes dejarían que las leyes a las que acuden hablen por sí mismas. En el caso de Petro, dar un paso al costado es darle la oportunidad a la ciudad para que salga del vacío en el que sigue cayendo día a día. Lamentablemente esto ultimo, no es mas que una ilusión y es difícil que algún funcionario ceda en este interés.
Entonces queda la depresión colectiva de los ciudadanos en una Bogotá que funciona a medias con sus elevados impuestos y frágiles organismos de control y vigilancia. La corrupción galopa libre entre las entidades públicas y privadas frente a los impávidos administradores del estado. La Isla de Nariño. Porque parece que palacio no estuviera en Bogotá, también luce por su distocia y poco compromiso con el caso. El presidente visita Europa por estos días y para Bogotá, solo le deja el mensaje de aceptar lo que los organismos internacionales pronuncien después del estudio del caso.
Será que es imposible conseguir un funcionario elegido o nombrado que actúe en función de los intereses colectivos? Tal vez. Pero mientras tanto nos debemos enfrentar a esta realidad crítica. Esperemos lo mejor y sigamos soñando una ciudad que nos debemos merecer todos.

Los comentarios están cerrados.