Artunduaga: de sal y de dulce

Ángela María Benedetti, la señora del pito

Angela Benedetti

Dueña de una voz horrible, peor que la de Juan Gossaín, una especie de susurro difícil de captar, que, sin embargo, contrasta con su figura fina y emperifollada.

¡Pero qué importa!

A ella le va muy bien en política y en la vida. Y él –sin haberse inventado nada en la radio- sigue ganando mucho, después de 30 años frente al micrófono.

Llegó por primera vez al Concejo de Bogotá con la votación número nueve, de un Partido Liberal que sólo eligió ocho concejales, lo que la convirtió en la primera suplente de todos los titulares.

Una combinación afortunada de buena y mala suerte la tiene hoy en el concejo: como Maria Víctoria Vargas se aventuró en una campaña al Congreso y perdió por pocos votos, la señora Benedetti se quedó con su curul.

Angela María siempre ha tenido buena suerte, sin que uno le vea condiciones superiores para merecerla. Cara bonita, cuerpo bonito, temperamento bonito, charla agradable. Poco discurso, ningún planteamiento fuerte. No tiene la alegría ni “el pique” de las costeñas, al extremo de resultar insípida.

Pero alguna gracia debe de esconder entre pecho y espalda, para lograr la votación que obtuvo en la última elección, que le permitió mantenerse en la corporación.

Seguramente el éxito fue su pito, una idea que le pidió prestada a un señor Henao, que fue alcalde de Sevilla –Valle- y quien ganó el puesto con el mismo pito. Su lema (el de los dos, sin ningún aporte adicional creativo) fue el siguiente:

Si se siente ofendido, presionado, robado, atacado, o empujado…pite. Pite muy duro.

Mejor dicho, el que no pita no mama.

(Sevilla opacó los pitos de los carros porque a las señoras de la ciudad les entró el afán de la pitadera sin control, víctimas antes y ahora del machismo, especialmente).

La concejal Benedetti ganó la curul, pero no consiguió que nadie pitara. Por lo menos no se tiene noticia de que alguien lo haya hecho para pedir ayuda. Debe de ser porque hay una gran diferencia entre Sevilla y Bogotá. Ella misma se olvidó de los pitos y considera que fue una buena idea para lograr la recordación.

La joven del pito pegado a la boca
.

Antes de llegar al concejo, desempeñó puestos menores, más como relacionista pública que como abogada. (Diploma sólo utilizado para llenar hojas de vida y un espacio en la pared). Un cargo con su papa en una venta de celulares. Una corbatita en la Personería. Secretaria Privada del Presidente de Cafesalud, Carlos Gustavo Palacino. Y otra corbata en la Comisión Nacional de Televisión (donde las hay de todos los tamaños y colores, desde asesor de cualquier cosa hasta Alto Comisionado).

Caída en desgracia Maria Victoria Vargas (que después de su fallida cámara, aspiró nuevamente al concejo y tampoco pudo), la concejala (me pide que así lo diga) Benedetti entendió que lo importante era mantenerse. Y lo hizo, con eficiencia.

Ella admite que lo suyo son los favores, mejor en los estratos altos, que después resultan aportando con generosidad en las campañas. Por eso –admite- es de los pocos políticos que no tiene que meterse la mano al bolsillo y encuentra fáciles patrocinios.
El tema de la movilidad es el suyo. Y no se trata de atacar todo lo que se mueva sino del nuevo nombre que tiene la antigua Secretaría de Tránsito de Bogotá, que después de muchos años de inmovilidad, sigue de mal en peor, aunque cambió de razón social.

Famosa por sus parrandas vallenatas en casa, tiene las mejores relaciones personales y políticas, con excepción de algún Jorge Durán Silva, especializado en agredirla, repitiendo –sesión de por medio- que su cociente intelectual es inferior al promedio del concejo. Durán y Benedetti son liberales y para incomodidad del primero, la concejala ha sido nombrada vocera del partido, así no hable.

Su silencio en la corporación es compensado con el buen trato que recibe de los medios de comunicación, especialmente de El Tiempo, que le publica hasta sus silencios.

Quizá sea un legado de las buenas relaciones de su padre, el ex ministro Armando Benedetti, excelente escritor, figura pública sobresaliente y persona del mayor respeto nacional. No creo que le aporte mucho su hermano, el senador Benedetti, encartado en el tema de la parapolítica y rehabilitado de algunos vicios de juventud.

Se casó (ella) con el marido que toda mamá quisiera para un hija, el señor Carlos Dada, cuando tenía 22 años y él 26. A los tres años se separaron, porque no siempre los mejores maridos son los más adecuados. Y de esa relación tienen un niño de 11 años, muy formalito, que saluda de mano a las visitas, habla tan bajito como su madre y pide permiso para retirarse. En otras palabras, la antítesis del tío Armando, un carro loco y sin frenos.

Angela María ha conocido de nuevo el amor –después de algunas ingratas experiencias- y para hacerlo tuvo que saltar las barreras nacionales. El novio es mejicano de Méjico, como subraya el afortunado, para que quede claro que no es chiviado. Los dos se turnan para verse. Van y vienen, según las ocupaciones de uno y otro.

En política figura como liberal, pero pertenece al Polo Democrático. Ahí tiene su corazón y sus mayores amigos. Fue socia política del alcalde Lucho Garzón y –dicen buenas fuentes- que acompañó electoralmente a Samuel Moreno. Es sincera cuando se ratifica en que no le gustaba ni le gusta Peñalosa (la veo pidiendo pista en el partido de Gaviria y Petro).

En fin, creo que tiene la habilidad para sobrevivir en la política y en la burocracia.

Lo que no creo que haga nunca es leerse el libro que le recomendó su padre, “El Desafío del nihilismo”, de Remedios Avila, “la reflexión metafísica como piedad del pensar”.

Para evitarle esa “jartera”, le sugiero que se aprenda mejor la canción de Darío Gómez, “Nadie es eterno en el mundo”.

La señora Avila dice lo siguiente (para que entienda mi recomendación):

“Probablemente nadie como ese gran crítico de la cultura que fue Nietzche acertó a describir un futuro que se presenta ya para nosotros, y seguramente aquella expresión con la que denunció la historia entera de la filosofía, “la vida no vale nada”, sea hoy la mejor definición y el mejor resumen de nihilismo”.

Los problemas del ser y del sentido no le dan votos. Y usted sabe que mejor, una fiesta vallenata…..

Tomado del libro: Artunduaga desnuda al Concejo de Bogotá.

Los comentarios están cerrados.