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Wikileaks: Salen a relucir chuzadas del DAS y diálogos secretos con las Farc

El tema de las chuzadas del DAS comenzó a salir en los documentos de Wikileaks.

En uno de los correos, se cita que el director de la Policía Nacional, Óscar Naranjo, le informó al embajador de los Estados Unidos en Colombia, William Brownfield, sobre sus “sospechas” de que la orden de interceptar teléfonos provenía del secretario general de la Presidencia de la república Bernardo Moreno y del asesor presidencial, José Obdulio Gaviria.

El embajador estadounidense calificó la información como una “especulación”, pero advirtió que tenía buenas posibilidades de ser auditada.

Otro cable de Wikileaks reveló que el ex presidente Alvaro Uribe Vélez buscó un diálogo secreto y directo con los cabecillas de las Farc.

La información señala que el 11 de julio de 2008 el ex comisionado de Paz, Luis Carlos Restrepo, contactó a alias Alfonso Cano para buscar un diálogo, tras el rescate de Íngrid Betancourt, en la «Operación Jaque».

Tambien se informa que el presidente Francés, Nicolás Sarkozy, propuso intercambiar a Ingrid Betancourt por el cabecilla extraditado a Estados Unidos «Simón Trinidad» y además se declaró dispuesto a pagar por su rescate.

LAS CHUZADAS DEL DAS

En un correo de septiembre de 2009, se reseña el sonado escándalo de las chuzadas del DAS y se establece que el entonces presidente Alvaro Uribe Vélez pide investigar el caso.

«En el punto más importante de la reunión, Uribe, extremadamente animado y agitado, llamó al Fiscal Guillermo Mendoza para que lo actualizara sobre las investigaciones. Uribe puso la llamada en altavoz para que lo escuchara el embajador», señala el documento.

Subraya que una serie de chuzadas se realizaron de manera legal, lo que quiere decir que las órdenes llegaron a través de conductos regulares. Uribe regaña al entonces y todavía director del DAS, Felipe Muñoz, por no haber solucionado el problema de las chuzadas meses atrás y no saber de dónde salió la orden.

En la reunión, Muñoz reconoce que el DAS se ha convertido en un lastre a nivel nacional e internacional.

En un cable de octubre del 2009 se escribe sobre las personas supuestamente que ordenaron las chuzadas y entre ellas se cita al subdirector de operaciones del DAS, Carlos Alberto Arzayuz, quien habría dado la orden a Claudia Patricia Monsalve de grabar al magistrado auxiliar de la Corte Suprema, Iván Velásquez, y filtrar la cinta a la revista ‘Semana’.

El documento señala que esta información se trata de especulación, pero considera que la información que entrega una persona cuyo nombre no se revela suele ser correcta.

En noviembre de 2009, el embajador estadounidense Brownfield señala que el General «Naranjo es ahora la segunda persona más popular en Colombia y probablemente el miembro del gobierno más inteligente y mejor informado. Sus opiniones y comentarios a menudo se merecen ser tomadas seriamente en cuenta».

Otro informe secreto de septiembre de 2009, precisa que el vicepresidente de Colombia, Francisco Santos, dijo que el presidente Álvaro Uribe Vélez «no ha entendido realmente la profundidad de la crisis» provocada por el escándalo del DAS”.

El cable dice que el Gobierno de Colombia consideró encomendar la investigación a individuos u organizaciones extranjeras, incluida Rusia, Cuba, a lo que el diplomático levantó un ceño escéptico

DIALOGOS CON LAS FARC

Sobre los documentos relacionados con los intentos secretos del entonces presidente Alvaro Uribe para buscar diálogo con las FARC, el diario El País de España hace la siguiente reseña:

El estruendo de los ataques aéreos y de los coches bomba ocultó los movimientos de aproximación entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y el Gobierno de Álvaro Uribe, que en los últimos meses de su mandato intensificó los contactos para establecer un diálogo directo con la guerrilla. Así se desprende de los cables de la Embajada de EE UU en Bogotá, que dan cuenta, además, de la reunión mantenida con el enviado de uno de los máximos comandantes guerrilleros, que quiere entablar «una relación» con los diplomáticos norteamericanos.

5 de enero de 2010. Frank Pearl, comisionado para la Paz del Gobierno, le confía al embajador William Brownfield que ha desarrollado «canales de comunicación» con las FARC para «generar un clima de confianza y preparar unas hojas de ruta» que conduzcan al final de la violencia. La guerrilla más antigua y poderosa de América Latina está muy debilitada. En los ocho años que lleva en el poder, el presidente Uribe ha acabado con su hegemonía territorial, ha diezmado sus efectivos y ha liquidado a varios de sus cabecillas. Consciente de que no hay tiempo para negociar, Pearl espera que las gestiones le sirvan al gobierno que saldrá de las elecciones de junio [que ganaría Juan Manuel Santos, ex ministro de Defensa de Uribe y nuevo presidente desde agosto.

Según Pearl, la desaparición de dos líderes históricos de las FARC (el octogenario fundador, Manuel Marulanda, Tirofijo, fallecido por causas naturales en mayo de 2008, y Raúl Reyes, el número dos, muerto en el bombardeo de su campamento en suelo ecuatoriano tres meses antes) ha permitido un reemplazo «más educado, intelectual y al corriente del contexto internacional». Se refiere a Alfonso Cano, nuevo jefe de las FARC, y a su mano derecha, Pablo Catatumbo. Un mes más tarde, el 4 de febrero, Pearl comunica a la Embajada que unos intermediarios «están organizando un encuentro en Suecia entre representantes del Gobierno y de las FARC».

Más escéptico se muestra, sin embargo, el presidente Uribe, que en esas mismas fechas se reúne con James Steinberg, vicesecretario de Estado norteamericano y primer alto funcionario de la Administración Obama que visita Bogotá. Según un despacho del 9 de febrero de 2010 , Uribe explica que espera poner fin al conflicto armado mediante la desmovilización de los guerrilleros y los programas sociales, pero que las FARC nunca negociarán mientras disfruten «de un refugio seguro en Venezuela y de la fuente de riqueza del tráfico de drogas». El narcotráfico les garantiza la autosuficiencia, y el apoyo de Hugo Chávez «ha frustrado los avances militares». Uribe pide a Steinberg que compartan inteligencia sobre «los grupos terroristas colombianos que se esconden en Venezuela» y que no reduzcan su apoyo. «Esta batalla se puede ganar».

Los cables llegan hasta febrero de 2010, pero los hechos posteriores confirmarían el pesimismo de Uribe. En abril, las FARC destapan las cartas de Pearl y rechazan en un comunicado un encuentro «en el extranjero» a cuatro meses del cambio del gobierno.

No era la primera vez que el Gobierno de Uribe intentaba un contacto directo con Alfonso Cano. El 11 de julio de 2008, días después del espectacular rescate militar de Ingrid Betancourt y otros 14 rehenes, el entonces comisionado para la Paz, Luis Carlos Restrepo, le cuenta al embajador estadounidense que han contactado con Cano para ofrecerle «una salida digna» a través de la negociación. Eso sí, no permitirán que las FARC aprovechen el diálogo para «reconstruir su capacidad militar» -como ya ocurrió durante la negociación del Caguán (1998-2002)-. La presión militar va a continuar: «El Gobierno necesita obligar a Cano a que entienda que las conversaciones son la única salida para las FARC y para él». Uno de los grandes obstáculos es, sin embargo, el carácter del nuevo jefe de las FARC. Alfonso Cano, explica Restrepo al embajador estadounidense, intenta consolidar su poder. Su «enfoque leninista» de la política le hace concebir las negociaciones como algo «puramente táctico». La imagen que se ha querido dar de él, como alguien más dialogante y enfrentado con el comandante militar de la guerrilla, el sanguinario Mono Jojoy, no responde a la realidad. «La política de línea dura de Cano se complementa con la agresividad militar de Jojoy», dice. Otras fuentes consultadas por la Embajada confirman este perfil. «Cano está entregado a todas las formas de lucha», explica un político de la izquierda que conoce al jefe de las FARC. «E intentará estrechar lazos con Venezuela».

Las conexiones con Caracas no pasan por el mejor momento. Los ordenadores incautados a Raúl Reyes el 1 de marzo de 2008 le estallaron a Hugo Chávez en la cara y destaparon el ingente apoyo financiero y armamentístico que su Gobierno prestaba a las FARC. El presidente venezolano toma distancias en público. El 4 de julio de 2008, por ejemplo, hace un llamamiento a la guerrilla para que deje las armas. Pero en privado es distinto. Según explica un alto funcionario colombiano al embajador Brownfield en agosto de 2008, «en intercepciones de comunicaciones internas de las FARC, unos mandos guerrilleros cuentan que el ministro del Interior [venezolano], Ramón Rodríguez Chacín, les dijo que la declaración del presidente Hugo Chávez en la que les pedía que dejaran las armas era táctica, y no significaba un cambio en la política del gobierno de Venezuela». La seguridad colombiana ha constatado que Alfonso Cano «dedica esfuerzos considerables en cultivar los lazos con figuras radicales de Venezuela» (incluido Rodríguez Chacín) y que las FARC entrenan milicias chavistas.

Lo curioso es que, al mismo tiempo, Pablo Catatumbo, miembro del Secretariado y jefe del Bloque Occidental, se aproxima a la Embajada de EE UU. El 26 de mayo de 2009, un enviado de Catatumbo se reúne en la sede de la Conferencia Episcopal, en Bogotá, con el consejero político estadounidense. El Gobierno colombiano está al tanto. El comandante guerrillero, explica su representante, no envía «un mensaje» concreto. Simplemente quiere «establecer una relación» con la Embajada que «podría resultar útil en el futuro». Catatumbo está convencido de que «la participación del Gobierno de EE UU en un eventual proceso de paz sería clave para el éxito».

Según un asesor de Uribe, Catatumbo es el más pragmático de los jefes de las FARC. Pero una negociación con él, explica, solo sería posible tras la muerte o captura de los dos comandantes más radicales, el Mono Jojoy y Alfonso Cano. Jojoy fue aniquilado el pasado 22 de septiembre en su bastión de La Macarena. Aislado en el Cañón de las Hermosas, Cano resiste un asedio militar sin tregua.

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