
Con una retórica muy parecida a la empleada por el dictador sirio, Bashar al Assad, y por otros muchos sátrapas, el primer ministro ruso, Vladímir Putin, ha vuelto a agitar la amenaza exterior como justificación para continuar reprimiendo las protestas por el fraude electoral habido en los comicios del pasado domingo.
Putin considera que detrás de las movilizaciones de los últimos días en Moscú y en otras ciudades del país está la mano de Estados Unidos, no la indignación de los rusos por el atropello sistemático de sus derechos y libertades. «La primera reacción de nuestros socios americanos, lo primero que hizo la secretaria de Estado -Hillary Clinton-, fue decir que las elecciones no fueron limpias ni justas y eso sin tener todavía en su poder el informe de la ODIHR [Oficina para las Instituciones Democráticas y los Derechos Humanos]», manifestó el jefe del Gobierno ruso.
La reacción aludida por Putin fue dada a conocer el pasado martes en Vilna, la capital de Lituania, durante una reunión de la OSCE. A juicio del ya candidato a las presidenciales de marzo, EE.UU. «marcó la pauta, dio la señal a algunos de nuestros personajes en el país. Estos oyeron la consigna y, apoyados por el Departamento de Estado norteamericano, comenzaron a desplegar su actividad». Estas palabras fueron pronunciadas esta mañana durante una reunión con militantes del llamado Frente Popular, un supuesto ala independiente dentro de Rusia Unida, el partido del Kremlinganador de las legislativas del domingo.
Clinton, por su parte, respondió desde Bruselas que lo que EE.UU. pretende llamando a Putin al orden es defender a la población rusa. «Apoyamos los derechos y aspiraciones del pueblo ruso a lograr progresos y a esperar un futuro mejor», afirmó la secretaria de Estado tras una reunión con los ministros de Exteriores de la OTAN y el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov. Clinton instó, además, a las autoridades rusas a «tomar decisiones que reflejen la importancia de tener elecciones libres, justas y creíbles» y recordó que su país y «muchos otros del mundo están comprometidos con la democracia y los derechos humanos».
AP

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