Judicial

Crimen de sacerdotes: En pacto de muerte contrataron sus propios sicarios

Los autores intelectuales de la muerte de los sacerdotes Rafael Reátiga y Richard Piffano, fueron ellos mismos, según concluyó la investigación realizada por el CTI de la Fiscalía.

De acuerdo con el informe de la fiscalía, el doble crimen, ocurrido el 26 de enero del 2011, fue producto de un pacto de muerte que los dos sacerdotes firmaron tras conocer que uno de ellos tenía una enfermedad incurable.

El supuesto pacto de muerte fue formalizado por los clérigos en el Cañón del Chicamocha, en Santander, sitio que visitaron en desarrollo de unas vacaciones.

Tras su retorno a la capital, los sacerdotes contrataron a los sicarios a quienes les pagaron quince millones de pesos para que los mataran.

Los dos matones fueron contactados dos días antes del crimen por los mismos sacerdotes para concretar el pacto de muerte.

Con base en las evidencias recopiladas por el CTI, la fiscalía imputará hoy cargos por el delito de homicidio a los dos autores materiales del crimen, cuya identidad se desconoce.

Los sacerdotes asesinados eran muy amigos y habían realizado juntos estudios de Bioética en la Pontificia Universidad Javeriana, en Bogotá.

El padre Reátiga Rojas era el Ecónomo de la Diócesis de Soacha y párroco de la Catedral Jesucristo Nuestra Paz, de la misma localidad. Nació el 25 de junio de 1975 y fue ordenado sacerdote el primero de julio de 2000.

El padre Piffano Laguado era Párroco en la iglesia de San Juan de la Cruz – Barrio Grancolombiano, de la Diócesis de Fontibón. Nació el 4 de febrero de 1974 y fue ordenado sacerdote el primero de julio de 2000.

La Policía halló los cuerpos de los sacerdotes Rafael Reátiga Rojas y Richard Armando Piffano Laguado el 26 de enero del 2011 en el interior de un vehículo particular Chevrolet Aveo negro, abandonado en un sector despoblado de la carrera 94b con calle 43sur, en cercanías a un caño en límites entre Bosa y Kennedy, al suroccidente de la capital de la república.

El padre Réatiga, quien iba conduciendo, recibió dos tiros en la cabeza y el padre Piffano, un impacto en el pecho.

Entonces, la investigación preliminar estableció que el asesino de los prelados viajaba con ellos en el carro y luego de dispararles huyó del lugar.

El mismo Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia, Monseñor Juan Vicente Córdoba Villota, divulgó esta versión y sostuvo que el crimen no fue para robarles el vehículo o las pertenencias de los sacerdotes.

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